De los mejores pubs a los parques más bonitos: estos son los cinco rincones de Dublín que recomiendan los irlandeses
Es difícil elegir entre tanto pub en las calles de Dublín. Foto : Unsplash

De los mejores pubs a los parques más bonitos: estos son los cinco rincones de Dublín que recomiendan los irlandeses

Lejos del cliché de la Guinness y los tréboles, Dublín se disfruta mejor cuando la recorres con las pistas de los que la viven día a día: bares auténticos, parques que huelen a lluvia y paseos lejos de los circuítos de siempre.

Aleks Gallardo | Noviembre 16, 2025

El que ha estado, lo sabe: Dublín no es una ciudad que se entregue al primer vistazo. Puede parecer pequeña, gris o incluso caótica, pero lo que la hace especial se esconde entre sus capas: las puertas georgianas que sobreviven al tráfico moderno, los pubs llenos de gente y los barrios que aún conservan la conversación pausada de pueblo grande. Es una ciudad que se lee sin la urgencia de otras capitales europeas. En sus calles, la historia está escrita en los ladrillos —desde las casas de Merrion Square hasta los almacenes reconvertidos del Docklands— y el carácter se sirve en pinta de cerveza negra.

Quien se queda en Temple Bar se pierde lo mejor. Los dublineses, cuando quieren disfrutar, cruzan el río Liffey y se alejan de los recorridos para turistas. Prefieren los bares de Smithfield, los paseos por Portobello, las librerías del centro donde aún se fuma a escondidas o los parques donde llueve más a menudo que brilla el sol. Esa es la verdadera Dublín: una ciudad que mezcla ironía y hospitalidad a partes iguales, capaz de invitarte a una ronda y discutir contigo sobre literatura en la misma noche.

Más allá de la maravillosa costa irlandesa, la capital del país tiene algo que pocas ciudades europeas conservan: una vida cotidiana que no se ha rendido al turismo masivo. Y como siempre ocurre, los mejores lugares son los que te cuentan los locales entre una pinta y otra

1. El pub más auténtico para conocer el Dublín más real: The Cobblestone

Los dublineses saben que la verdadera música irlandesa no suena en Temple Bar. Hay que cruzar el Liffey y llegar hasta Smithfield para entrar en The Cobblestone, un pub con suelo de madera gastado y sesiones de música tradicional casi todos los días. No hay escenario: los músicos se sientan juntos en un rincón, y cualquiera puede unirse si sabe tocar.

Fundado por la familia Mulligan, este bar se ha convertido en refugio para quienes defienden la autenticidad frente al turismo de masas. A menudo, verás estudiantes de música irlandesa mezclados con veteranos violinistas que llevan toda la vida tocando allí. Pide una pint de Guinness o de Smithwick’s, y deja que el violín marque el ritmo. Un consejo de insider: llega temprano los fines de semana, o te tocará escuchar desde el pasillo. Y si vas un martes, prueba el trad session más tranquilo, con músicos que tocan más para ellos que para el público.

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El mítico The Temple Bar. Foto: Unsplash

2. El parque más secreto del centro: Iveagh Gardens

A cinco minutos de St. Stephen’s Green, escondido tras muros de ladrillo, está uno de los secretos mejor guardados de Dublín. Iveagh Gardens tiene cascadas artificiales, un laberinto de setos y una sensación de calma que parece más bien de otra época. 

Pocos visitantes lo descubren, y eso es parte del encanto. Diseñado en el siglo XIX por el arquitecto paisajista Ninian Niven, combina el estilo francés formal con el romanticismo inglés. Los dublineses lo usan para leer, almorzar o simplemente desconectar. En verano, el parque acoge conciertos y pequeños festivales, pero el resto del año es un remanso de silencio a dos pasos del bullicio. Si buscas una pausa real, este es el sitio.

