Los secretos mejor guardados de Florencia: descubre la capital del Renacimiento lejos del turismo masivo
Los tejados de Florencia. Foto : Nicola Pavan (Unsplash)

Los secretos mejor guardados de Florencia: descubre la capital del Renacimiento lejos del turismo masivo

Evita las multitudes que se agolpan en la Galería Uffizi o frente al David de Miguel Ángel. Esta es una Florencia más íntima, con rincones ocultos, museos discretos y experiencias que los locales disfrutan.

Aleks Gallardo | Octubre 15, 2025

La ciudad de Florencia es una ciudad lleva décadas conviviendo (o luchando) con su propia fama. El Renacimiento la convirtió en destino universal, y hoy las cifras hablan solas: antes de la pandemia llegaba a recibir hasta 16 millones de visitantes al año. En temporada alta, entrar en la Galería Uffizi o subir a la cúpula de Brunelleschi puede convertirse en una prueba de paciencia que dura horas. El magnetismo de los iconos es indiscutible, pero la experiencia de visitar Florencia suele ser la de avanzar en fila india, con la cámara siempre a la altura de los hombros.

Sin embargo, Florencia tiene otra cara que rara vez entra en la agenda del viajero apresurado. Es la ciudad que se descubre a base de iglesias sin colas, claustros silenciosos, jardines escondidos y museos pequeños que no salen en los rankings de “imprescindibles”. Es también la Florencia de cafés con vistas reservadas a los locales, de panaderías de siempre y de paseos que los turistas apenas pisan. Esta guía no busca sustituir los clásicos (ver un Botticelli sigue siendo una experiencia única), sino ampliar el mapa con direcciones que te permitirán respirar.

Museos más discretos y colecciones privadas

En Florencia, ir de museos es una actividad imprescindible. Pero hay joyas que rara vez aparecen en las guías mainstream. La Fondazione Franco Zeffirelli, por ejemplo, reúne decorados, bocetos y vestuarios del director italiano en un palazzo renacentista. Es un recorrido íntimo por la historia del cine y la ópera en Florencia, perfecto para los que ya han tenido sobredosis de Botticelli.

El Palacio Davanzati pasa desapercibido entre tantas fachadas renacentistas. Dentro se conserva un ejemplo único de casa medieval florentina, con muebles, tapices y utensilios que muestran cómo vivían las familias adineradas antes del auge del Renacimiento. Casi siempre vacío, es una lección de historia cotidiana más reveladora que muchas salas abarrotadas de pintura.

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Fondazione Zeffirelli. Foto: Fondazione Zeffirelli.

Otro espacio curioso es el Museo Horne, creado a principios del siglo XX por el coleccionista británico Herbert Percy Horne. Es pequeño y manejable, lleno de piezas renacentistas colocadas en un ambiente casi doméstico. La visita recuerda más a entrar en una casa privada que a recorrer un museo. Y nada nos gusta más que entrar en una casa local cuando viajamos. 

Y para quienes piensan que Florencia es solo pasado, el Museo Novecento rompe esquemas. Situado en la antigua sede del hospital de San Paolo, frente a Santa Maria Novella, reúne obras del arte italiano del siglo XX. Perfecto para empaparte de algo contemporáneo en medio de tanto clasicismo.

Jardines y paseos sin turistas

Los jardines de Boboli atraen a buena parte de los visitantes del Palazzo Pitti, pero los Bardini son mucho más tranquilos y con vistas igualmente memorables. Menos espectaculares en tamaño, sí ofrecen rincones íntimos, pérgolas cubiertas de glicinas y la sensación de estar en un jardín secreto.

Por otro lado, un paseo alternativo es el de las murallas. Desde Porta San Niccolò se puede recorrer un tramo que los turistas ignoran por completo. El ambiente es residencial, con pequeñas cafeterías y trattorias donde la clientela habla en dialecto toscano más que en inglés.

Si el plan pide un respiro urbano, la Biblioteca delle Oblate es un hallazgo. Aparte de libros, tiene una terraza con cafetería que regala una vista directa a la cúpula de Brunelleschi. Casi nadie lo sabe, y resulta uno de los cafés más agradables de la ciudad.

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Vistas desde los jardines Bardini. Foto: Visit Tuscany

La Florencia de los talleres y las manos expertas

Olvidemos por un momento las grandes obras de arte: lo que sigue vivo en Florencia son sus oficios. El barprio del Oltrarno, al otro lado del Arno, concentra todavía artesanos que trabajan como hace siglos, pero con un toque actual que engancha a un viajero curioso.

Un ejemplo: la bottega de Paolo Carandini, maestro dorador, donde se restauran marcos históricos y se producen piezas nuevas con técnicas del siglo XV. La experiencia no es solo mirar escaparates: puedes pedir una visita privada, ver cómo trabaja con pan de oro y encargar un marco a medida que llega a tu casa semanas después. Es la definición de souvenir premium.

