Panamá: viajar con impacto positivo entre naturaleza, cultura y memoria
Panamá es un paraíso slow entre el Caribe y el Pacífico. FOTO : GERALBE / PIXABAY.

Panamá: viajar con impacto positivo entre naturaleza, cultura y memoria

Entre el Pacífico y el Caribe, el país que conecta América Central y el sur del continente es un paraíso de playas, bosques y rutas. Descubrir su patrimonio cultural es un viaje a ritmo slow al corazón de un tesoro en el que la sostenibilidad marca la pauta.

Gonzalo Varela | Diciembre 29, 2025

Viajar no es solo desplazarse. Es comprender, cuidar y conectar. Panamá lo ha entendido antes que muchos destinos y ha convertido esa idea en un modelo turístico que mira al futuro sin renunciar a su esencia, entre selvas salvajes, mares protegidos, comunidades vivas y espacios históricos únicos.

Situado en uno de los corredores de biodiversidad más importantes del planeta y marcado por siglos de intercambio cultural, el país propone al visitante algo más que paisajes espectaculares: plantea una experiencia en la que cada paso deja una huella positiva, con la sostenibilidad como principal activo diferenciador.

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La isla de Coiba. FOTO: FRANZ SCHÄFER / UNSPLASH.

Cuando viajar es cuidar

Panamá no concibe la sostenibilidad como una tendencia reciente, sino como una forma natural de relacionarse con el territorio. Flanqueado por dos océanos y con una exuberante riqueza biológica y una identidad cultural diversa, ha colocado la protección de sus recursos naturales en el centro de su estrategia turística.

Uno de los gestos más contundentes de este compromiso tiene que ver con el mar. En línea con la iniciativa global 30×30 –que busca proteger el 30% de las zonas naturales del planeta, áreas marinas incluidas, antes de 2030–, Panamá no solo ha cumplido el objetivo, sino que lo ha superado ampliamente, hasta alcanzar la conservación de más del 50% de sus océanos.

La ampliación del Parque Nacional Coiba, declarado Hope Spot por Mission Blue, ha sido clave en este avance. Sus aguas protegen uno de los ecosistemas más ricos del Pacífico oriental tropical y ofrecen al visitante una experiencia en la que bucear y practicar esnórquel significa entrar en un santuario vivo.

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Si buscas desconectar, la isla de Coiba es tu destino. FOTO: LEX CEDEÑO / UNSPLASH.

En tierra firme, la apuesta es igual de ambiciosa. Panamá alberga 18 parques nacionales y espacios naturales únicos, como el de la Amistad (se trata de la mayor reserva de este tipo de Centroamérica) y el Metropolitano, un caso excepcional de bosque tropical dentro de una capital urbana. Caminar por sus senderos, observar aves y explorar bosques nubosos es aquí una forma de turismo transformador que educa y sensibiliza.

Las playas también cuentan su propia historia de compromiso ambiental. Más de 200 sirven como zonas de anidación de tortugas marinas, protegidas por organizaciones locales y comunidades que han hecho de la conservación una fuente de orgullo y desarrollo. En enclaves como Isla Cañas y Mata Oscura, los viajeros tienen la opción de participar en programas de voluntariado e implicarse en vigilias nocturnas, liberaciones de crías o actividades educativas. Una manera directa de comprender que el turismo puede ser parte de la solución y no del problema, gracias a iniciativas como la red SOSTUR, que conecta a viajeros con experiencias regenerativas.

Bocas del Toro: un Caribe que se mueve al ritmo de la naturaleza

En el extremo noroeste del país, donde el Caribe se mezcla con la selva, emerge Bocas del Toro, un archipiélago vibrante que resume a la perfección este modelo de turismo consciente. Más que un destino de postal, Bocas es un territorio para experimentar activamente el paisaje, la cultura y el mar, especialmente si eres amante del surf. Sus arrecifes naturales crean algunas de las olas más famosas y exigentes de la región, con nombres que resuenan entre aficionados a la tabla de todo el mundo: Playa Bluff, Carenero Point y Silverbacks.

