Esta es una de las ciudades españolas donde mejor se come: es la más divertida para visitar con amigos
Catedral de Pamplona entre edificios. Foto : Pixabay

Esta es una de las ciudades españolas donde mejor se come: es la más divertida para visitar con amigos

Pamplona es una ciudad que se descubre caminando: entre murallas, parques y plazas con historia, combina el encanto del norte con una serenidad que la hace única.

Aleks Gallardo | Diciembre 25, 2025

A algunos viajeros, sobre todo extranjeros, se les ilumina la cara cuando oyen Pamplona por lo que leyeron de Hemingway; a otros, porque descubrieron la ciudad casi por accidente, de camino a algún valle o pueblo precioso del norte como Olite. Los dos acaban encontrando lo mismo: una capital pequeña, cuidada y sorprendentemente sofisticada, donde todo se hace andando y casi nada parece pensado solo para el turista. Desde una mesa en el Café Iruña, con la Plaza del Castillo desplegada delante, la ciudad se entiende rápido: balcones con historia, soportales llenos de vida y buena vida. 

Lo interesante llega cuando uno se levanta de la plaza y empieza a unir puntos: la geometría perfecta de la Ciudadela, el trazado compacto del casco histórico, los parques que se aferran al cauce del Arga y ese balcón natural que es el Parque de la Media Luna. Pamplona funciona como una especie de manual de cómo debería ser una ciudad del norte: verde sin ser rural, histórica sin ser un museo excesivo, viva sin necesidad de ruido. Así es como engancha.

La Ciudadela: el corazón verde y geométrico de Pamplona

Pocas ciudades europeas conservan una fortificación renacentista tan intacta como la Ciudadela de Pamplona. Construida en el siglo XVI como bastión defensivo, hoy es el pulmón más elegante de la ciudad: un parque de 280.000 metros cuadrados con forma de estrella, rodeado de fosos, caminos arbolados y murallas que han pasado de repeler ejércitos a acoger ciclistas y familias.

En sus antiguos pabellones militares se organizan exposiciones de arte contemporáneo, ferias y conciertos, mientras que en verano se convierte en el escenario de actividades culturales al aire libre. Los locales vienen a correr, leer o improvisar un pícnic en la hierba, pero también a disfrutar de esa sensación de silencio raro en mitad de una capital. Es un punto de encuentro entre generaciones y, en cierto modo, el resumen de la ciudad: sobria, elegante y profundamente viva.

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Ciudadela, Pamplona. Foto: Maksym Diachenko (Unsplash)

El casco histórico: piedra, vino y buen gusto

Desde la Ciudadela se llega al casco antiguo en apenas cinco minutos a pie. El centro histórico de Pamplona mantiene intacto su trazado medieval, y recorrerlo es entender su historia capa a capa: calles estrechas, soportales y balcones con flores.

El paseo puede empezar por la Catedral de Santa María la Real, un templo gótico con una fachada neoclásica que engaña: dentro, la luz y la piedra cuentan mil años de historia. Su claustro es una joya del silencio y uno de los más bellos de Europa.

Desde allí, las calles del casco viejo llevan hasta la Plaza del Castillo, el salón de Pamplona. Rodeada de cafés, librerías y fachadas porticadas, la plaza concentra el pulso urbano de la ciudad. En el centro, el Kiosco de Música, de principios del siglo XX, funciona como símbolo y punto de encuentro. Alrededor, locales históricos como el Café Iruña mantienen la atmósfera elegante de otra época, con suelos hidráulicos, espejos dorados y camareros que todavía visten chaqueta blanca.

Por la tarde, lo mejor es perderse por calles como Estafeta, Zapatería o San Nicolás, donde conviven bares de pinchos, tiendas artesanas y restaurantes de cocina navarra moderna. Pamplona tiene una forma especial de entender la gastronomía sin pretensiones.

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Casco histórico de Pamplona. Foto: Juan Manuel Sánchez (Unsplash)

El Parque de la Media Luna y los paseos junto al Arga

A diferencia de otras capitales, en Pamplona la naturaleza no está a las afueras: está dentro. El Parque de la Media Luna es el ejemplo perfecto. Diseñado a finales del siglo XIX por el paisajista francés Henri Duchêne, ocupa una suave ladera sobre el río Arga y combina paseos curvos, miradores, fuentes y árboles centenarios.

Desde el mirador principal se domina todo el valle: un paisaje que cambia con cada estación, desde el verde brillante de la primavera hasta los tonos ocres del otoño. Es un parque con alma de jardín botánico y, sin duda, una de las zonas más bonitas de Pamplona.

Desde su extremo oriental parten los paseos del Arga, un conjunto de senderos fluviales de más de 30 kilómetros que rodean la ciudad. Se pueden recorrer a pie o en bicicleta, cruzando puentes medievales y parques urbanos. En días soleados, el recorrido desde el Puente de la Magdalena hasta el Molino de Caparroso es ideal.

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El mítico kiosco de Plaza Castillo. Foto: Cristina Visan (Pexels)

Comer muy bien: cocina navarra con carácter

Pamplona tiene una relación especial con la gastronomía: no presume, pero se  hace notar. El Restaurante Europa, con una estrella Michelin, es una apuesta segura: tradición navarra actualizada, servicio impecable y una bodega que roza la perfección. En su menú, el espárrago de temporada o la menestra son tratados con el respeto de un plato de lujo. A pocos pasos, el Rodero, también con estrella, sigue siendo el gran emblema familiar de la ciudad: cuarenta años después, combina creatividad, raíces y un punto emocional que lo hace único.

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Pamplona, una ciudad verde. Foto: Dayso (Unsplash)

Dormir en la historia: el Gran Hotel La Perla

Si hay un lugar que define la esencia de Pamplona, ese es el Gran Hotel La Perla, el hotel más antiguo de Navarra y uno de los más singulares de España. Inaugurado en 1881, se asoma directamente a la Plaza del Castillo y ha sido testigo de la historia moderna de la ciudad desde sus balcones.

Su lista de huéspedes es casi una crónica del siglo XX: Ernest Hemingway, que convirtió la habitación 217 en su refugio favorito; Orson Welles, Charles Chaplin, Ava Gardner o Manolete también durmieron aquí. El hotel ha sabido conservar ese aire clásico y aristocrático sin perder modernidad tras una profunda reforma.

Las habitaciones están personalizadas según sus huéspedes ilustres, con retratos, cartas y objetos originales. Desde las suites, las vistas a la Plaza del Castillo son un espectáculo en sí mismas, especialmente al atardecer, cuando la luz dorada inunda los soportales y el kiosco central parece un escenario.

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El histórico hotel La Perla de Pamplona. Foto: Hotel La Perla

TURIUM TIPS

Desayuna en el Café Iruña: el clásico de la Plaza del Castillo, con su interior modernista impecablemente conservado.
Sube al mirador del Parque de la Media Luna: para ver el valle del Arga y los tejados del casco histórico.
Visita la Catedral de Santa María la Real: y su claustro gótico, uno de los más bellos de Europa.
Haz la ruta de pinchos por las calles San Nicolás y Estafeta: tapeo con carácter en las calles más animadas de la ciudad. 
Cruza el Puente de la Magdalena y sigue el paseo fluvial del Arga: es el pulmón verde más bonito de la ciudad.
Duerme en el Gran Hotel La Perla: frente a la Plaza del Castillo, un clásico con más de un siglo de historia y huéspedes ilustres.