Esta ciudad es preciosa y se puede recorrer a pie: está en el norte de España y bastan 24 horas para conocerla
La postal más fotografiada de Girona con sus casas de colores. Foto : Lucas Gallone (Unsplash)

Esta ciudad es preciosa y se puede recorrer a pie: está en el norte de España y bastan 24 horas para conocerla

Pequeña, culta y perfectamente proporcionada, Girona es una escapada redonda. En un solo día se puede caminar por la historia, comer de maravilla y entender por qué todo el mundo quiere volver.

Aleks Gallardo | Diciembre 4, 2025

Situada a medio camino entre el Mediterráneo y los Pirineos, y a solo 35 minutos en tren de Barcelona, Girona tiene la densidad cultural y la elegancia tranquila de las ciudades que se conocen a pie. Con apenas 100.000 habitantes, concentra más historia por metro cuadrado que muchas capitales europeas: fundada por los romanos como Gerunda, fue plaza fortificada medieval, enclave judío de referencia y bastión resistente en numerosas guerras. Todo eso se percibe aún en su arquitectura, en sus murallas, en los nombres de sus calles. Girona es pequeña, pero su historia es inmensa.

Y, sin embargo, no vive anclada en el pasado. En los últimos años, la ciudad se ha convertido en un destino gastronómico y cultural de primer nivel. Aquí nació el más famoso proyecto de los hermanos Roca, El Celler de Can Roca, y también ellos. Aquí los ciclistas profesionales han instalado su base europea; y aquí también se conserva uno de los cascos antiguos más bonitos y mejor restaurados de España. Además, tiene cerca pueblos medievales como Besalú y algún que otro hotel urbano con mucha historia.

El tamaño accesible de la ciudad permite recorrerla entera en un día, del Barri Vell al río Onyar, pero su encanto exige hacerlo despacio, mirando bien, sin perder detalle. 

9:00 El Barri Vell: historia en cada escalón

El Barri Vell, o casco antiguo, es el punto de partida inevitable. Aquí habita parte de la historia. Las calles empedradas del entorno de la Catedral de Santa María son una lección viva de urbanismo medieval. Su escalinata barroca —de 90 peldaños— conduce a una nave gótica considerada la más ancha del mundo (22 metros), una hazaña arquitectónica que le llevó casi siete siglos completarse. Desde la plaza, el horizonte de tejados rojos y el perfil del campanario marcan una de las imágenes más reconocibles de la ciudad.

A unos pasos, el Call Jueu (barrio judío) conserva intacta la estructura laberíntica del siglo XII, cuando llegó a albergar una de las comunidades hebreas más influyentes del Mediterráneo. El Museu d’Història dels Jueus, instalado en un antiguo edificio del Call, guarda inscripciones, objetos y documentos que narran aquella convivencia truncada en 1492 con la expulsión de los judíos. 

Antes de abandonar esta parte de la ciudad, vale la pena acercarse a la Basílica de Sant Feliu, con su torre esbelta y su mezcla de estilos. Aquí descansan las reliquias de San Félix, patrón de la ciudad, y un sarcófago paleocristiano del siglo IV, uno de los más antiguos de Cataluña. El conjunto de la catedral y Sant Feliu conforma el corazón monumental de la ciudad y marca el inicio del recorrido hacia el río.

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Las míticas escaleras de la Catedral de Girona. Foto: Brandon Gurney

11:30 Un café con vistas al Onyar

Tras la subida y las escalinatas, Girona invita a detenerse. El río Onyar atraviesa el centro y actúa como un espejo que multiplica el color. Las casas colgadas sobre sus orillas, con fachadas en tonos ocres, carmín y almendra, se han convertido en símbolo de la ciudad. La mejor panorámica se obtiene desde el Pont de les Peixateries Velles, una estructura de hierro rojo que fue construido por la empresa del famoso ingeniero Gustave Eiffel en 1877, anterior incluso a la famosa torre parisina.