Bajo la superficie, el espectáculo continúa. Designado como Hope Spot por Mission Blue, el archipiélago es también un laboratorio natural donde el Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales estudia la extraordinaria biodiversidad marina del Caribe occidental. Más de 40 puntos de buceo y esnórquel permiten explorar arrecifes, tortugas marinas y jardines de coral en lugares como Cayo Coral, dentro del Parque Nacional Marino Isla Bastimentos.

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Bocas del Toro. FOTO: CAMILO PINAUD / UNSPLASH.

Cada una de las playas de Bocas tienen personalidad propia. Red Frog Beach combina senderos selváticos con arena dorada; Playa Estrella sorprende por la presencia de estrellas de mar visibles desde la orilla; y los Cayos Zapatilla ofrecen la sensación de desembarcar en un paraíso prácticamente intacto. Además, la posibilidad de recorrer manglares en kayak alrededor de Isla Colón o Isla Bastimentos convierte cada trayecto en una experiencia de observación y silencio activo.

Pero Bocas del Toro también se camina. Senderos que atraviesan selvas y costas llevan al viajero a descubrir cascadas y ecosistemas cambiantes en un solo día. En Isla Bastimentos, la Cueva de Murciélagos Nívida combina navegación por manglares, caminata por un bosque tropical y exploración subterránea, siempre de la mano de la comunidad Ngäbe-Buglé, auténticos guardianes del territorio.

La identidad afrocaribeña completa la experiencia. Ritmos de calipso, reggae y soca marcan la vida cotidiana; el guari-guari se escucha en Old Bank; y la gastronomía, basada en coco, mariscos y especias, es una extensión de la historia viva del archipiélago.

El Circuito Histórico de Panamá: cerrar el viaje en un lugar Patrimonio Mundial

Tras recorrer playas, selvas y archipiélagos sostenibles, el viaje por Panamá encuentra su cierre natural en la historia. Un relato que ha sido reconocido internacionalmente con el Circuito Histórico de Panamá, una ruta declarada Patrimonio Mundial por la Unesco que condensa siglos de comercio, encuentros culturales y tránsito entre dos océanos.

El tour agrupa tres grandes hitos patrimoniales que pueden explorarse desde la propia B. El primero es el Sitio Arqueológico de Panamá Viejo, fundado en 1519 como el primer asentamiento europeo en la costa pacífica americana. Sus ruinas –la torre de la antigua catedral, los conventos y cimientos coloniales– dialogan hoy con el skyline moderno, lo que invita a una poderosa reflexión sobre el paso del tiempo.

Muy cerca se encuentra el Casco Antiguo, heredero de la ciudad refundada tras la destrucción de Panamá Viejo en el siglo XVII. Hoy, este barrio restaurado es epicentro cultural y gastronómico, reconocido como Ciudad Creativa de la Gastronomía por la Unesco, donde conviven arquitectura colonial, cocina de vanguardia y vida urbana.

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El Casco Antiguo de la Ciudad de Panamá. FOTO: IGNACIO HERNÁNDEZ / UNSPLASH.

El circuito se completa en el Caribe, con las fortificaciones de Portobelo y San Lorenzo, ejemplos sobresalientes de la arquitectura militar colonial, construidas para proteger el comercio transatlántico. Portobelo, además, es corazón de la cultura Congo, una tradición afrodescendiente única en Panamá y reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, donde danza, música y rituales mantienen viva una historia de resistencia e identidad.

La reciente incorporación de la Ruta Colonial Transístmica refuerza este relato histórico, al unir senderos como el Camino Real y el Camino de Cruces, antiguas vías que conectaban el Pacífico y el Caribe a través de selvas, ríos y puertos. Hoy, recorrerlos es una forma de turismo slow que enlaza pasado, naturaleza y cultura.