En la misma zona, en Via Santo Spirito, está la perfumería AquaFlor, instalada en un palazzo histórico. La marca crea fragancias personalizadas, y si reservas con antelación puedes tener una sesión privada con su maestro perfumista. No es barato (hablamos de unos 180 € en adelante), pero pocas cosas te recordarán más a Florencia que un aroma creado solo para ti.

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La perfumería AquaFlor, instalada en un palazzo histórico. Foto: Aquaflor.it

Para los más elegantes, busca a Stefano Bemer, zapatero legendario cuyas piezas se han convertido en objeto de culto. En su taller puedes ver cómo se construyen los zapatos a mano, pedir un par por encargo o, si no quieres gastar varios miles de euros, hacerte con accesorios en piel con la misma calidad.

Florencia no solo es Gucci y Ferragamo. Si quieres llevarte algo distinto, dirígete a Loretta Caponi, un taller especializado en ropa de cama y camisería bordada a mano. Es caro, pero la calidad y la delicadeza de las piezas justifican el precio.

Otra dirección interesante es Pegna, ultramarinos histórico junto al Duomo que vende delicias toscanas: trufas, embutidos, chocolates y vinos. Funciona desde 1860 y conserva el aire de tienda de siempre. Ideal para regalos gastronómicos mejores que los de los aeropuertos.

Y si lo tuyo es la moda independiente, en Bjork (sí, como la cantante) encontrarás ropa de diseñadores emergentes europeos mezclada con marcas japonesas difíciles de ver en Italia. El antídoto perfecto a la sobreexposición de las grandes marcas.

Iglesias y claustros que no todos pisan

La iglesia de San Miniato al Monte está en todos los listados, pero pocos llegan hasta allí. La subida es exigente, aunque el premio es un mosaico bizantino espectacular y una de las mejores vistas de la ciudad. La mayoría se queda en la Piazzale Michelangelo, abarrotada de autobuses turísticos; basta subir unos minutos más para encontrar un silencio sorprendente.

Otra visita tranquila: el convento de San Marco. Aquí se respira el pulso de Fra Angelico, que pintó los frescos en cada celda. No hay hordas de visitantes, solo pasillos silenciosos donde se entiende cómo funcionaba la vida monástica en el siglo XV. El claustro y la biblioteca, diseñados por Michelozzo, son de los espacios más serenos de la ciudad, ¡prometido!

Si lo que apetece es una iglesia sin agobios, Santa Trinita es un buen secreto. En pleno centro, pero casi invisible frente al flujo de Via Tornabuoni, guarda obras de Ghirlandaio y un ambiente recogido que sorprende.

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La subida a la Basílica de San Minato merece la pena. Foto: Travel Guide

Consejos para moverse por Forencia

La Florencia sin colas también depende de la logística. Los museos menos conocidos abren en horarios poco turísticos: primera hora de la mañana o a última de la tarde. El Museo dell’Opera del Duomo, por ejemplo, suele estar mucho más tranquilo a las 8:30 que al mediodía.

En el transporte, mejor olvidarse de taxis: son caros y escasos. Lo más eficiente es caminar o alquilar una bicicleta eléctrica. La ciudad ha mejorado sus carriles bici y recorrerla sobre dos ruedas permite descubrir calles secundarias llenas de pequeñas iglesias y cafés familiares.

Y si necesitas un descanso del bullicio, sube hasta Fiesole, en las colinas cercanas. En solo 20 minutos de coche estarás en un anfiteatro romano con vistas a toda Florencia. Allí, el hotel Belmond Villa San Michele ofrece una terraza perfecta para tomar un aperitivo al atardecer.

Si como nosotros, viajas con un interés gastronómico real, los mercados de barrio como Sant’Ambrogio son un tesoro. A diferencia del Mercato Centrale, pensado ya para visitantes, aquí se mezclan puestos de fruta, carnicerías, cafés y pequeños restaurantes improvisados. El plato de pasta de Da Rocco, dentro del mercado, cuesta poco y sabe a casa.

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Florencia en todo su esplendor. Foto: Pixabay

TURIUM TIPS

Un buen restaurante: en Locale Firenze, un restaurante situado en un palazzo del siglo XIII, la cena comienza en un bar iluminado como un club de diseño y continúa en un comedor que parece sacado de una película futurista. La carta reinterpreta clásicos como la ribollita o la carne chianina, pero con técnicas de alta cocina. Reservar mesa no es sencillo, pero merece la pena.
Hotel Portrait Firenze: propiedad de la familia Ferragamo, con solo 37 suites y vistas directas al Ponte Vecchio. Elegancia contemporánea y trato ultra-personalizado.
Compras en Via Tornabuoni: la calle más exclusiva de Florencia, con boutiques de Ferragamo, Pucci y Cavalli en edificios históricos.