Ni Vejer de la Frontera ni Tarifa, este pueblo construido en la roca es el más bonito de Cádiz
Aunque parece sacado de una película de ciencia-ficción, Setenil de las Bodegas es muy real. Se encuentra en el sur de España y se ha ganado a pulso el ser considerado uno de los pueblos más bonitos de Cádiz.
En el sur de España, acariciada por el cálido mar Mediterráneo y bañada por el sol, se encuentra Andalucía. Región turística por excelencia, destaca por sus pueblos blancos, sus larguísimas playas y también por las rutas de senderismo que cruzan sus paisajes naturales. De todas sus provincias, quizás sea Cádiz una de las más populares por su belleza, su buen carácter y sus preciosas localidades. Es justo ahí, excavado bajo la roca de una montaña, donde encontramos Setenil de las Bodegas: un pueblo que parece sacado de una película de ciencia-ficción, pero que es muy real.
No por nada muchos lo consideran el pueblo más bonito de Andalucía. De hecho, es una de las cinco localidades gaditanas que ha sido oficialmente reconocida por la asociación de Los Pueblos más Bonitos de España. ¿Los motivos? La curiosa distribución de sus casas encaladas bajo una pared rocosa, su patrimonio medieval y su privilegiado entorno natural.
Así es el pueblo más bonito de Andalucía
Hay algo en Setenil de las Bodegas que resulta encantador. Quizás es solo por su aspecto de postal imposible, tal vez sea por su privilegiada ubicación. Lo que está claro es que la magia que lo rodea no es cosa del ahora. Ya en la antigüedad levantaba pasiones y se cree que su nombre viene de “septem nihil”, o siete veces nada, porque los cristianos intentaron conquistarla siete veces, sin éxito, durante la Reconquista.
Si Petra se encuentra entre las Siete Maravillas del Mundo Moderno por tener sus edificios directamente esculpidos en la roca, entonces esta localidad bañada por las aguas del río Guadalporcún debería ser, al menos, una de las maravillas de España. Al llegar, casi de inmediato, la roca se abalanza (de manera metafórica) sobre nosotros, sumiéndonos directamente en la sombra.

Si hay una imagen famosa, es la de la calle Cuevas de la Sombra. Cubierta casi por completo por la roca, se convierte, más que en una calle, en una gruta donde apenas llegan los rayos solares. Al pasear por aquí, pareciera que son las casas las que se esfuerzan en sostener la montaña sobre sus cimientos, en un inaudito acto de fuerza hercúlea.
No obstante, la calle más concurrida es la de Cuevas del Sol: semicubierta por la piedra en uno de los lados, pero abierta por completo del otro lado, que se encuentra salpicada por el fluir del río. Aquí los bares se cuentan por docenas, por lo que es el lugar perfecto para tomarse un respiro y disfrutar de las vistas.
Qué ver en Setenil de las Bodegas
No todo son fachadas blancas y calles estrechas e imposibles en Setenil. Debido a que lleva más de 5.000 años poblado, el pueblo guarda todavía alguna que otra pieza de patrimonio histórico que siempre es un placer descubrir. Joyas antiquísimas que, resguardadas en un abrazo de piedra, han logrado sobrevivir al paso del tiempo.
Lo más notable se ve desde bien lejos, pues vigila el pueblo desde lo más alto de la montaña. Se trata del castillo de Setenil: una fortaleza nazarí que fue construida hace ocho siglos y que aún conserva 500 metros de muralla y casi medio centenar de torres que amenazan con rozar el cielo.

Además, merece la pena cruzar sus puentes: desde el de la calle Triana, del siglo XV, hasta el de la calle Ronda, del siglo XVIII, pasando por el de la Villa, también del siglo XV. Y visitar sus múltiples edificios religiosos: la iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación, la Ermita de San Sebastián o la de San Benito, construida sobre una antigua mezquita.
Gastronomía andaluza y comida casera
Pero estamos en Andalucía, y no todo puede ser caminar y caminar. También hay que pararse a comer. Porque la gastronomía andaluza hay que probarla, saborearla, recordarla y volverla a probar. Lo tradicional aquí son las migas, el lagarto ibérico y la sopa cortijera, perfecta para ahuyentar el frío.
Como encontrar sitio en los bares de las calles principales puede ser complicado, nos alejamos un poco a pie para comer. Nuestra primera parada es La Pechá, donde es imprescindible probar el rabo de toro, las migas y el flamenquín de carrillada, tradicional y con un toque moderno a la vez.
También lejos del bullicio encontramos el Restaurante El Nogalejo. Con una propuesta gastronómica diferente, aquí brillan especialmente las verduras: sobre todo la flor de calabacín y el espárrago relleno de queso Payoyo, pero también el brioche de costilla ibérica con guacamole y tocino ibérico, los ñoquis de rabo de toro y la torrija. Todo un espectáculo para el gusto y para la vista.