
Lo llaman el Cinque Terre español: un tesoro oculto en el corazón de Mallorca
Mallorca tiene muchos secretos, pero quizás ninguno tan encantador como este pequeño pueblo colgado entre el cielo y el mar. Bienvenido a Banyalbufar.
Hay una escena en La gran belleza de Paolo Sorrentino en la que Jep Gambardella, el protagonista, recorre las azoteas de Roma con una mezcla de asombro y melancolía. El encanto está en el contraste entre lo monumental y lo cotidiano, en los pequeños detalles que solo perciben los que saben mirar. Algo similar ocurre con Banyalbufar, un rincón de la Serra de Tramuntana en Mallorca que, al igual que Cinque Terre o la Costa Amalfitana, parece haberse escapado de una postal. Pero aquí, la belleza no solo se contempla, se vive.
No hay una experiencia igual: amanecer con el sonido de las olas que se estrellan suavemente contra las rocas, mientras el sol tiñe de oro los bancales de piedra que descienden en terrazas hasta el mar. Banyalbufar no se molesta en atraer multitudes con la fama de sus vecinos italianos. No lo necesita. Aquí, el lujo reside en la simplicidad, en un paisaje que se ha mantenido prácticamente inalterado durante siglos.
El paisaje característico y único de Banyalbufar
Banyalbufar es una obra de arte natural, pero a diferencia de los paisajes de Cinque Terre, aquí no encontrarás una horda de turistas esperando capturar la misma foto para Instagram. La experiencia de Banyalbufar es personal e íntima, algo que se siente más que se ve. Es como el jazz: no se trata solo de las notas que se tocan, sino de los silencios entre ellas.
Los bancales de Banyalbufar, conocidos como "marjades", son la herencia de una tradición agrícola que se remonta a la época árabe. Estas terrazas construidas con piedra seca añaden un toque pintoresco al paisaje y son un testimonio de la resiliencia y la ingeniosidad humana. Desde el siglo X, estas "marjades" han permitido a los habitantes del pueblo cultivar en terrenos escarpados, aprovechando al máximo cada rincón de la montaña. A lo largo de los siglos, estas terrazas han visto crecer viñedos, olivares y huertos, que siguen siendo una parte fundamental del paisaje y la economía local.
El cultivo de la malvasía, una variedad de uva autóctona, es quizás el mejor ejemplo de cómo estas terrazas empinadas han moldeado no solo el paisaje, sino también la cultura local. El vino blanco que se produce en Banyalbufar es de una frescura y pureza que captura la esencia misma de la brisa isla. No hay mejor manera de entender la magia de este lugar que con una copa de malvasía en la mano, mientras observas el sol ponerse sobre las "marjades".

Cómo perderse por Banyalbufar
En Banyalbufar, perderse es casi una obligación. Sus callejuelas empedradas serpentean entre casas de piedra con persianas verdes, pequeñas tiendas de artesanía y restaurantes familiares. Cada rincón tiene su propio encanto, y cada esquina parece esconder una vista aún más impresionante del Mediterráneo.
El pueblo es también la puerta de entrada a algunas de las mejores rutas de senderismo de la isla. El Camí des Correu, un antiguo sendero que conecta Banyalbufar con Esporles, te regalará vistas panorámicas que parecen sacadas de una pintura impresionista. Con cada paso, te adentras más en la tranquilidad de la Tramuntana.
Y si lo que buscas es playa, Banyalbufar también tiene algo para ti, por supuesto. Su costa alberga algunas de las calas más íntimas y menos frecuentadas. Cala Banyalbufar, una pequeña cala de piedras situada a los pies del pueblo, es un lugar perfecto para un baño refrescante. Las aguas aquí son increíblemente claras. No encontrarás chiringuitos ni hamacas en alquiler; este es un lugar para disfrutar de la naturaleza en su estado más puro.
Un poco más allá, la Cala Estellencs es otro tesoro escondido, rodeado de acantilados que caen abruptamente en el mar. Este rincón apartado es ideal para aquellos que buscan tranquilidad y un entorno salvaje, alejado de las aglomeraciones. El acceso es un poco más complicado que el de otras playas, pero la recompensa es un entorno natural de una belleza impresionante.
Si sigues explorando la costa, descubrirás pequeños rincones como Cala de Ses Cortes o Port des Canonge, donde el tiempo parece haberse detenido. Estas calas son accesibles a pie a través de senderos que serpentean entre los acantilados.
Aquí, la vida transcurre a otro ritmo, uno marcado por las mareas y el ciclo de las estaciones. Es un destino para quienes buscan algo más que un simple lugar para tomar el sol. Es para quienes desean reconectar con la naturaleza, con la historia y, en última instancia, consigo mismos.