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Iveagh Gardens. Foto: Wikimedia Commons

3. Comer bien sin pretensiones: Bastible, en Portobello

En los últimos años, Dublín ha dado un salto gastronómico a pesar de lo que muchas puedan pensar. Lejos quedaron los tiempos del estofado y la sopa de cebolla como únicas opciones. Uno de los lugares más recomendados por los propios locales es Bastible, un pequeño restaurante de Portobello con menú degustación y una filosofía sencilla: ingredientes irlandeses, técnica impecable y cero pretensión.

El chef Barry FitzGerald trabaja con productores locales y cambia el menú cada pocas semanas. Puedes encontrarte platos como cordero de Connemara, ostras de Galway o remolacha asada con queso de cabra. El ambiente es relajado, sin mantel ni pretensiones, pero con una cocina que roza la perfección. Reservar con antelación es casi obligatorio. Y si no consigues mesa, su segundo local, Clanbrassil House, mantiene el mismo espíritu en versión más informal.

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Restaurante Bastible, en Portobello. Foto: Bastible

4. Una librería que es también un café (y un club literario improvisado): Books Upstairs

Dublín respira literatura, pero si preguntas a los locales dónde comprar un buen libro, no te mandarán a la típica tienda turística de James Joyce. Te hablarán de Books Upstairs, una librería independiente en D’Olier Street que lleva abierta desde 1978.

En el piso superior hay un café luminoso donde puedes sentarte a leer durante horas. La selección además es excelente: narrativa contemporánea, poesía irlandesa, feminismo, filosofía. También venden ediciones de pequeñas editoriales locales que no encontrarás en Amazon. Eso sí, en inglés, pero no hay mejor recuerdo que un buen libro. 

Y si te interesa el ambiente literario, pregunta por los eventos del fin de semana: lecturas, presentaciones o debates espontáneos que mantienen viva la tradición dublinesa de mezclar libros y conversación.

5. El alma verde del sur: Grand Canal y los cafés de Ranelagh

Cuando el sol decide aparecer —aunque sea solo por unas horas—, los dublineses se dirigen al Grand Canal. No al turístico, sino al tramo que atraviesa el barrio de Ranelagh. Caminar por este canal es ver otro Dublín: menos centrado en los clichés, más residencial y relajado donde las fachadas georgianas mantienen su dignidad discreta.

Para acompañar el paseo, hay una parada obligada: Nick’s Coffee Company, un puesto diminuto donde los baristas te darán el café que buscas. También merece la pena Er Buchetto, una trattoria con aire de barrio donde sirven una de las mejores carbonaras de la ciudad. Este rincón de la ciudad resume bien el espíritu dublinés que se percibe en los detalles.

Lo que hace diferente a Dublín es que sigue siendo vivible. A pesar de los precios altos y el turismo, mantiene una escala humana. Puedes recorrerla entera a pie, del Trinity College a Portobello, del Phoenix Park al mar en Sandymount. Quizá por eso, cuando preguntas a un dublinés cuál es su sitio favorito, rara vez te da una dirección exacta. Te dirá algo como “depende del día”, “cuando llueve” o “cuando hay partido”. Y ahí está la clave.

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Grand Canal en Dublín. Foto: Roger Nobles (Unsplash)

TURIUM TIPS

Evita Temple Bar (salvo una vez): ve, hazte la foto y sal rápido. Los irlandeses prefieren Smithfield, Portobello o Stoneybatter para tomar algo de verdad.
Pide tu Guinness donde toca: los dublineses juran que la mejor pinta está en John Kavanagh’s —más conocido como The Gravediggers—, junto al cementerio de Glasnevin.
Escápate al mar: a media hora en tren DART tienes Howth y Dún Laoghaire, dos pueblos costeros perfectos para comer pescado fresco y respirar aire atlántico.
No subestimes la lluvia: en Dublín no se pregunta “si va a llover”, sino “cuándo”. Lleva siempre una chaqueta impermeable: los paraguas aquí duran poco.