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El mejor destino para verano está en la costa catalana: tiene playas preciosas, buena música y mucho arte
Entre Modernismo, Mediterráneo y música chill, Sitges se posiciona como el mejor destino para el verano, gracias a su combinación del "dolce far niente" con altas dosis de cultura.
Mucho antes de que el turismo LGTBI+ se convirtiera en una etiqueta de marketing, Sitges ya era un refugio libre, diverso y algo descarado. En los años 60, cuando el desarrollismo español llenaba la costa de hormigón y sombrillas idénticas, este pequeño enclave a 40 minutos de Barcelona atraía a artistas, extranjeros y parejas que buscaban algo más que sol y sangría. Desde entonces, no ha dejado de ser un punto de encuentro donde la libertad personal no es un eslogan, sino el paisaje diario.
Por eso hoy, cuando muchas ciudades se esfuerzan por parecer "auténticas", Sitges simplemente lo es. Tiene playas tan auténticas como las de la Costa Brava, sí, y muchas. Pero también arquitectura modernista, museos, festivales que transforman sus calles y un carácter creativo que no descansa. Lo mismo te topas con un desfile de gigantes tradicionales que con una exposición de fotografía experimental. Aquí el verano no es solo una estación: es una actitud que se extiende a casi todo el año.
Un lugar con mucho pasado y mucho futuro
Sitges no se inventó ayer. Fue cuna de modernistas, refugio de artistas y destino favorito de una burguesía catalana que venía aquí a oxigenarse (y a presumir de casa). El Paseo Marítimo, con esas mansiones blancas salidas de una postal art déco, es testigo de ese pasado sofisticado. Lo mismo ocurre con el centro histórico, donde se mezclan las calles encaladas con el legado indiano y las curvas afrancesadas del arquitecto Josep Maria Martino. Todo parece cuidado, pero sin parecer un decorado.
El epicentro cultural de la ciudad está en el Cau Ferrat, la casa-taller que Santiago Rusiñol convirtió en templo del arte y que ahora es museo. Una oda al hierro forjado, los azulejos, las pinturas y el coleccionismo con gusto. Junto a él, el Museu Maricel es otro imprescindible. ¿Lo mejor? Su terraza con vistas al mar, perfecta para entender por qué tantos creadores se han quedado atrapados por esta luz.
Sitges ha sido musa de muchos. De poetas modernistas, claro, pero también de diseñadores, escultores, músicos y escritores contemporáneos. Es habitual toparse con un evento cultural que te saca del modo turista para ponerte en modo espectador curioso.

Playas y planes en Sitges
Con 17 playas repartidas entre calas más recogidas y tramos largos de arena urbana, Sitges ofrece el catálogo perfecto para cualquier estado de ánimo. La Platja de Sant Sebastià es ideal para pasar el día en modo contemplativo, mientras que la de la Fragata, junto a la iglesia de Sant Bartomeu, es más social: paddle surf, vóley, niños corriendo y señoras bajo sombrillas de lino. Si prefieres algo más tranquilo y naturista, las calas de l’Home Mort o Desenrocada (hay que andar un poco) son perfectas.
Pero lo que realmente define Sitges no es solo su mar, sino la energía que lo rodea. Aquí siempre hay una excusa para celebrar algo. Desde el Festival Internacional de Cine Fantástico hasta el Carnaval, que está entre los más extravagantes de Europa. En junio, el Pride toma las calles y las llena de color, fiesta y reivindicación, y en septiembre, las fiestas mayores deslumbran con sus castells, fuegos artificiales y desfiles.
Y luego está la música: desde pequeños ciclos de jazz hasta eventos electrónicos en hoteles frente al mar. No es Ibiza, y eso es lo mejor: aquí el ambiente es más relajado, con menos postureo y más ganas de pasarlo bien.

Comer bien, dormir mejor
La oferta gastronómica de Sitges está a la altura de su reputación. Te proponemos empezar con un menú 100% mediterráneo en La Zorra —el arroz es impecable— o darte un homenaje creativo en Maricel, con vistas a la iglesia iluminada. Para picar algo de noche con ambiente, Nem es una apuesta segura: tapeo con idea, copas bien servidas y gente interesante.
Dormir aquí también tiene su punto. Puedes optar por hoteles boutique como el Hotel Casa Vilella, con ese aire señorial y jardín con piscina, o por propuestas más contemporáneas como el ME Sitges Terramar, que tiene una energía más animada, sesiones de DJ en su beach club y vistas inmejorables.

La cercanía a Barcelona (media hora en tren) lo convierte en un destino perfecto para escapadas de fin de semana o incluso para hacer base durante unas vacaciones más largas por la costa catalana. Es fácil llegar, pero cuesta marcharse.