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El puente de hierro de Girona data del año 1877, fue diseñado por Manuel Almeda y su costo fue de 22.500 pesetas. Foto: Gene Hiew (Unsplash)

En el margen derecho del río, entre tiendas de diseño y panaderías de autor, se encuentra La Fabrica, un café creado por un matrimonio de ciclistas profesionales que transformó una antigua nave industrial en uno de los espacios más agradables de la ciudad. El café es excelente, la repostería, impecable, y el ambiente, tan relajado como local. Si prefieres algo más tradicional, el Café Le Bistrot, en la Pujada de Sant Domènec, combina piedra, escaleras empinadas y mesas diminutas bajo buganvillas. Es, probablemente, el rincón más fotogénico del Barri Vell.

El paseo por el Onyar no solo ofrece vistas. También marca el límite entre la Girona medieval y la contemporánea, entre las murallas y la vida cotidiana. Cruzar el río es, como entrar y salir del tiempo.

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Skyline histórico de Girona. Foto: Enric Domas (Unsplash)

13:00 Paradas obligatorias para comer bien en Girona

En Girona, comer no es un trámite: es parte del viaje. Pocas ciudades de su tamaño pueden presumir de una densidad gastronómica semejante. Además del ya mítico Celler de Can Roca, con tres estrellas Michelin, el centro está lleno de propuestas que combinan creatividad y raíces.

Normal, el restaurante más reciente de los Roca, ofrece una experiencia más accesible y espontánea: recetas con alma catalana reinterpretadas con humor y precisión. En la Plaça de la Independència, Divinum se distingue por su menú de temporada con vinos del Empordà, y Casa Marieta, fundada en 1892, mantiene vivo el recetario tradicional —como el fricandó o la escudella— en un entorno elegante pero sin pretensiones.

Después del almuerzo, conviene bajar el ritmo con un paseo por la Rambla de la Llibertat, una calle porticada que sigue el trazado de un mercado medieval. 

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Restaurante Normal en Girona. Foto: Restaurante Normal

15:30 Entre murallas y jardines secretos

Por la tarde, la luz de Girona se vuelve más dorada, perfecta para subir a las Muralles Carolingias. Estas fortificaciones, levantadas entre los siglos IX y XV, rodean parte del casco antiguo y ofrecen una vista panorámica que abarca desde los tejados del Barri Vell hasta las montañas de Les Gavarres. El recorrido completo, de unos dos kilómetros, permite asomarse a varios miradores y torres defensivas restauradas. En los días claros, se distinguen los Pirineos nevados.

Al descender, los Jardins dels Alemanys aparecen como un remanso de paz escondido entre muros. Este espacio verde, situado junto al antiguo convento de Sant Domènec, conserva restos de un campamento militar del siglo XIX y una vegetación que parece sacada de un claustro. Es uno de esos lugares donde Girona muestra su mejor versión.

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Un paseo por las Muralles Carolingias. Foto: Turisme Catalunya

17:30 El atardecer junto al río

Cuando cae el sol, la ciudad cambia de tono. Las luces comienzan a reflejarse en el Onyar y las sombras alargadas tiñen de cobre los puentes. Es el momento de regresar al río y recorrer sus pasarelas: el Pont de Pedra, el Pont d’en Gómez, el Pont de Sant Agustí… cada uno ofrece una perspectiva distinta (y preciosa) del mismo cuadro.

El final del día puede celebrarse con una copa de vino o una cena ligera en Cul de Mon, un pequeño restaurante que combina producto local y vino natural desde la sencillez. Desde allí, basta caminar unos minutos hasta la Plaça de la Independència, donde la vida nocturna gira alrededor de terrazas animadas y  faroles encendidos. La belleza de esta ciudad se mide en la escala las ciudades donde el tiempo se detiene. 

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El Puente de les Peixateries Velles. Foto: Vladan Raznatovic

TURIUM TIPS

Si quieres disfrutar de las mejores vistas, sube hasta lo más alto de la Catedral y atrévete a contemplar la ciudad desde su terraza.
Perderte por el Call Jueu: uno de los barrios hebreos con más historia y mejor conservados de Europa.
Caminar por las Murallas Carolingias: con vistas al Barri Vell y los Pirineos.
Dormir en el Hotel Nord 1901: discreto, céntrico y con una piscina escondida en su patio interior.