La ciudad más bonita de Dinamarca es también la más antigua: tiene casas medievales y una aldea vikinga
Sus casas de colores de madera y ladrillo, su urbanismo y su localización convierten a Ribe en un destino soñado. Cómo no si está asomada a ese paraíso que es el mar de Frisia, el de las focas y los estorninos. No podía ser más danesa.
La verdad es que si decimos Jutlandia ya nos situamos en un territorio relacionado, desde antiguo, con la agricultura, la pesca y lo rural. Y, por supuesto, con mares y barcos. De hecho, Hans Christian Andersen (1805-1875), uno de los grandes cuentistas, encontró aquí la más auténtica inspiración. Lo mismo que muchos pintores de la Edad de Oro, por estar llena esta península de tradiciones. La región más extensa de Dinamarca, donde está la ciudad más feliz del mundo, es también cuna de su más arraigado folclore. Aquí, al suroeste, se encuentra la que quizá sea una de las ciudades más bonitas del país y la más antigua, Ribe.
Todo en ella es evocador. Está situada en el mar de Frisia (o de Wadden), esa zona intermareal del mar del Norte, entre marismas. Y hay que retrotraerse hasta el lejanísimo siglo VIII, en los principios de la era vikinga, para encontrar el momento de su fundación.
Ribe, la ciudad medieval que fue vikinga
No está claro si fue cosa del rey Ongendus. Porque ni siquiera se sabe que el tal Ongendus existiera, ya que se trata del primer monarca semilegendario de los reinos vikingos daneses, más conocido por fuentes literarias que históricas. De hecho, su perfil responde al prototipo de hombre vikingo. "Más salvaje que cualquier otra bestia y más recio que una roca", en palabras del misionero cristiano Willibrord de Utrecht (658-739), que no consiguió evangelizarlo.

Pero esto también le da a Ribe parte de su encanto, situándola en el terreno de lo literario. Se trata, realmente, de una ciudad pequeña, de unos ocho mil habitantes, pero que en la Edad Media gozó de gran fortuna, debido sobre todo a su estratégico puerto fluvial y a los privilegios concedidos por la monarquía a comerciantes y artesanos.
Después, guerras, desastres naturales y la aparición de otras rutas comerciales, sobre todo con el nacimiento de Copenhague y la creación del puerto de Esbjerg, la relegaron a un segundo plano. A finales del XV seguía siendo una de las mayores ciudades del norte de Europa, con unos cinco mil vecinos, que no está nada mal, pues Hamburgo tenía unos diez mil.
El poder eclesiástico y la caza de brujas
Pero, eso sí, en el siglo XI fue saqueada por los wendos. Entre el XII y el XV soportó siete incendios, que la destruyeron en gran parte. En 1350 llegó la peste y, doce años después, una terrible inundación, a la que siguió otra en 1512. Hechos dramáticos que no pararon de sucederse: más incendios, más epidemias, más inundaciones, a las que se sumaron las guerras hasta bien entrado el siglo XIX. Total, que la gran Ribe quedó reducida a la pequeña Ribe, aislada y cubierta de un halo no poco romántico.

No hay que olvidar que la cristianización de Escandinavia le supuso cierto protagonismo como sede del primer templo cristiano en estas latitudes por deseo de San Óscar (860), en plena misión evangelizadora. Esta ciudad danesa, además de por los vikingos, es conocida porque en ella tuvieron lugar numerosos procesos contra las "brujas", ya no de cuento, entre los siglos XVI y XVII. Hay un museo que da fe de ello, el HEX!, centrado en Maren Spliid (1600-1641), una de las mujeres que murieron en la hoguera.
Casas de colores de cuento y una catedral
Ribe, digámoslo ya, es un prodigio arquitectónico, con más de un centenar de casas protegidas por su gran valor, jugando con los colores, el ladrillo y la madera, reconstruidas sobre los modelos originales a partir del XVII. Y entre ellas se alza con toda su rotundidad esa joya que es la catedral, levantada en el XIII sobre aquel viejo templo, superviviente de todos los incendios. Pero es que esta ciudad escandinava llegó a tener seis iglesias, cuatro monasterios y un hospital de la Orden del Espíritu Santo. Y también un castillo del siglo XII, remodelado posteriormente y del que aún se conserva el foso.

Pero quizá lo más sorprendente sea el Museo Vikingo, para regalarse una lección de historia, y el Centro Vikingo, donde se recrea una aldea vikinga tal cual, en la que es posible -solo en verano, eso sí- vivir como uno de ellos y entre ellos, bebiendo de un cuerno, devorando sus productos y haciendo uso de las pieles. También aprendiendo cómo fabricaban las armas o tiraban con arco, cómo cocinaban o de qué forma tallaban la madera.
Y para emociones, más allá de pasearse entre las exquisitas casas y empedradas calles, las que procura el Centro del Mar Wadden, ese mar que se extiende por Dinamarca, Alemania y Países Bajos. Una obra espectacular que le debemos a la arquitecta danesa Dorte Mandrup, perfectamente integrada en la naturaleza con fachadas y cubierta de paja, y que da entrada a este sitio tan increíble que hasta es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Se trata de uno de los complejos naturales más singulares del mundo puesto que atiende a 15 millones de aves migratorias en su vuelo de norte a sur. Aquí, además, tiene lugar un espectáculo natural mayúsculo en primavera y otoño, el Starling Magic, cuando miles de estorninos despliegan sus coreografías en el cielo del atardecer. Como pasa en la laguna de Gallocanta, que en invierno se llena de grullas, en Aragón, al lado del encantador Daroca (Zaragoza).