
Esta cueva subterránea fue descubierta hace más de un siglo: un laberinto de estalactitas y estalagmitas por donde no pasa el tiempo
Descubierta en 1850 bajo la localidad de Aracena, la Gruta de las Maravillas destaca por ser uno de los paisajes más bonitos de la Sierra de Huelva.
Mires donde mires, España deslumbra con paisajes increíbles: hablamos de pueblos llenos de casas cueva, cascadas impresionantes y bosques que pasan por un abanico de colores con el paso de las estaciones. Sin embargo, no todo se encuentra a plena vista. Algunos de los rincones más bonitos del país se encuentran ocultos al ojo humano: es el caso de la geoda más grande del mundo, que se encuentra en Pulpí, Almería; y también de la Gruta de las Maravillas.
Esta cueva fue descubierta en 1850 en el cerro del Castillo, en la provincia de Huelva, y oculta en su interior una miríada de estalactitas y estalagmitas, creadas por acción de la erosión del agua a lo largo de los años. De los más de 2 kilómetros que se han hallado desde que a mediados del siglo XIX el periódico El Porvenir publicase una noticia sobre esta antigua mina, hoy día se pueden visitar unos 1400 metros, y te aseguramos que merece la pena hacerlo.
Así es la Gruta de las Maravillas
Casi dos siglos después de las primeras noticias que se conservan de esta cavidad, y tras más de cien años abierta al público, la Gruta de las Maravillas sigue siendo uno de los principales atractivos de la localidad de Aracena. Este laberinto se extiende por tres niveles subterráneos, en los que el agua es no solo el autor del paisaje, sino también el espejo en el que se refleja toda la belleza de los elementos que lo componen.
Al pasar al interior, es fácil ser consciente de lo pequeños que somos y de lo efímero que es nuestro paso por el mundo. Pero este lugar, cubierto de esculturas rocosas que comenzaron a formarse hace más de 550 millones de años, también nos recuerda lo maravilloso que es el planeta en el que vivimos, que de vez en cuando nos regala escenarios como este, que parece sacado de otro planeta.

Estalactitas que cuelgan del techo como chorros de piedra a punto de caer, estalagmitas que crecen de lo más profundo de la tierra, creando desiertos de roca caliza contenidos entre las paredes verticales y cristales de todos los tipos y colores dan lugar a un caleidoscopio de tonalidades y formas muy difícil de encontrar en cualquier otra parte del mundo.
A medida que la recorres, cada sala ofrece un nuevo portento. Sobre el Lago de la Esmeralda, los conos de calcita flotan como si amenazasen con caerse. En la Sala de los Romboedros, las flores de cristal cubren las paredes, mientras que en la Cristalería de Dios, uno de los espacios más bonitos, los minerales y las rocas se disponen de tal forma que, en ocasiones, casi se confunden con los corales del fondo marino.
Qué ver en Aracena
A diferencia de otras cuevas, que se encuentran alejadas de los núcleos de población, la entrada a la Gruta de las Maravillas se encuentra en pleno centro de Aracena. Este pequeño pueblo de apenas 8000 habitantes no solo puede presumir de esconder bajo la superficie un verdadero diamante en bruto, sino que además tiene numerosos monumentos que merece la pena visitar.
Edificios como el castillo de Aracena, que data del siglo XIII y domina la localidad desde las alturas. Construido sobre las ruinas de una fortaleza árabe, los gruesos muros de este castillo medieval defendían el lugar de los ataques de los portugueses y los bereberes, y han posibilitado que el fuerte se mantenga en pie, y en muy buenas condiciones, hasta nuestros días.

Aunque quizás por lo que más destaca el municipio es por su rico patrimonio religioso, que va desde la imponente iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, un templo del siglo XVI que mezcla los estilos renacentista y mudéjar y donde se pueden ver numerosas tallas de la escuela sevillana; hasta la iglesia de Nuestra Señora del Mayor Dolor, la más antigua y una de las más icónicas.
Por supuesto, no puedes dejar de recorrer el centro histórico, que brilla gracias a lugares como la plaza del Marqués (sin duda el lugar con más ambiente del pueblo), y las estrechas calles de alrededor, donde encontrarás los locales más tradicionales, como la conocida Confitería Rufino, que lleva abierta desde finales del siglo XIX.