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Esta es la ciudad favorita de los arquitectos: está en Estados Unidos, llena de rascacielos
Esta es la ciudad favorita de los arquitectos: está en Estados Unidos, llena de rascacielos
De los primeros rascacielos del mundo a las torres líquidas de Studio Gang, Chicago es un manual de arquitectura a escala 1:1 donde dormir, comer y pasear se convierte en un ejercicio de observación urbana.
En 1885 se levantó en Chicago el que muchos consideran el primer rascacielos del mundo, el Home Insurance Building, y hoy la ciudad suma más de un millar de edificios de gran altura, con varias torres por encima de los 300 metros.
Durante décadas, arquitectos como Louis Sullivan, Daniel Burnham o Mies van der Rohe usaron estas calles como laboratorio para probar qué podía ser una ciudad moderna, mientras Frank Lloyd Wright experimentaba con otro modelo de vivienda a pocos kilómetros, en Oak Park. Todo eso sigue ahí, superpuesto en capas: hierro, acero, vidrio y hormigón contando, a su manera, la historia del siglo XX.
Lo interesante es que Chicago no se ha quedado congelada en la foto de "cuna del rascacielos". En las últimas décadas, ha ido sumando piezas que hablan de sostenibilidad, de reconversión de infraestructuras, de cómo transformar un frente fluvial industrial en un espacio público amable o de cómo hacer residencial de lujo sin perder experimentación formal.
El viaje se convierte así en algo más que una lista de iconos: es la oportunidad de ver, en tiempo real, cómo una ciudad que ardió entera en 1871 se ha reinventado una y otra vez hasta convertirse en el destino perfecto para cualquiera que disfrute con plantas, secciones y fachadas… aunque nunca haya pisado una escuela de arquitectura.
De incendio histórico a laboratorio vertical
La historia arranca mal: en 1871 un gran incendio arrasó el centro de Chicago y obligó a reconstruir la ciudad prácticamente desde cero. Ese “borrón y cuenta nueva” convirtió el skyline en un campo de pruebas perfecto para ingenieros y arquitectos que empezaban a coquetear con el acero y el ascensor. De ahí surge la Escuela de Chicago, el concepto de “form follows function” de Louis Sullivan y, en definitiva, el rascacielos tal y como lo entendemos hoy.
Ese pasado explica por qué aquí conviven sin trauma un clasicismo rotundo (el Chicago Board of Trade, el Wrigley Building) con la pureza de Mies van der Rohe o el organicismo de Frank Lloyd Wright. En un radio relativamente pequeño puedes saltar de las torres de vidrio de la posguerra al neogótico de la Tribune Tower, y de ahí al futurismo pulido de las últimas incorporaciones a la orilla del río.
Para entender la película completa, conviene empezar por el Chicago Architecture Center. No es solo un museo: es la base de operaciones desde la que salen los mejores tours a pie y, sobre todo, el famoso crucero fluvial en colaboración con Chicago’s First Lady Cruises, considerado uno de los mejores boat tours de Estados Unidos. Te sientas, pides algo de beber y un guía especialista te va explicando por qué cada edificio es como es.

Chicago, la ciudad de los iconos de la arquitectura
¿Es obligatorio ir al Loop y recorrer el “cañón” de LaSalle Street? Sí. ¿Y asomarse al mirador de 360 Chicago o al Skydeck del Willis Tower? Probablemente también. Pero la gracia de Chicago está en que, cuando empiezas a hacer zoom, aparecen otros iconos que cualquier amante de la arquitectura reconoce al instante.
Uno de ellos son las Torres Marina, las famosas “mazorcas” de hormigón que se levantan junto al río. Ese experimento residencial de Bertrand Goldberg sigue siendo una lección sobre cómo densificar la ciudad sin renunciar a balcones, vistas y cierto optimismo formal. A pocos kilómetros, en Hyde Park, la Casa Robie de Frank Lloyd Wright demuestra lo contrario: que también se puede hacer arquitectura radical a escala doméstica, con sus voladizos casi imposibles y esa horizontalidad llevada al límite.

La ciudad también es territorio Mies, y no solo en clave de rascacielos. En el campus del Illinois Institute of Technology, una visita a Crown Hall es casi obligatoria: la escuela de arquitectura convertida en caja de vidrio suspendida, con la estructura desplazada al exterior para liberar el interior. Muy cerca, el McCormick Tribune Campus Center, de Rem Koolhaas/OMA, se atreve a deslizar un volumen bajo las vías elevadas del tren y encapsular el ruido en un tubo metálico, demostrando que la infraestructura puede integrarse en el proyecto y no solo sufrirla.
Sobre esa base de clásicos, la ciudad ha seguido sumando piezas contemporáneas. Una primera parada imprescindible es Aqua Tower, el rascacielos de Jeanne Gang, de Studio Gang, terminado en 2009. Su volumen es, en esencia, una caja de cristal convencional.
La magia está fuera: esas losas de hormigón que se estiran hasta 3,5 metros para formar balcones ondulantes y crear una fachada que parece líquida. Las curvas responden a vistas, soleamiento y viento; y el edificio incorpora medidas de eficiencia energética que le han valido la certificación LEED. Plantéate verlo desde el nivel de la calle, desde el río y, si puedes, desde alguna azotea cercana para entenderlo mejor.

A un par de manzanas está el nuevo juguete alto de la ciudad: The St. Regis Chicago, antes Vista Tower, otro proyecto de Studio Gang terminado en 2021. Son tres volúmenes entrelazados de diferentes alturas que se apilan a partir de módulos de 12 plantas en forma de tronco de pirámide. El resultado es una silueta quebrada, casi pixelada, que parece moverse a medida que cambias de punto de vista. En la cara más doméstica de la ciudad, la Chicago Riverwalk se ha convertido en un paseo estratégico para el amante de la arquitectura: un corredor peatonal que va encadenando plataformas, escaleras, graderíos y pequeñas plazas frente al agua, diseñado para reconciliar la ciudad con su río y convertirlo en un salón urbano al aire libre. ¿Vas en invierno? Hay un extra que casi nadie cuenta: más allá de los tours clásicos, empresas de barcos eléctricos ofrecen pequeñas embarcaciones cubiertas y calefactadas para recorrer el río por tu cuenta, incluso en días fríos, con vistas privilegiadas a algunas de las mejores fachadas de la ciudad. Plan perfecto para quienes prefieren marcar su propio ritmo.

La excusa perfecta para peregrinar a la Farnsworth House
Otro motivo por el que Chicago es el sueño de cualquier amante de la arquitectura es que funciona como puerta de entrada ideal a una de las casas más influyentes del siglo XX: la Farnsworth House. Diseñada por Mies van der Rohe para la doctora Edith Farnsworth y construida entre finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta, esta caja de vidrio y acero elevada en medio del paisaje de Illinois es la síntesis absoluta del lenguaje miesiano.
La casa está en Plano, a algo más de una hora y media de Chicago en coche. Muchos viajeros la integran como excursión de día completo: salida temprano desde la ciudad, visita guiada a Farnsworth y regreso por la tarde. Es imprescindible reservar con antelación y consultar bien los horarios, porque el acceso solo es posible mediante tour y la experiencia se centra precisamente en entender cómo la arquitectura dialoga con el entorno, las crecidas del río y las estaciones.
Si te interesa de verdad la arquitectura moderna, el combo Chicago + Farnsworth House es difícil de superar: en la ciudad ves el Mies de los grandes rascacielos corporativos; en Plano, el Mies doméstico, radical y casi desnudo. Pocas veces se puede comparar con tanta claridad.
