
Dos hoteles míticos desde los que descubrir experiencias auténticamente mallorquinas
Vivir el lujo isleño, embarcarse en un yate de leyenda hacia la Mallorca más recóndita o habitar dos hoteles icónicos con vistas a la marina o a la Seu. Así es el glamour más mediterráneo.
De sobra lo sabía el escritor británico Robert Graves, a quien debemos el extraordinario “Los mitos griegos”. Mallorca es tierra de dioses. Un olimpo para el viajero que intuye que las islas siempre son algo fuera de lo común. Lo sabe igualmente el contemporáneo Miquel Barceló, que la ha retratado a fondo a su manera. Las Baleares nos trasladan siempre su imagen isleña de paraíso inmenso y vacacional. No solo es el Deià de Graves, en la majestuosa Serra de Tramuntana, sino también la Bahía de Palma, delimitada por el Cap de Cala Figuera y el Cap Blanc, dos brazos de tierra que se abren al turismo más exclusivo y, por supuesto, a la navegación más mediterránea.
Precisamente en Illetes, que pertenece al municipio de Calvià, se levanta el icónico Hotel de Mar de Gran Meliá, diseñado por José Antonio Coderch, el arquitecto de la modernidad, y conocido como el Edificio de Chocolate por su revestimiento. Sus habitaciones, que son premium o suites, todas ellas tienen vistas al mar. De la gastronomía se encarga la chef Marga Coll en el restaurante Arrels, aunque también está el Bombon Pool Club, con lo mejor de la cocina de nuestro mar y la firma de la diseñadora Alberta Ferretti, y el Perseo, porque ciertos platos también son mitológicos.
Un hotel de mar con yate para recorrer la isla
Ahora, el Hotel de Mar, solo para adultos, es también el primero de España en convertirse en destino de una de las marcas náuticas más famosas del mundo, Riva Yacht, símbolo de elegancia y artesanía “made in Italy” desde hace casi dos siglos. Esto quiere decir que, además de sus ya lujosos servicios, siempre entre pinos, cuenta con un Riva Lounge, un espacio gastronómico con terraza frente al mar, y un Riva Privée. Todo de inspiración marinera.

Desde la barra y las mesas en caoba a rayas, en un claro guiño a la cubierta de proa, hasta las sillas, los sofás, los libros y las maquetas. El lugar donde tomar un almuerzo ligero antes de zarpar, un aperitivo al atardecer o una cena a la luz de las estrellas, rindiendo homenaje a la tradición mallorquina, la innovación culinaria más refinada y los cócteles de autor, que incluyen, en un canto a la excelencia, las naranjas de Sóller.
Esto sitúa al Hotel de Mar en una privilegiada ruta que pasa por el astillero de Sarnico, junto al italiano lago Iseo, donde empezó la historia épica de Riva allá por 1842; por la terraza del Palacio Gritti, en Venecia, o por el Club Náutico de Mónaco, obra de Sir Norman Foster.
La experiencia continúa a bordo de una Rivamare, una embarcación para navegaciones privadas tanto de huéspedes como de visitantes externos, siempre bajo reserva. Hacia los acantilados de la Tramuntana, con destino al centro de Palma o para amarrar en la terraza de otro Gran Meliá, el recientemente renovado Hotel Victoria.
El hotel que recupera el glamour de los años 50
Después de una inversión de casi doce millones de euros, este hotel urbano, que es un clásico entre los clásicos, reabre sus puertas para ponerse otra vez en el centro de la vida social y cultural mallorquina. Ya lo hizo en los años 20 como Villa Victoria, una extensión del legendario Gran Hotel de Palma, que rápidamente se hizo sinónimo de exquisitez en la isla, llegando a ser refugio de la élite local e internacional. Además de testigo de las noches más sofisticadas en la época dorada de los años 50 a 70, cuando artistas y otras personalidades lo llenaron de bohemia y glamour.
La restauración, a cargo del estudio de arquitectura ASAH, capitaneado por Álvaro y Adriana Sans, le ha devuelto el esplendor para elevarse como referente del lujo contemporáneo. Además, en el más oportuno de los momentos, cuando Palma está a punto de dar la bienvenida a su nuevo Paseo Marítimo. Vaya por delante que sus 171 distinguidas habitaciones tienen vistas al puerto de Palma, una estampa de mar y barcos como pintada por Boudin, y a su soberbia catedral gótica, la Seu. Dispone de piscina interior y exterior, camas balinesas, centro fitness, sauna y spa.

Además, se ha vestido por dentro y por fuera de fibras y colores naturales, cuando no de blanco y azul, con toques de ikat, una de las técnicas de textiles más antiguas del mundo, que llegó a Mallorca por la Ruta de la Seda en el siglo XVI y aún se sigue trabajando de forma artesanal.
Asimismo, también ha hecho un guiño a su fabuloso pasado con la inauguración del Victoria Grand Café, un espacio gastronómico con terraza asomada a la bahía palmesana y abierto todo el día. Por si fuera poco, aspira a ser un espacio cultural. De hecho, ya se ha involucrado en la organización del Festival Paco de Lucía. Proféticamente, está en la Avenida Joan Miró.