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Todos los motivos por los que Jaca es la escapada invernal perfecta más allá del esquí
Todos los motivos por los que Jaca es la escapada invernal perfecta más allá del esquí
Jaca ha pasado de ser la base práctica para subir a las pistas del Pirineo aragonés a convertirse en un destino en sí misma. Entre historia, montaña y buena gastronomía, esta pequeña ciudad de Huesca ha aprendido a conjugar nieve, cultura y vida auténtica durante todo el año.
Durante años, Jaca fue simplemente "el campamento base del Pirineo": un lugar donde dejar el coche, alquilar los esquís y dormir antes de subir a Astún o Candanchú. Pero esa etiqueta le ha quedado pequeña. Hoy, la ciudad más histórica del Pirineo aragonés ha aprendido a vivir por sí misma, con una energía que mezcla tradición, gastronomía y naturaleza. Su casco antiguo se recorre entre murallas y plazas y el sonido de las campanas de la Catedral de San Pedro acompaña un ritmo que no tiene prisa. Jaca ha dejado de ser el punto de paso: ahora es el destino.
Esa transformación no ha ocurrido de la noche a la mañana. A su alrededor, toda la provincia de Huesca se ha convertido en un refugio para quienes buscan un Pirineo auténtico y menos saturado. A media hora de la ciudad, pueblos como Aínsa, Alquézar o Hecho resumen el encanto de la zona: piedra, tejados de pizarra y mucha montaña, lo que todo el mundo viene buscando.
El visitante que llega a Jaca no encuentra solo nieve, sino un territorio lleno de carácter, donde la historia medieval convive con el turismo moderno y el paisaje dicta la agenda.
Jaca: historia viva entre murallas y montañas
Jaca fue la primera capital del Reino de Aragón, y lo recuerda con orgullo, se nota. El paseo empieza en la Catedral de San Pedro, un templo románico del siglo XI que todavía conserva capiteles, frescos y esculturas originales. En su interior, el Museo Diocesano alberga una de las mejores colecciones de arte románico del país, cuidadosamente restaurada y presentada con medios digitales.
A cinco minutos andando, la Ciudadela de Jaca —una fortaleza pentagonal construida en el siglo XVI— sorprende a cualquier viajero. Está perfectamente conservada, se puede recorrer por dentro y mantiene un foso donde pastan ciervos reales. En invierno, las visitas teatralizadas y los conciertos en su interior le dan nueva vida a un monumento que podría haber quedado congelado en el tiempo.
Caminar por Jaca es hacerlo entre siglos: calles empedradas, fachadas de piedra, tiendas de productos del valle y bares donde se habla mitad en castellano, mitad en aragonés. El ambiente recuerda que aquí el turismo llegó hace mucho, pero la identidad nunca se perdió.

Astún y Candanchú: el doble atractivo blanco
A menos de media hora por carretera, Astún y Candanchú siguen siendo los motores de la temporada invernal. Cada una con su personalidad: Astún, moderna y amplia, pensada para esquiar con comodidad; Candanchú, más clásica y familiar, con trazados que conservan la esencia del esquí de los 80.
Astún ofrece 50 kilómetros esquiables con desniveles considerables y paisajes espectaculares del Anayet y el Midi d’Ossau, mientras que Candanchú mantiene 50 pistas y una escuela con reputación impecable. Lo interesante es que ambas están conectadas por un servicio de autobús gratuito desde Jaca durante la temporada alta, lo que permite disfrutar de la nieve sin necesidad de alojarse en las propias estaciones.
En los últimos años, ambas han invertido en remontes, cañones de nieve y zonas de freestyle, atrayendo a un público más joven. Si no esquías, no pasa nada: hay paseos en raquetas, excursiones en moto de nieve y rutas guiadas por el Valle del Aragón.

Qué ver y hacer cuando terminas de esquiar
Uno de los mayores encantos de Jaca es que no se agota en invierno. Desde la propia ciudad parten rutas de senderismo que recorren el Monte Oroel, un pico icónico de 1.769 metros que domina todo el valle. La subida se puede hacer en unas dos horas y regala una panorámica de 360 grados que abarca desde el Aneto hasta el Bisaurín. En verano, el mirador es uno de los mejores puntos para contemplar el atardecer en el Pirineo.
A apenas 15 kilómetros está el Monasterio de San Juan de la Peña, excavado literalmente en la roca, donde se custodiaron las reliquias del Santo Grial según la leyenda. Su mezcla de historia, naturaleza y misterio lo convierte en una de las visitas imprescindibles del Alto Aragón. Muy cerca, el Parque Natural de los Valles Occidentales ofrece rutas entre hayedos, ibones y cascadas.
En el propio casco urbano, el Paseo de la Constitución y la Avenida del Primer Viernes de Mayo concentran buena parte de la vida local. Tiendas de montaña, librerías, panaderías artesanas y bares donde el tapeo es casi un ritual. El ambiente es distendido, sin pretensiones.

Del descanso al aperitivo en Jaca
El viaje no estaría completo sin un buen lugar donde dormir y reponer fuerzas. Dos direcciones bastan para hacerlo bien: el Gran Hotel de Jaca, un clásico actualizado con encanto, y el Valle del Aragón Suites & Spa, moderno, cómodo y con un pequeño spa perfecto para cerrar el día. Ambos se encuentran en pleno centro, a un paso de todo, con la ventaja de no depender del coche.
A la hora de comer, las tapas son religión. La Tasca de Ana y Lilium marcan el estándar: productos locales reinterpretados sin artificio, vino del Somontano y postres caseros. Para algo más pausado, Casa Fau ofrece un comedor elegante y cocina tradicional con un toque actual. El ambiente siempre es el mismo: gente del valle, esquiadores y viajeros que descubren Jaca por primera vez.

Por qué Jaca está viviendo su mejor momento
Lo que hace especial a Jaca no es solo su historia o su nieve. Es la suma de ambas cosas con una calidad de vida que pocos destinos de montaña pueden ofrecer. Cada estación del año tiene su encanto: en primavera, las rutas del Camino de Santiago; en verano, los festivales y las terrazas; en otoño, los colores del Pirineo; y en invierno, el brillo de la nieve reflejado en las murallas.
