
Los custodios del equilibrio
La Sierra Madre Occidental del estado mexicano de Nayarit es el hogar sagrado del pueblo originario wixárica. Ningún otro mantiene con tanto rigor sus creencias y tradiciones, ancladas en la preservación de la armonía entre el mundo físico y el espiritual.
De los más de 60 pueblos originarios que perviven en México, pocos resultan tan fascinantes como el wixárica, que significa “personas de corazón profundo que aman el conocimiento”. Algo que describe con precisión su empeño por relacionarse de forma trascendente con el entorno.
Fieles a sus costumbres atávicas, casi intactas desde tiempos prehispánicos, sus poco más de 15.000 integrantes habitan en comunidades familiares diseminadas por el abrupto paisaje de la sierra de Nayarit y estados aledaños.
Todo en su modo de vida está condicionado por una concepción espiritual del universo, transmitida oralmente de generación en generación. Según su mitología, Nayarit es el origen del mundo, y en concreto Tatéi Haramara, una zona sagrada en el municipio de San Blas.

Cuenta la leyenda que cuando el mundo estaba formándose, emergió este islote, morada de la diosa del mar. Su presencia permitió que las aguas fluyeran por ríos y océanos, dando paso así a la vida en todas sus formas e impregnando con su carácter divino cada elemento de la naturaleza.
Respeto a la tradición
Los wixárikas honran a esta deidad con profunda devoción. Cada año se reúnen en este territorio para realizar rituales y ofrendas.
De acuerdo con sus creencias, personas, plantas, animales y hasta el suelo y las aguas conforman una globalidad sacra que el hombre ha de mantener en armonía. Para ello perpetúan ceremonias que aseguran el equilibrio de los contrarios: la lluvia y la sequía, la abundancia y la escasez, el día y la noche… Cinco son los sitios especialmente venerados, que puestos sobre plano configuran una cruz romboide, su símbolo cosmogónico.
Entre ellos se encuentra Haramaratsié, el mar de Nayarit del que surgieron los dioses. Y también Wirikuta, como llaman al desierto de Real de Catorce, al que consideran un lugar primordial en sus peregrinaciones, pues aquí es donde recolectan desde antiguo el peyote.
Se dice que para conseguirlo sus ancestros emprendieron una búsqueda desesperada en el desierto sorteando los ataques de águilas y jaguares. Allí, un venado azul les reveló el secreto: su esencia se transformaba a veces en maíz (alimento básico del cuerpo), a veces en peyote (su alimento espiritual). Y los tres son una misma entidad en constante mutación. Una fábula que simboliza la idiosincrasia de estos pueblos.
En clave espiritual
El misticismo rige la vida de este pueblo y marca sus ritos y su identidad. Su cultura chamánica prevalece en la artesanía, que refleja su cosmovisión sagrada, como el Ojo de Dios, una cruz de madera decorada con un tejido con hilos de estambre en un entramado geométrico. Se considera que protege a aquellos que le oran.
Por otra parte, las esculturas, hechas con cuentas de colores, plasman animales sagrados y dioses a través de los que representan su mundo espiritual. La Basílica Lateranense de nuestra señora de la asunción, situada en el pueblo nayarita de Jala es uno de los templos más apreciados. Construido con piedra rosa, verde y amarilla, alberga imaginería del XVIII.
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