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Esta ciudad tiene los mejores vinos de Portugal: recibe pocos turistas y está a menos de una en coche de Oporto
Al otro lado del Duero, Vila Nova de Gaia guarda las bodegas históricas del vino de Oporto, pero también restaurantes de autor, talleres y hoteles que redefinen el lujo local.
Tras pasar un día en Oporto, solo hay que atravesar el puente de Luis I para llegar a Vila Nova de Gaia, una ciudad que muchos confunden con un apéndice de la Ribeira y que, sin embargo, cuenta con identidad propia. Si has reservado una noche en uno de sus muchos hoteles como el recientemente renovado Forte de Gaia, Autograph Collection, debes saber que, a pesar de la cercanía, realmente estás cambiando de ciudad.
Vila Nova de Gaia no es un barrio más de Oporto, aunque muchos la reduzcan a eso; es la tercera urbe más grande de Portugal, con más habitantes que la propia Oporto, pero vive bajo el prejuicio de ser reconocida como lo que se mira desde la Ribeira y no por lo que es.
Ese prejuicio pesa: para el turista estándar, Gaia significa bodegas de vino y un paseo de vuelta con fotos panorámicas. Sin embargo, basta salirse del recorrido oficial para comprobar que aquí late otra ciudad, con ritmos propios. Subir por sus calles estrechas —entre casas bajas, vecinos que charlan en la puerta y gatos que se cruzan incansablemente— es acercarse a un Portugal cotidiano, sin filtros ni demasiadas pretensiones turísticas.
Los secretos del vino de Vila Nova de Gaia
El vino, por supuesto, sigue siendo el gran reclamo. Taylor’s, Graham’s o Sandeman mantienen el magnetismo de sus cavas centenarias y ofrecen visitas que funcionan como un reloj. La diferencia es que hoy esa experiencia no se agota ahí. En espacios como el World of Wine (WOW), un distrito cultural inaugurado en 2020 sobre antiguas bodegas, el vino se convierte en puerta de entrada a mucho más: museos sobre gastronomía, exposiciones temporales, una escuela de cata que da a conocer regiones como el Dão o el Bairrada, y terrazas donde locales y viajeros se mezclan al final de la tarde. WOW es, en poco tiempo, el auténtico corazón social de Gaia.
Pero para entender la ciudad no basta con probar copas. Quien sigue el paseo fluvial más allá de las bodegas llega a Afurada, un barrio marinero que conserva intacto el pulso local. Al pie del puerto y la lonja, las parrillas al aire libre inundan las calles con olor a sardina y bacalao, los restaurantes familiares sirven caldeiradas humeantes y las plazas pequeñas se convierten en improvisados comedores colectivos los fines de semana. Afurada es la prueba de que Gaia sigue siendo una comunidad pesquera en activo, con todo lo que eso implica de ruido, humo y autenticidad.

Dónde comer y lugares por visitar en Gaia
La ciudad también ofrece escenas más tranquilas que lo que ocurre en la parte más turística. A la salida del puente, el Monasterio da Serra do Pilar se impone con su planta circular del siglo XVI, uno de los pocos ejemplos de iglesias redondas en Europa. Desde allí, las vistas sobre el Duero son imbatibles. A sus pies se extiende el Jardim do Morro, un parque semicircular con palmeras y césped donde familias y grupos de amigos se reúnen al atardecer para escuchar música en directo o probar la comida de los puestos callejeros. Esa mezcla de monumentalidad y vida cotidiana resume bien lo que es Gaia: patrimonio e identidad local en un mismo plano.
La escena gastronómica acompaña esta renovación. En la cima sigue brillando The Yeatman, con sus dos estrellas Michelin y un menú de autor que pone en valor el producto portugués. Pero también hay nuevas direcciones que han dado aire fresco al barrio. Root & Vine, con su carta estacional y vinos de pequeños productores, se ha convertido en referencia entre locales jóvenes, mientras que DeCastro Gaia, cerca del teleférico, reinterpreta recetas atlánticas.

Las maravillas de "la otra orilla"
El lujo en Gaia se vive desde el propio alojamiento. Además del citado Forte de Gaia, proyectos como el Rebello Hotel & Spa, inaugurado en 2023 en antiguas fábricas de ladrillo, apuestan por suites tipo loft decoradas con piezas de diseñadores portugueses. Otra opción, más boutique, es el Vincci Ponte de Ferro, con una piscina infinita que parece flotar sobre el Duero con vistas al fomoso puente. En todos ellos se repite una idea: Gaia no quiere copiar a Oporto, quiere ser la alternativa que, a día de hoy, ofrece una experiencia más conectada con la ciudad.
El arte urbano también tiene aquí su lugar. En la Rua Guilherme Gomes Fernandes aparece Half Rabbit, obra del portugués Bordalo II, que combina graffitis con materiales reciclados y se ha convertido en un icono fotográfico del barrio. No todo iban a ser vinos.
La historia, sin embargo, sigue presente en rincones menos transitados. El Puente Maria Pia, levantado en el siglo XIX por la compañía de Gustave Eiffel, permanece en desuso, pero conserva la elegancia ligera de la ingeniería de su tiempo y ofrece atardeceres espectaculares sin multitudes. Y para quienes viajan con calma, el Parque Biológico de Gaia añade un contrapunto verde: un espacio donde conviven en semilibertad más de cien especies animales. No es un zoo, es un recordatorio de que la ciudad también se piensa en clave sostenible.

En conjunto, Vila Nova de Gaia se ha ganado el derecho a ser algo más que la “otra orilla” de Oporto. Sus bodegas son imprescindibles, pero no lo explican todo. Está la vitalidad de Afurada, los atardeceres en el Jardim do Morro, las cenas en restaurantes que miran a la ciudad de enfrente con orgullo y las noches en hoteles que reinterpretan viejas fábricas.
Está la paradoja de una ciudad más grande que Oporto pero todavía en busca de reconocimiento propio. Y, sobre todo, está la sensación de que el verdadero lujo de Gaia consiste en vivir un Portugal más auténtico.
