Santander late al ritmo del Centro Botín
El centro de arte expone Las Olas Perdidas, una instalación que une ética y estética y que confirma el compromiso de la ciudad con el arte como imán turístico.
En la bahía de Santander, suspendido sobre el Cantábrico como un puente entre una orilla festoneada de naturaleza y el entorno urbano, se alza el Centro Botín. El arquitecto Renzo Piano lo imaginó como un lugar de encuentro entre la ciudad y el mar, entre la materia y la luz. Y eso es lo que encuentras cuando lo visitas: un edificio que es una experiencia en sí mismo, donde se entrelazan el arte contemporáneo, la creatividad y el paisaje cántabro. Por eso se ha consolidado como símbolo cultural y como faro que atrae a viajeros de todo el mundo y locales que encuentran en este espacio un lugar de socialización y conocimiento. Esa misión vuelve a cumplirla este otoño con la exposición Las Olas Perdidas, del colectivo Cooking Sections, que permanecerá abierta hasta el próximo mes de marzo.
Rastreando la huella del mar
Entrar en la sala principal del Centro Botín y encontrarse con Las Olas Perdidas es sumergirse en un espacio donde el arte se comporta como el agua: fluye, cambia, se refleja, vibra. La instalación, concebida y producida especialmente por el Centro Botín, transforma la galería en un océano sensorial en el que el visitante se sumerge en una coreografía de sonido, movimiento y conciencia ambiental.

El colectivo Cooking Sections, formado por Daniel Fernández Pascual y Alon Schwabe, utiliza el arte como herramienta para interpretar los paisajes alterados por la acción humana. Su obra explora los sistemas ecológicos y alimentarios desde una mirada científica, poética y política a la vez. En esta instalación, rastrean un fenómeno apenas visible pero profundamente simbólico: la desaparición de las olas en el mundo.

En la penumbra vibrante de la sala, la muestra se despliega como una instalación performativa y musical. Sonidos envolventes, movimientos continuos y luces que respiran al ritmo del mar invitan al visitante a recorrer once olas concretas, cada una con su nombre, su historia y su geografía, desde el banco de arena de Mundaka hasta los litorales de Sudáfrica, Hawái o el Sáhara Occidental. Es un homenaje a lo que el ser humano ha borrado y, al mismo tiempo, una llamada a la memoria colectiva.
La música, creada por el artista Duval Timothy, traduce las formas y los ritmos de cada ola en once composiciones que llenan el espacio con un pulso casi físico. Los intérpretes activan una coreografía mínima y continua, en la que el cuerpo humano se convierte en eco del movimiento del mar. En esa danza silenciosa, el visitante se siente parte de un ciclo más grande, consciente de su propia presencia en el planeta.

El arte como laboratorio del territorio
La exposición es también un ejercicio de ciencia y de empatía. Cooking Sections ha trabajado junto al Grupo de Ingeniería Geomática y Oceanográfica de la Universidad de Cantabria para identificar e interpretar las olas desaparecidas y los cambios morfológicos del litoral. Así, el Centro Botín vuelve a convertirse en un enlace perfecto entre la creación estética y la comunidad científica y local.
La exposición se completa con un espacio de participación abierto al público donde los visitantes pueden aportar ideas sobre cómo regenerar los ecosistemas naturales.

El Centro Botín: un faro de cultura y de vida
Más allá de esta exposición, el Centro Botín se ha consolidado como uno de los centros de arte más inspiradores de España. Su programación alterna grandes nombres con creadores incipientes que experimentan con el territorio y la emoción. De las instalaciones de Carsten Höller que interpelan al espectador al color visionario de Maruja Mallo, de los diálogos con la luz a los paisajes imaginados, cada muestra redefine la relación entre arte y entorno.
No hablamos de un museo que se visita: es un lugar que se habita. Acoge talleres, conciertos, cine, teatro y actividades educativas que involucran a públicos de todas las edades. Su alianza con la Universidad de Yale, a través de su Centro de Inteligencia Emocional, le da una dimensión única: aquí el arte no solo se contempla, se experimenta como una forma de crecimiento personal y colectivo.

Santander, ciudad creativa
La presencia del Centro Botín ha transformado el mapa emocional de Santander. Donde antes había un muelle cerrado, hoy hay un paseo abierto al mar y a la creación. Donde antes la cultura era un complemento, hoy es un motor, punto de partida para nuevas rutas turísticas enriquecedoras.

El visitante que llega atraído por el arte descubre también un destino de gran belleza, extraordinaria riqueza natural, una gastronomía refinada y un ritmo sereno. Y quien viene por el mar, acaba encontrando una cita inesperada con la creación contemporánea. Así, el Centro Botín extiende su influencia más allá de sus muros: en hoteles, restaurantes y comercios, el nombre resuena como una promesa de excelencia y emoción.
En un contexto en el que el turismo busca autenticidad, el Centro Botín ofrece precisamente eso: una experiencia que une el placer y el pensamiento, el paisaje y la imaginación. La cultura se convierte en una forma de viajar, y Santander en un lugar que deja huella.