
“Al mirar al otro, también me veo a mí misma”
Uno de nuestros talentos artísticos más notables y gran dama de la fotografía internacional será la invitada de honor de la V edición del Foro internacional Turium.
Una mujer con mirada propia, discurso libre y una cámara de fotos en la mano puede ser considerada, aún hoy, un elemento amenazante y poderoso. De ahí que Isabel Muñoz haya tenido que esperar décadas para acceder a ciertos rincones del planeta y realizar algunos de sus proyectos soñados. Poco a poco, y gracias a una voluntad inquebrantable, lo va consiguiendo.
Cronista visual de la diversidad, marida el poder de la emoción con una insondable profundidad antropológica. Así lo reflejan las fotografías que expone en los museos más relevantes del mundo. Son una inesperada y cautivadora fusión de belleza y activismo cultural, algo que les otorga múltiples capas de significado. Su calmado estar, ese que emplea en ocasiones para no ser vista mientras fotografía, es una sutil veladura que se rasga al hablar con ella. Sus ojos, oscuros y hondos como un obturador listo para disparar, centellean con creatividad y curiosidad infinitas. Esta conversación da buena cuenta de ello. Y es solo un anticipo…
¿Cómo descubriste tu pasión por la fotografía?
Cuando tenía 13 años reuní el dinero que me habían regalado mis abuelos por mis cumpleaños, mi santo y las navidades y compré mi primera Instamatic. Pero todo había empezado antes: de pequeña me gustaba pasar desapercibida y fotografiaba sin cámara. Observaba las miradas de amor, de envidia, de cariño, de poder... Y ahí sigo. Siento interés por el otro y necesito compartir lo que veo. Soy una contadora de historias.
¿Qué has aprendido retratando a otras personas?
Que la fotografía no miente. Del cuerpo humano me interesa todo: la emoción, plantearme de dónde venimos, a dónde vamos, qué les dejaremos a las siguientes generaciones… He descubierto muchas cosas radiografiando al otro, porque también es una forma de mirarme a mí misma, de ser generosa y de amar. He adquirido conocimiento sobre la luz, la oscuridad y nuestro reflejo en el prójimo.
Tu obra recoge los pequeños matices y las grandes diferencias entre etnias o credos. ¿Qué les dirías a quienes pretenden abolir lo distinto?
Que es ir contra natura, empequeñecer; la diversidad es un factor que está en nuestros orígenes y que nos ha permitido evolucionar. Debemos crecer y compartir. Recuerdo que, haciendo un trabajo para Unicef en una zona en desarrollo, les preguntábamos a los niños: “Si tuvieras una varita mágica, ¿qué pedirías?”. Como estaban pasándolo tan mal, esperábamos que pidieran algo material, pero la mayoría respondió esto: “Estudiar, porque, a través del conocimiento, podremos salir adelante”. Esa idea de colectividad me llena de esperanza.
De todos tus viajes, ¿cuál es el que más te ha marcado?
A mediados de los años 90, fui a Camboya para empaparme de la arquitectura, las deidades y los pasos de la danza khmer, que practican las mujeres desde muy pequeñas. En aquella época, Pol Pot había destruido cualquier cosa que tuviese que ver con la cultura, había asesinado a casi todas las bailarinas y llenado de minas parte del territorio. Un día el fotógrafo Gervasio Sánchez y el sacerdote Kike Figaredo me preguntaron si quería acompañarlos a un hospital donde acababan de cortarle la pierna, sin anestesia, a un chico llamado Sokhoen. Lo que vi allí, en ese lugar silencioso y desabastecido de medicamentos, me cambió, solo se oían los rugidos de dolor del crío. Cuando me acerqué a él y vi cómo le sonreía a Gervasio, me dije: “Dios mío, Isabel, no puedes céntrate solo de las deidades de Camboya, no puedes hablar del cielo sin hablar del infierno”. Y así empezó una relación maravillosa con Kike, hice un trabajo sobre las minas antipersona y descubrí la fuerza de la palabra. Porque la historia que no cuentas no existe.
¿Qué opinas de la IA generativa y su relación con el arte?
Yo le preguntaría a quien observa una obra creada por inteligencia artificial: “¿Te emociona lo que ves?”. Si la respuesta es sí, adelante. No me preocupa tanto que algo creado por una máquina sea arte o no como la manipulación que puede haber detrás. Creo que habría que legislar y crear una contrainteligencia artificial. Y, por otro lado, cuando te dan las cosas y no luchas por ellas, te debilitas. También en lo creativo. Si todo se lo pides a una herramienta, tu mente se empobrece.