Iberia & Brasil: cuatro destinos para saborear la 'beleza'
Nunca antes fue tan fácil llegar a los espectaculares rincones del país más extenso de Sudamérica. ¿La razón? La mayor aerolínea española aumentará un 25% su capacidad en Brasil, donde, además, comenzará a operar a finales de este año y principios del siguiente dos nuevas rutas, Recife y Fortaleza.
La compañía española incrementará sus conexiones semanales con vuelo directo rumbo a Sao Paulo y Río de Janeiro y en breve también a dos nuevos destinos, Recife y Fortaleza, rutas que va a incorporar a finales de este año y principios del siguiente, respectivamente, y lo que supondrá 72.000 asientos más. Selvas urbanas, playas paradisíacas, gastronomía inesperada y un rico patrimonio cultural enamoran a ritmo de samba. El quinto país más extenso del mundo es mucho más que su colorido, y vibrante, carnaval.
Volar hasta la capital financiera de Brasil es más fácil que nunca gracias a los dos vuelos diarios operados por Iberia. El nuestro sale con rigurosa puntualidad y, tras 10 horas y 50 minutos de vuelo, en la aproximación a Sao Paulo la vista desde la ventanilla del Airbus A350-900 es inabarcable. Madrid y el océano Atlántico quedan lejos y ante nuestros ojos una jungla de cristal despliega su encanto al atardecer.
Sao Paulo, vibrante skyline en la selva

El trayecto desde el Aeropuerto Internacional São Paulo Guarulhos hasta tu hotel, en la célebre Avenida Paulista, sirve para entender la idiosincrasia de la ciudad. Máxime, si llegas un domingo: día en el que se peatonaliza para abrazar un espectáculo de músicos y arte callejero tan pegadizo como una samba. El corazón de este coloso de hormigón late vibrante entre casi 23 millones de almas. La noche es propicia para saborear el pulso ecléctico de la ciudad que nunca se para. Aquí conviven, con paradójica naturalidad, una nutrida comunidad japonesa, rascacielos y notables recordatorios art nouveau, como la aristocrática Vila Penteado o el Edifício Guinle, el primer arranha-céu paulista.
Si en la Casa das Rosas perdura el aroma cafetalero de un pasado próspero y palaciego, en la actualidad son innumerables los rooftop de moda para disfrutar, con la compañía de una caipirinha recién hecha (¡cómo una mezcla de cachaça, lima, azúcar y hielo puede resultar tan sabrosa!) de la modernidad icónica de Sao Paulo. Hablamos del Museu de Arte, el volumen rojo suspendido de Lina Bo Bardi; del Farol Santander, puro art déco que alumbra vistas 360° sobre el centro histórico; o de la onda modernista de Oscar Niemeyer, el incomparable Edificio Copan. De día, un metro abarrotado de gente sonriente y amable conduce hasta los pulmones verdes de la ciudad. En el Parque Ibirapuera se puede alquilar una bicicleta y participar en una clase de yoga o capoeira. Y en el Estadual da Cantareira, una de las mayores selvas atlánticas urbanas del planeta, las horas transcurren entre el rumor de las cascadas, el vuelo de los tucanes y el colorido de una flora exuberante donde no faltan orquídeas y bromelias. De fondo, su inconfundible skyline.

Recife, el sabor de la Venecia brasileña
Si Sao Paulo, la mayor metrópolis de América del Sur, es una referencia gastronómica mundial que enriquece la famosa lista The World’s 50 Best Restaurants, Recife puede presumir de un soberbio mestizaje culinario. Mientras la mirada se pierde entre aguas turquesas de mil matices, el paladar se puede entretener entre el colorido de la feijoada, el contundente guiso brasileño por excelencia donde no faltan los frijoles negros, el arroz, la naranja y varios cortes de cerdo. A partir del 13 de diciembre de 2025, Iberia aterrizará con su nuevo A321XLR entre los sabores lusos y africanos que hacen de este paraíso del lejano Pernambuco un hito para los sentidos. El arãoes una deliciosa crema de mandioca con coco y dendê que sintetiza la tradición afro e indígena. Y el arrumadinho es el nombre sensual (en Brasil hasta los nombres poseen una cadencia maravillosa) para resumir un plato sabroso de feijão verde y carne de sol con aliño de farofa, vinagreta y, a veces, aceites y pimientas que sazonan este afro-bahian. Se sirven en el Mercado de São José, en el bairro do Recife Antigo o en los restaurantes regionales de Boa Viagem.

