NO TE PIERDAS
De Galway a Kilkee: esta ruta a orillas del mar tiene los paisajes más bellos de Irlanda
Este hotel de lujo es perfecto para relajarse en Navidad: come, bebe y cuídate en el corazón del Priorat
Rodeado de viñedos y con vistas únicas, el hotel Mas d'en Bruno es un oasis donde desconectar y disfrutar de los mejores vinos del Priorat. Su propuesta gastronómica y sus experiencias a medida lo convierten en un destino imprescindible.
Las fotos de cómo estaba originalmente la histórica masía que hoy habita el Gran hotel Mas d’en Bruno hacen que el resultado final resulte aún más sorprendente. En su restaurada fachada cuelgan dos insignias difíciles de conseguir: la distinción 5 estrellas Gran Lujo y el emblema del prestigioso sello Relais & Châteaux. Dos claves que resumen a la perfección el mimo, el empeño y la inversión destinados a regenerar esta impresionante casona del siglo XVIII. Un referente indiscutible de patrimonio reconvertido en un destino en sí mismo, hasta el punto de ofrecer una forma muy particular (y muy privada) de vivir el Priorat. Desde dentro, en calma, con arquitectura y diseño al más alto nivel.
Su escala íntima (cuenta con tan solo 24 suites) es parte de su encanto. Como también lo es el paisaje que lo abraza y que impone su sinuoso ritmo. Llegar hasta aquí no es fácil, pero sin duda es un lugar para quedarse si te gusta el buen vino, la comida y disfrutar de experiencias lejos de masificaciones. En tus escapadas por la comarca, viajarás rodeado de lomas gentiles y viñedos centenarios, mientras el Montsant domina el horizonte con su estampa milenaria.

El Priorat, tierra de priores y vides sagradas
El hotel, propiedad de The Stein Group, es una joya remota ubicada en las inmediaciones de Torroja del Priorat; entre montañas, curvas imposibles, bancales de pizarra y pueblos diminutos que desafían la gravedad colgados en las montañas. Puedes descubrirlos a tu ritmo a bordo del Mini eléctrico que ponen a tu disposición si viajas sin vehículo propio.
La tradición vinícola en la región se remonta muy atrás, pero hay una fecha clave que coincide con la fundación de la Cartuja de Escaladei, en el siglo XII. Los monjes cartujos organizaron el territorio, extendieron técnicas agrícolas y convirtieron sus suelos de llicorella y sus laderas imposibles en un paisaje de terrazas con vocación de eternidad. Durante siglos, el Priorat histórico fue el dominio de la Cartuja y el nombre mismo de la región quedó ligado al vino como una seña de identidad colectiva.

Su próspera historia se vio truncada en el siglo XIX, con el abandono de la Cartuja y una plaga de filoxera que arrasó los viñedos, provocando ruina y migración. Aun así, el Priorat resistió con cepas replantadas a pulso y gracias a la tenacidad de sus campesinos. Habría que esperar hasta los años 80 del pasado siglo para asistir a su renacer: los nuevos viticultores apostaron por la producción de calidad. Hoy, el fruto de su apuesta es un éxito incontestable que combina tradición e innovación.

Dormir en Mas d'en Bruno al abrigo de un monte santo
Las habitaciones reflejan a la perfección la idea de lujo silencioso que articula la puesta en escena del hotel: materiales nobles, tonos terrosos que se fusionan con un metafórico burdeos, texturas cálidas y ventanas enmarcadas por arcos de medio punto. No en vano, el brief que recibieron C97 Arquitectes i Associats y Astet Studio, encargados del proyecto, fue el de realizar “un interiorismo profundamente arraigado en la identidad local”. Así se llevó a cabo y el resultado fue merecedor del galardón a la Mejor Restauración, Transformación y Conversión de Hotel del Mundo, en los prestigiosos Hospitality Design Awards.

Muchas suites cuentan con terraza privada y el conjunto está concebido para lograr una comunión constante con el exterior. Cada una tiene una distribución y peculiaridades diferentes ya que se quiso respetar el espíritu del edificio original, construido en 1797. Todas ellas están pensadas como un refugio íntimo y se reparten entre la casa principal y el edificio Atelier; de nueva construcción y con grandes ventanales que se abren a un entorno ordenado con la geometría que imponen las ondulantes hileras de vides infinitas.
La amplitud y la luz natural son norma común en todas las estancias. En muchas, las chimeneas ponen el toque más hogareño y, en otras los baños son el reclamo. En todas, la artesanía, los libros y el arte contemporáneo son el telón de fondo para una estancia bien ilustrada. Pero si hubiera algo más que pudieras necesitar tu personal butler se encargará de ello.

El arte del buen comer: cocina de terruño con una mirada actual
La gastronomía es otro de los pilares del hotel. Vinum, su restaurante gastronómico, está dirigido por el chef Josep Queralt, que trabaja desde la proximidad y reinterpreta el recetario catalán con técnica contemporánea. Menús degustación y carta conviven con un afinado maridaje de vinos locales, guiado por la sumiller de la casa. El discurso culinario nace de su huerto-jardín, donde es fácil encontrarse al propio Queralt eligiendo las verduras y las hierbas con las que cocinará poco después. La propuesta es sabrosa y respetuosa con el entorno, moderna, pero sin concesiones superfluas y desprovista de un dramatismo que empieza a sonar caduco.
Una opción más relajada es Tarraco, junto a la piscina, perfecta para comidas más desenfadadas pero sin renunciar a la misma filosofía de producto de temporada.

Y si planeas una escapada para celebrar fin de año, aquí encontrarás un plan irresistible: una experiencia gastronómica diseñada por el equipo del chef Josep Queralt para la Cena de Gala y Fiesta de Año Nuevo. El itinerario gastronómico incluye foie, ostras y caviar; platos principales como el ravioli de bogavante, vieiras curadas y ligeramente ahumadas, lubina cocida al vapor o tournedoÌ de vaca vieja. Los postres pondrán un broche de autor a la cena de gala.

El agua, un huésped omnipresente
Uno de los iconos del hotel es su piscina infinita con vistas a los viñedos y cabañas privadas con camas de día desde las que, en época de vendimia, se puede ver la recolecta de la uva. Los atardeceres desde aquí son un ritual inolvidable por el que brindar con algún espumoso de la casa.

Pero su secreto mejor guardado, el spa, se ubica en un entorno muy especial: el antiguo molino de la masía. Un lugar, pues, consagrado al agua desde hace siglos. Sus vestigios aparecen aquí y allá, entre la piscina dinámica climatizada, el jacuzzi, la ducha de contrastes, la sauna o el hamman. La experiencia cobra una dimensión especial ya que se privatiza su uso por horas para lograr el máximo de intimidad y disfrute. En cabina, los tratamientos aúnan técnicas centenarias con tecnología puntera. Nuestro favorito: el masaje relajante con aceite de semillas de uva caliente. El empleo de marcas locales con un profundo compromiso con la producción sostenible hace que la propuesta sea aún más especial.
