
Cadaqués más allá de Dalí: calas y callejones en un destino de postal que nunca aburre
Dalí se marchó hace más de 35 años, pero Cadaqués no vive solo del surrealismo: hoy invita a descubrir calas escondidas, paseos sin prisas y los Taps, dulce símbolo de la catalanidad local.
El día que un turista llegue a Cadaqués sin fotografiarse junto al famoso huevo daliniano en Portlligat será el día en que el Mediterráneo pierda su color azul. Hasta entonces, seguirá siendo un ritual: una parada inevitable frente a esta peculiar escultura blanca. Pero lo cierto es que, aunque Salvador Dalí sigue siendo su gran reclamo turístico, sería injusto creer que Cadaqués es solo un museo al aire libre dedicado al pintor surrealista. Quien rasca un poco más allá descubre un pueblo que por muchos motivos es el más conocido y visitado de la Costa Brava, con permiso de Tamariu.
Pregunten a cualquier vecino, de esos que viven aquí durante todo el año y que observan con una mezcla de cariño y escepticismo la llegada masiva de turistas en verano. Ellos saben dónde están las calas silenciosas que parecen inmunes al calendario o en qué rincón de este pueblo se encuentra el mejor obrador artesanal para probar los Taps, ese bizcocho típico de Cadaqués con forma de tapón de cava, símbolo indiscutible de la identidad gastronómica local.
Callejones para perderse en Cadaqués
Si bien el núcleo histórico de Cadaqués es pequeño, resulta casi imposible recorrerlo en línea recta. La trama medieval, sinuosa y en pendiente, invita a perderse. Callejuelas como la del Call, llena de buganvillas, o la pintoresca calle d'Es Portal, con portales azul añil, esconden boutiques que venden desde cerámicas artesanales hasta moda local diseñada con tejidos sostenibles.
La historia de Cadaqués está escrita en estas calles estrechas. Basta asomarse a la iglesia de Santa María, construida entre los siglos XVI y XVII, para encontrar detalles fascinantes como su altar mayor barroco o el sorprendente órgano, uno de los más antiguos de Cataluña. No muy lejos, se puede visitar la antigua casa de pescadores, Can Rafa, reconvertida en una taberna donde tomar un vermut mientras los vecinos juegan al dominó en una escena cotidiana que aún no ha sucumbido al turismo masivo.

Calas para huir del mundo
Cadaqués no sería Cadaqués sin su litoral accidentado y lleno de sorpresas. Más allá de la playa principal, cuyas aguas cristalinas suelen saturarse en temporada alta, se abren calas como Sa Sabolla o Cala Jugadora, accesibles solo tras un breve paseo o una travesía en kayak. En ambas, la privacidad es casi absoluta incluso en plena temporada alta, refugios naturales para quienes necesitan un descanso de la multitud. El agua, clara y fresca, recuerda constantemente que estás en la Costa Brava, uno de los tramos de costa más privilegiados del Mediterráneo.
Para quienes prefieren caminar, existe un camino costero espectacular que conecta Cadaqués con el faro del Cap de Creus, la punta más oriental de la península Ibérica. La ruta de senderismo parte del Camí de Ronda, ofrece panorámicas inolvidables y rincones aislados para bañarse entre rocas y algas posidonia, especie marina que indica la calidad de estas aguas mediterráneas.

Gastronomía con sello local: los Taps
Si la gastronomía en Cadaqués es conocida por la calidad de su pescado y marisco -el famoso suquet de peix sigue siendo el plato estrella en restaurantes como Compartir, dirigido por ex cocineros de El Bulli-, existe una delicia dulce que acapara cada vez más atención: los Taps. Se trata de un bizcocho esponjoso y ligero con forma de tapón de botella de cava, bañado suavemente en azúcar y con un leve toque de anís. Un dulce nacido aquí, en Cadaqués, que los habitantes locales adoran tomar durante las tardes acompañándolo con café o una copita de licor dulce.
El mejor lugar para probar estos pasteles emblemáticos es la Pastisseria La Mallorquina, una institución en Cadaqués desde 1938. Allí, cada día se elaboran artesanalmente, respetando la receta original y utilizando ingredientes naturales, lo que garantiza su frescura y sabor auténtico.
Para terminar el día, una buena opción es sentarse a tomar una copa tranquila en alguno de los bares menos concurridos de primera línea, mientras el sol se esconde lentamente sobre la bahía. Aunque Dalí dejó una huella imborrable, el auténtico encanto de Cadaqués radica en su capacidad para renovar el interés más allá del tópico.
