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Este es el pueblo de la Provenza francesa que enamoró a Virginia Woolf: parece el paraíso
Este es el pueblo de la Provenza francesa que enamoró a Virginia Woolf: parece el paraíso
Cassis es un pueblo costero con todo el encanto de la Provenza que ha sido siempre inspiración de pintores y poetas. No es para menos. Basta ver su puerto, sus calles, el castillo, la luz, los colores y su naturaleza.
Virginia Woolf llamaba "pequeño paraíso" a este recoleto lugar entre la gran Marsella, la ciudad más antigua de Francia, y otro enclave delicioso, La Ciotat. La célebre escritora británica vivió en Cassis en repetidas ocasiones durante los pasados años veinte. Ella misma lo dejó escrito en su correspondencia: "A fin de cuentas, solo permanecería ahí unas cuantas semanas, pero fueron tan densas y luminosas que tenían un sabor a eternidad". La entendemos a la perfección, porque la villa despierta una sensación así. También lo sabían los pintores.
Tras las huellas de Virginia Woolf en Cassis
No hay un itinerario dedicado a Virginia Woolf como tal en este pueblo precioso de la Provenza. Se sabe que habitó, junto a su hermana Vanessa y otros miembros del grupo de Bloomsbury, la villa Les Mimosas, en la avenida del Revestel, y la finca vitivinícola de Fontcreuse, concretamente la casita La Bergère, que no se pueden visitar porque son privadas.
Y cabe suponer que le deslumbraron las vistas desde el faro; los caminos bordeados por los muretes de piedra seca, amparando los cultivos en terraza -los famosos "restanques"- que se extienden hasta el Mediterráneo; la luz, el mar turquesa y tan privilegiada naturaleza.

De la atracción que este rincón ejerció, y sigue ejerciendo, sobre la bohemia es prueba la Fundación Camargo, creada por el estadounidense Jérôme Hill en 1967, que recibe a pintores, escritores, cineastas y fotógrafos. Hill, que estudió arte en París, descubrió Cassis en los años treinta y fue tal su deslumbramiento que terminó comprando una casa, colindante con la de Madge Oliver, artista inglesa y profesora de pintura, que tuvo entre sus alumnos nada menos que a Winston Churchill. Más tarde se haría con el adyacente hotel Panorama. Todo un balcón muy inspirador, asomado al ancho y proceloso mar.
Una villa entre el Cap Canaille y las Calanques
Ya el pueblo se refugia entre bosques de pinos y los proverbiales viñedos que alumbran paisajes preciosos, con la protección extra de dos excepcionales monumentos naturales. Por un lado, el Cap Canaille, que presume de ser el acantilado marítimo más alto de Europa, teñido de rojo cuando sopla el seco y violento mistral, que da su característico ambiente a la Provenza. Por el otro, las Calanques, de piedra caliza blanca, casi fiordos, donde nos detendremos.
Precisamente, el escritor Frédéric Mistral, Premio Nobel de Literatura en 1904 junto a nuestro Echegaray, exclamó que "quien ha visto París, si no ha visto Cassis puede decir: no he visto nada". Así de claro. Este pintoresco pueblo, salpicado de casas de pescadores y ahora también de terrazas donde sentarse simplemente a mirar, es pura esencia mediterránea y provenzal.

Su encanto se confirma cuando, paseando por la calle Thérèse Rastit, uno se topa con el Four Banal, el horno comunal que data del siglo XVII. Un viaje a la historia y las costumbres que se puede continuar en el Museo Municipal de Artes y Tradiciones Populares. Además, se suceden los oratorios a la intemperie. Hasta once hay, con arco ojival o de medio punto y coronados por una cruz de hierro forjado. Siguiendo con la religiosidad, cabe citar la iglesia de Saint-Michel, neorrománica de 1875, hecha con la famosa piedra de Cassis.
Un castillo histórico convertido en exquisito hotel
El castillo aquí pasa "desapercibido", entre comillas, ante lo llamativo de todo lo demás. Ensombrecido por el puerto, en primer lugar. Pero hay que recordar que su historia arranca en el siglo V, cuando Cassis era la romana Carsiicis Portus, momento en que se erigió una torre de vigilancia. Las primeras murallas fortificadas llegaron en el siglo VIII alrededor de la torre y en el XIII se consolidaron con la ocupación del castro por la poderosa familia Baux.
Luego se añadió un pozo, un horno de panadería y una iglesia, y así en el siglo XV había 50 viviendas y 250 habitantes intramuros, que tras el ataque de los soldados imperiales de Carlos V tuvieron que desplazarse al burgo junto a las riberas, la actual Cassis. Hubo que esperar al siglo XIX para que su función defensiva se redujera, parada de Napoleón incluida, y pasara a manos privadas. Y hasta ahora, que es el Château de Cassis, un hotel magnífico en un lugar difícilmente mejorable.
Así es el Parque Nacional de las Calanques
Y si este pueblo nos conduce hasta lo mejor del mar nuestro, otro tanto hace el Parque Nacional de las Calanques a su nivel, el geológico y paisajístico. Por cierto, es el único parque nacional de Europa que es a la vez terrestre, marino y periurbano. Las Calanques, que destacan por su blancura frente al añil del mar, son grandes calas estrechas de paredes abruptas formando un auténtico cañón con fondeaderos para los barcos y hasta playas.

Estas gigantescas rocas calizas están entre Marsella y Cassis, a lo largo de 20 kilómetros, por los que hay trazadas distintas rutas de senderismo, con el Monte Puget como cumbre (565 metros). De aquí salió la piedra con la que se construyeron puertos míticos como el de Alejandría, el de Argel, El Pireo o el de la propia Marsella. La icónica piedra de la bella Cassis.