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Un altar entre dos mundos: México revive en el corazón de Madrid
Hasta el 2 de noviembre, el hotel boutique Tótem Madrid expone su tradicional y asombroso Altar de Muertos, bajo una atmósfera marcada por el color, la imaginación, el espíritu de celebración y la memoria.
Hay lugares que, más que un destino, son un estado de ánimo. Ocurre en el hotel Tótem Madrid, en el barrio de Salamanca, cuyo lobby se transforma cada otoño en un escenario de celebración coincidiendo con la festividad del 1 de noviembre. El motivo es la colocación del tradicional Altar de Muertos, marcado ya como cita ineludible en el calendario de quienes buscan por estas fechas una dosis DE color y memoria, lejos del luto y los tópicos de Halloween.
La instalación, abierta al público hasta el 2 de noviembre, mezcla creatividad y emoción y rinde homenaje a los alebrijes, esas criaturas fantásticas que nacieron del sueño febril de un artesano mexicano y que se abren paso en el imaginario colectivo del mundo entero.

Cuando los sueños cobran forma
La historia es conocida, pero no por ello resulta menos mágica. En la década de 1930, Pedro Linares, un humilde cartonero de Ciudad de México, cayó enfermo y sufrió una pesadilla que lo marcó para siempre. En ella, se adentraba en un bosque poblado por seres híbridos: dragones con alas de mariposa, jaguares con colas de serpiente, aves que rugían y reptiles que volaban. “¡Alebrijes!”, gritaban en su sueño, y al despertar, Linares decidió darles cuerpo con lo que mejor conocía: el papel maché.
De su imaginación nacieron figuras tan llamativas como inquietantes, que pronto fascinaron a los artistas Frida Kahlo y Diego Rivera. Ambos entendieron lo que muchos tardaron en ver: que los alebrijes eran metáforas del alma, símbolos del tránsito entre lo visible y lo invisible, guardianes de una espiritualidad mestiza en la que la muerte no se teme, sino que se celebra con altares familiares. En ellos se colocan flores, alimentos, velas, sal y fotografías. Todo con un propósito: abrir un portal para que los difuntos regresen al mundo de los vivos por una noche y vuelvan a compartir la mesa con ellos.

El arte de cruzar fronteras
En el altar de Tótem Madrid, la tradición se traduce en arte contemporáneo. Las calaveras son sustituidas por alebrijes que parecen estar a punto de moverse; las velas se reflejan en el mármol y las paredes del lobby mutan en lienzos para la imaginación. No hay nada tétrico, sino una celebración estética de la memoria. Como si el propio espacio del hotel se convirtiera en un Xibalbá elegante (ese inframundo de la cosmogonía maya donde la vida y la muerte no se oponen, sino que se abrazan).
El autor de la instalación es el diseñador y joyero Daniel Espinosa. Conocido por su habilidad para unir tradición y modernidad, lleva tres décadas reinterpretando los códigos de la artesanía mexicana desde la elegancia contemporánea. Sus piezas, presentes en 75 boutiques internacionales, son pequeñas obras de arquitectura que brillan con identidad. Sin embargo, en el lobby de Tótem, el creador se aleja del metal para trabajar con el color, la forma y el mito: “Este altar es, en realidad, un puente entre generaciones, entre culturas, entre dos países que comparten el idioma del arte, la fe y la pasión por la vida”.
Un lugar con alma

Tótem Madrid no es un espacio cualquiera. Situado entre las calles Hermosilla y Lagasca, combina la elegancia clásica con una sensibilidad contemporánea. Sus molduras originales, sus maderas oscuras y su luz tamizada crean un ambiente que invita a la conversación tranquila, a la lectura con un cóctel en la mano o al silencio cómplice de quien observa. En sus habitaciones –desde las acogedoras dobles hasta las junior suites Ático, con vistas al cielo de Madrid– el confort adopta una forma discreta y moderna, como si cada detalle estuviera diseñado para el sosiego.<

Pero este establecimiento boutique es también una declaración de intenciones. Bajo la gestión del grupo Marugal, especializado en alojamientos internacionales singulares, el hotel, ubicado en un edificio del siglo XIX, ha encontrado su identidad como espacio donde el arte y la cultura conviven con el estilo de vida urbano. No es casual que cada año, el Altar de Muertos transforme su entrada en una galería efímera: es una manera de recordar que el lujo auténtico no está en el exceso, sino en la experiencia y en la conexión.