
La llaman la isla de los famosos y es la más bonita del Mediterráneo: tiene calas paradisiacas y piscinas naturales
Pantelaria es una isla salvaje entre Sicilia y Túnez que ofrece el lujo de una vida relajada típicamente mediterránea entre un mar transparente, piscinas naturales y lagunas mitológicas. Además, alojándote en un encantador dammuso.
Una isla que es tan bonita y tiene una laguna con el nombre Espejo de Venus, la diosa que nació de la espuma del mar como Afrodita, solo puede desatar intensas emociones. Más todavía si está consagrada al cultivo de la vid, el fruto del dios Baco, sigue siendo salvaje y es querida tanto por el sol como por el viento. Visitarla es una experiencia apoteósica, por no decir directamente mítica y hasta mística.
Quizá lo hayas adivinado ya. Hablamos de Pantelaria, o Pantelleria, en italiano, una isla mediterránea perteneciente a Trapani, el secreto mejor guardado de Sicilia, que, sin embargo, está más cerca de Túnez. A 110 kilómetros al suroeste de la primera y a 65 kilómetros al norte del segundo, el país más pequeño del Magreb. En todo caso, entre dos continentes, Europa y África. Una posición estratégica que siempre ha sido aprovechada.
Qué ver en la isla siciliana de Pantelaria
A Pantelaria le pasa como a la Isla de Ré, salvando las distancias, las que hay desde este Mediterráneo a aquel Atlántico francés. Que han sabido mantenerse a salvo de la voracidad inmobiliaria y otras atrocidades de la modernidad, mientras conservaban la arquitectura típica, el aura virginal -esta mucho más que Ré- y los viejos oficios. Porque esta isla que enamoró al diseñador Giorgio Armani, y que tan del gusto es de los famosos, está salpicada de construcciones con nombre propio y singular, aunque esté en plural, los dammusi, muchos convertidos en pintorescos alojamientos.

Decíamos una laguna, casi redonda como un espejo en el que Venus se miraba casi emulando a Narciso, pero en realidad son dos. La otra está en la costa, se conoce como Laghetto delle Ondine y es una piscina natural entre escollos volcánicos, que se encarga de llenar el propio mar.
El paraje es tan exótico y embriagador, al estilo de nuestra Formentera, que sirvió de escenario para la película "Cegados por el sol" (2015), de Luca Guadagnino, con Tilda Swinton y Ralph Fiennes en el reparto, en un remake de "La piscina" (1969), de Jacques Deray, con Alain Delon y Romy Schneider. Lo de cegados por el sol es literal. Menos mal que es una isla e "hija del viento", como la bautizaron los árabes (Bent el Riah).
Una isla de roca negra rodeada de un mar azul
Como su origen es volcánico, se la conoce también como la Perla Negra. Agreste a su manera, la forman calas de roca y grava resguardadas por acantilados negros que contrastan con los bellísimos fondos de un mar idílico. Así es en Balata dei Turchi, vieja cantera de obsidiana, con un agua excepcionalmente transparente que nos recuerda a las calas paradisiacas del Cabo de Gata. Y también en el Faraglione, Martingana o el arco del Elefante; este último, por cierto, convertido en todo un símbolo de la isla.

Por otro lado, Pantelaria no podía ser más mediterránea, dominada por los ya mencionados viñedos, los olivos y las chumberas, que impregnan este lugar del magnetismo del desierto, pero con la felicidad incomparable de haber llegado al oasis. En lo particular del paisaje tienen que ver mucho los dammusi, construcciones tradicionales en piedra volcánica con forma de cubo y con los tejados acabados en cúpula con lechada de cal. Son de herencia árabe y constituyen un buen ejemplo de arquitectura ecosostenible, por sus materiales y por la manera armónica de integrarse en el entorno.
Los dammusi, las construcciones típicas de Pantelleria
Hay conjuntos de dammusi agrupados, con los fabulosos jardines pantelarianos, con muros circulares de piedra para proteger los huertos de cítricos de los inmisericordes vientos. Esta gran belleza se ve consumada en el Parque Natural de la Montaña Grande, el corazón verde de este paraíso azul, que presume de hasta 600 tipos de plantas y de ser el único parque europeo donde anidan los coloridos Cinciarella algerina y Beccamoshino. La exuberancia, como se ve, está garantizada. Al fin y al cabo, hasta la propia Pantelaria está catalogada como Parque Nacional.

Todo lo redondea el lago en donde empezábamos, el Specchio di Venere, que está al norte y es alimentado, lluvias aparte, por fuentes termales. Por suerte, está permitido el baño, incluso se recomienda con fines terapéuticos a causa de sus alabadas algas termófilas y el recurrente fango. También queda por citar la Llana de Ghirlanda, una llanura fértil entre montañas protectoras considerada el jardín de Pantelaria. Aquí se produce el famoso vino de la isla, que es el motor de su economía junto al turismo y las alcaparras.