
Este es el pueblo más bonito de la Provenza francesa: está en lo alto de una montaña con vistas espectaculares
Turistas que se paran en mitad de la carretera, influencers buscando el ángulo perfecto y franceses que vienen solo a comer bien: Gordes tiene razones objetivas para llamar la atención.
Las cosas como son: hay pueblos franceses con encanto para dar y tomar, y Gordes es el que más acostumbrado está a que le saquen fotos. Es lo primero que pasa: alguien frena el coche, saca el móvil y apunta hacia ese conjunto compacto de casas de piedra. La imagen es tan perfecta que molesta un poco. Pero cuando bajas del coche y empiezas a caminar por sus cuestas empedradas, entiendes por qué este pueblo es más que su fachada.
Situado en el departamento de Vaucluse, en plena Provenza, Gordes ha pasado de ser un pueblo en lo alto de una colina a convertirse en un fenómeno turístico con estructura de fortaleza defensiva. Lo que era una necesidad militar en la Edad Media (controlar el territorio desde las alturas), hoy se traduce en vistas privilegiadas del valle del Luberon, y en miles de personas que suben hasta aquí cada año para comprobar que la foto no miente.
Arquitectura que destaca entre los pueblos vecinos
Lo mejor de Gordes es que no necesita disfrazarse de Provenza. No hay decorados, ni colores forzados, ni lavandas colocadas para la foto. Las casas son de piedra caliza local, secas y sobrias, con una uniformidad cromática que no nace del marketing, sino del terreno. Caminar por el pueblo no es fácil: las pendientes son reales, las aceras mínimas y el suelo, irregular.
El centro está dominado por el castillo, reconstruido en el siglo XVI y que hoy funciona como espacio de exposiciones. A su alrededor se concentra el movimiento: terrazas, galerías de arte, tiendas de productos locales, algún grupo de ciclistas en pausa.
También están las bories, esas construcciones tradicionales en piedra seca que han sobrevivido fuera del núcleo urbano. El Village des Bories, a pocos minutos, permite ver cómo vivían pastores y campesinos antes de que la región fuera territorio de segundas residencias parisinas.

Todo lo que tiene Gordes para descubrir
Gordes ha sido refugio, fortaleza, centro de resistencia y ahora atracción turística. En la Segunda Guerra Mundial, sus habitantes escondieron y ayudaron a miembros de la resistencia francesa, lo que le valió una condecoración oficial. Pero más allá del pasado heroico, el presente se impone con otros códigos: la gente viene a desconectar y a disfrutar del lujo rural francés.
La mayoría de visitantes no se quedan a dormir en Gordes, pero quienes lo hacen suelen ir a La Bastide de Gordes, un hotel de cinco estrellas con vistas panorámicas y precios en consonancia. Para el resto, hay casas rurales con encanto, algunos apartamentos pequeños bien ubicados y bastantes opciones gastronómicas pensadas para que el visitante gaste con gusto.

Qué hacer y qué comprar en Gordes
Lo que hay que ver: la abadía de Sénanque, a solo 4 km del pueblo, sigue habitada por monjes cistercienses y es uno de los grandes reclamos de la zona. No por religión, sino por estética: en verano, el campo de lavanda frente a la abadía parece generado por inteligencia artificial de lo perfecto que es.
Lo que no hace falta repetir: la foto panorámica desde la carretera D15. Ya la hiciste al llegar, ya la hiciste al irte, no necesitas parar de nuevo cada 200 metros. El ángulo es el mismo.
Qué comprar: los martes hay mercado, y merece la pena por dos cosas: el queso fresco de cabra (busca uno llamado brousse) y los tejidos de lino.
Y si quieres moverte: desde Gordes se puede hacer base para visitar otros pueblos sin saturación, como Joucas o Goult, donde la experiencia es parecida. Roussillon, con sus tonos rojizos, también es interesante, aunque más turístico.
