 
			        Refugio de otoño entre viñedos y leyendas
Áurea Palacio de Sober no es solo un hotel: es una puerta al alma de la Ribeira Sacra, un lugar que exhibe su esencia en esta época y que seduce al viajero en busca de autenticidad.
En el corazón de Galicia, donde los ríos Sil y Miño circulan entre gargantas de piedra, la Ribeira Sacra se revela como un lugar que abruma al viajero. Se trata de una tierra de silencios, neblinas que se disuelven en los primeros compases del día y monasterios que aún guardan el eco de los rezos que modelaron su nombre. En las laderas, escarpadas, formadas por terrazas naturales, casi imposibles por su inclinación, brotan cepas centenarias que configuran un paisaje donde el trabajo del viticultor resulta heroico. Cada racimo se recoge a mano, cada paso es una conquista frente a la pendiente.

En la mejor época
Esta zona privilegiada es también un viaje en el tiempo. Sus templos románicos –San Pedro de Rocas, Santo Estevo de Ribas, Santa Cristina– emergen entre robles y castaños, cubiertos de musgo, como si los bosques quisieran camuflarlos. No es difícil comprender por qué los monjes que los han habitado a lo largo de los siglos los escogieron para la meditación y el recogimiento, bajo el murmullo del Sil, que se desliza en calma, ajeno al vértigo de las montañas, reflejando el verde oscuro de un espacio que seduce con su equilibrio y en el que el campo y la espiritualidad se entrelazan. En el corazón de este territorio del sur de la provincia de Lugo, alejado de los circuitos convencionales, se alza el hotel Áurea Palacio de Sober, que en otoño se repliega para ofrecer todo su encanto exclusivamente durante los fines de semana.
Hablamos de una joya de la arquitectura medieval, rehabilitada con mimo y respeto, que abre una puerta de entrada a la Galicia más auténtica, la de los pazos, los bosques y las leyendas. Cada piedra de este establecimiento, ubicado en un edificio declarado Bien de Interés Cultural, cuenta la historia de los nobles gallegos que han pasado por él, con sus techos infinitos y una decoración de aires palaciegos que combina lo clásico y lo contemporáneo. Es esta una época perfecta para conocer la esencia de este lugar y disfrutar de un paisaje único y una estancia de relax. Muchas de las habitaciones, amplias y luminosas, regalan vistas sorprendentes del entorno. Aquí no hay artificio, solo verdad. De hecho, el silencio es uno de los grandes lujos del alojamiento.

En este espacio el tiempo se mide de otra manera y el concepto de desconexión alcanza una dimensión diferente. Es una experiencia sensorial que comienza en su spa, con circuito termal, piscina climatizada y una carta de tratamientos que fusiona técnicas ancestrales e ingredientes locales, sin olvidar la magia y el ritmo slow que marcan la pauta en los laberínticos jardines, decorados con fuentes centenarias y sembrados de flora autóctona.
Tierra de vino, piedra y agua
Para los que buscan algo más que descanso, el entorno ofrece un sinfín de posibilidades, que pueden descubrirse a pie, en bicicleta o da bordo de un catamarán que surca los cañones del principal afluente del Miño, una actividad que ofrece una perspectiva única del paisaje. Abundan las rutas de senderismo, algunas salpicadas de miradores desde los que admirar un entorno poco transitado y donde la naturaleza conserva su fuerza original.
Y, por supuesto, está el vino. Más de un centenar de bodegas dan brillo a la Denominación de Origen Ribeira Sacra, tan singular por las complicadas características de la zona, que imprime un carácter inconfundible a los tintos de uvas mencía y godello. Las visitas guiadas permiten descubrir los secretos de estos caldos, nacidos del esfuerzo y la paciencia, con el alma de una tradición que se remonta a tiempos pretéritos.
Sabores gallegos
La carta del Áurea Palacio de Sober es un homenaje a la tierra y las propuestas de otoño bien merecen una visita reposada. En su restaurante, Doña Branca, que parece sumergirte en el apabullante entorno gracias a sus ventanales panorámicos, la gastronomía gallega se reinterpreta desde una mirada contemporánea, sin perder el respeto por la tradición y el producto de proximidad. Los ingredientes de temporada –pulpo, ternera gallega, quesos artesanales, verduras o castañas– se combinan en platos de altura y se acompañan de una cuidada selección de vinos con Denominación de Origen. Cocina y bodega establecen así un diálogo que refuerza el vínculo entre sabor y paisaje. El resultado es una experiencia que seduce tanto por su sabor como por su coherencia, que se degusta lentamente, con los cinco sentidos.
 
							