Las playas de Menorca que no conoce nadie y que son tan bonitas como Cala Macarella
La famosa cala Macarella en Menorca. Foto : ApuntMenorca

Las playas de Menorca que no conoce nadie y que son tan bonitas como Cala Macarella

Todos quieren una foto en Macarella, pero Menorca esconde otras calas igual de espectaculares donde aún se puede extender la toalla sin invadir el espacio vital del de al lado.

Aleks Gallardo | Septiembre 6, 2025

Macarella, Mitjana, Turqueta, Pregonda. Si te suenan estos nombres, probablemente hayas buscado las mejores playas de Menorca en Google y hayas acabado con una lista de calas de postal, con aguas turquesa, arena blanca y rocas esculpidas. Son las más buscadas, las más retratadas y también las más visitadas.

Su popularidad no es casualidad: todas tienen un acceso relativamente sencillo, una estética irresistible y ese equilibrio tan menorquín entre lo salvaje y lo acogedor. El problema es que, en temporada alta, también comparten otra cualidad: la masificación. Porque sí, Macarella es espectacular, pero encontrar hueco para plantar la sombrilla sin rozar la de tu vecino puede convertirse en deporte olímpico.

Pero si quieres visitar Menorca como un experto debes saber que a pocos pasos —o a una caminata razonable—, la isla esconde otras calas igual de espectaculares y mucho menos concurridas, donde el mar suena más que los altavoces y aún se puede practicar el noble arte de la siesta sin banda sonora ajena. Algunas ni siquiera tienen chiringuito, lo que ya las convierte en lugares casi místicos en pleno siglo XXI. Después de disfrutarlas, ¿qué tal un atardecer en uno de estos restaurantes?

Cala Trebalúger: la recompensa al paseo entre pinos

Para quienes creen que las mejores cosas llegan tras un pequeño esfuerzo, Trebalúger es un regalo. Se accede desde Cala Mitjana, atravesando un sendero que serpentea entre encinas y pinos mediterráneos durante unos 35 minutos. El recorrido es lo bastante exigente como para disuadir a los que buscan comodidad instantánea, pero lo bastante corto como para no convertirlo en excursión épica.

¿La recompensa? Una playa amplia, de arena fina, encajada entre acantilados bajos y completamente virgen: no hay bares, no hay hamacas, no hay cobertura. Solo mar, arena y cielo. El torrente que desemboca en un extremo añade un toque salvaje, y a veces se forma una pequeña laguna que se convierte en piscina improvisada para quienes huyen de las olas (pocas, pero a veces presentes).

Un consejo: ir temprano, no tanto por el número de personas, que raramente es excesivo, sino por la luz. Las primeras horas del día convierten la superficie del mar en una especie de espejo líquido y azul que parece diseñado por un arquitecto minimalista.

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Playas de Tebaluguer. Foto: ApuntMenorca

Cala Pilar: para amantes del rojo (y sin asfalto)

No, Cala Pilar no es la típica playa balear. No tiene acantilados de caliza blanca ni pinos en equilibrio imposible. Aquí el protagonista es el color rojizo de sus arenas y arcillas, que tiñe también parte del mar cercano y le da un aire de planeta desconocido.

Para llegar hay que caminar unos 40 minutos desde el parking de Els Alocs, en el norte de la isla. La ruta discurre por un bosque denso y fresco que parece diseñado para aventureros que llevan bocadillo de queso mahonés en la mochila. Al llegar, sorprende el contraste: tras tanto verde, se abre una playa abierta, expuesta a los vientos de tramontana y flanqueada por colinas rojas y naranjas.

No es lugar para buscar sombra (no hay), ni para flotar como en una piscina (aquí el mar tiene carácter). Pero sí para desconectar, observar cómo cambia el color de la arena al sol o practicar ese noble deporte menorquín que es quedarse quieto mirando el horizonte sin hacer absolutamente nada.

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Cala Pilar. Foto: Isola di Menorca

Cala Escorxada: el lujo de la desconexión

Si Trebalúger era ya una recompensa, Escorxada eleva la apuesta. No se llega rápido, ni fácil. Hay que andar durante al menos 50 minutos desde Santo Tomás por el Camí de Cavalls, el sendero costero que recorre toda la isla. Y sí, a veces el calor aprieta. Pero el que llega, se queda.

Escorxada es la antítesis del resort. Una playa pequeña, de aguas increíblemente claras, sin cobertura móvil, sin tumbonas y con una sensación de aislamiento casi teatral. A menudo hay menos de diez personas en todo el arenal, lo que da la falsa impresión de haber descubierto algo que nadie más conoce.

El nombre puede sonar amenazante (“escorxada” significa desollada), pero nada más lejos. Aquí todo es suave: las dunas, las olas, el paso del tiempo. Si vas, lleva agua, comida y cero planes. Lo único programable aquí es la salida del sol y, si te animas, el regreso al anochecer bajo el cielo estrellado (otro espectáculo gratis).

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Cala Encorxada. Foto: Wikimedia Commons

TURIUM TIPS

Ciudadela al atardecer: pasea por el casco histórico, toma un helado artesanal y disfruta de la puesta de sol en el puerto.
Ruta del Camí de Cavalls: explora alguno de los tramos más bonitos de este sendero histórico que rodea toda la isla.
Faro de Favàritx: visita este icónico faro rodeado por un paisaje lunar y contempla el mar desde sus acantilados.
Prueba la Caldereta de Langosta: saborea este plato típico en el pueblo pesquero de Fornells.