Un extraordinario viaje por el paladar al que se suman destinos cercanos y únicos en el mundo. El Zeppelin del Parque do Jiquiá, por ejemplo, es el mástil de amarre de dirigibles más emblemático en América del Sur, testimonio histórico que alude a los vuelos de los Graf Zeppelin y Hindenburg que, en los años 30, cubrían la ruta Europa-Brasil. El Patrimonio UNESCO descansa en la Bella Olinda, a tan solo 8 kilómetros, y cuenta con imprescindibles como el Alto da Sé, la fuerza policromada del Convento de São Francisco y los bonecos de la ciudad colonial, los famosos gigantes de 17 kilos que colorean el carnaval. Si se prefiere disfrutar de los encantos de la que llaman la Venecia brasileña, se puede pasear relajadamente entre los puentes y canales que atestiguan su herencia holandesa, o entre los palacetes que levantó la nobleza azucarera. Lo que es incuestionable es que el tiempo se detiene entre este paraíso que adoran los amantes del buceo y los que gustan de ritmos apasionados y potentes: el carnaval pernambucano, y su pintoresco baile con sombrillas, serían impensables sin el fevro. Tres frecuencias semanales que permitirán acariciar esta fantasía llamada Recife.
En Fortaleza, tras las mariposas de arena
El estado de Ceará abolió la esclavitud un lejano 25 de marzo de 1884. Por ello se le conoce como Terra da Luz. Los vientos alisios favorecen el clima suave de su capital, Fortaleza, y de la bella desembocadura entre el río Ceará y el Pacoti. Y, los lunes, jueves y sábados, a partir del 19 de enero de 2026 acariciarán el fuselaje estrecho (narrow body) del A321XLR, el novedoso modelo que la aerolínea española lanzó en noviembre de 2024. Un ejemplo de sostenibilidad (la eficiencia se traduce en un ahorro de combustible de alrededor del 40%) que apreciarán los 182 viajeros de las clases Business y Turista. En tierra firme, nada como endulzar esta escapada con un coco de agua, un capricho tropical ideal para refrescar los 34 kilómetros de sus playas infinitas.

Iracema, Meireles y Do Futuro son parte de esta beleza marina que siempre apetece. Si Fortaleza exhibe su pasado holandés y luso (el baluarte aún puede visitarse) con unas vistas privilegiadas al Atlántico, a tan solo 40 minutos, en Cumbuco, los amantes del kitesurf dibujan cabriolas en el aire sobre aguas paradisíacas. Aquellos vientos decisivos para la navegación a vela desde el siglo XV moldean, en la actualidad, sus famosas dunas móviles. Es en este escenario caprichoso, con olor a salitre y palmerales infinitos que sortean lagunas interiores, donde los buguis imprimen sus huellas entre caídas y subidas pronunciadas. Una montaña de mariposas de arena en el estómago, que enmarcan fotografías inolvidables: en Paracuru y Lagoinha las colinas de viento se deshacen entre acantilados. Y, en Jericoacoara, la Duna do Pôr do Sol es la promesa de una puesta de sol inamovible en el recuerdo.
Río de Janeiro, amor de carnaval y bossa nova
Aterrizar en Río de Janeiro es el preámbulo para interiorizar que la sensualidad y la alegría son dos ingredientes para saborear, y exprimir intensamente, la vida. La ciudad más cinematográfica de Brasil nos enamoró, sin saberlo, en cuanto la conocimos. El flechazo surgió, quizá, cuando escuchamos la melodía de Jobim y paseamos, al calor de un rítmico Olha que coisa mais linda, junto a Vinicius de Morães y su Garota de Ipanema. O puede que su magnetismo nos atrapara sin remedio la primera vez que el Cristo Redentor, en el Corcovado, nos abrazó con sus 30 metros de estatura, sus 1.100 toneladas de peso y sus vistas sobre una bahía deliciosa. La antesala de la Cuaresma, el Carnaval, tampoco nos dejó indiferentes con el ritmo imposible de su sambódromo, sus 70 escuelas entregadas a palmas y armonías pegadizas, o cuando perdimos la noción del tiempo en un desfile multitudinario de carros alegóricos y cuerpos esculturales. Ni, por supuesto, cuando nos invitaron a bailar en una de las batucadas o comparsas vecinales que alegran calles y playas.

En Río de Janeiro se tiene la maravillosa sensación de estar en casa. Un déjà vu de jugo de caña de azúcar en los labios y rabiosos atardeceres, cuya belleza es tan ensordecedora que no encuentra las palabras. Por ello, cuando cae el sol en Mirante Dona Marte, frente al Cristo y la ciudad, y las primeras luces despiertan el Pão de Açúcar, en la boca de la bahía de Guanabara, los cuerpos se funden en un abrazo. Hace 75 años que Iberia comenzó su idilio con Río de Janeiro: un 12 de octubre de 1950. A partir de febrero del próximo año, y coincidiendo con el Carnaval, uno de sus siete vuelos semanales (132.000 asientos en 2025) te espera en este destino de fascinante beleza.