
Las playas más bonitas a menos de una hora de Barcelona donde puedes bañarte en mayo
Si buscas escaparte del jaleo de la Ciudad Condal sin ir demasiado lejos, apunta estas playas cerca de Barcelona llenas de calma mediterránea, escenarios históricos y algún chiringuito muy bien escondido.
Pocas cosas definen mejor el lujo hoy en día que disponer de un trozo de playa casi privado en una época en la que cada metro cuadrado del litoral parece cotizar en bolsa. Y es que el verdadero privilegio no siempre se encuentra en las tumbonas de hoteles cinco estrellas o en los beach clubs de moda, sino precisamente en esos rincones donde el gentío brilla por su ausencia y la desconexión se convierte en algo tangible. Sobre todo si puedes ir a una playa cerca de Barcelona en menos de lo que dura un episodio de tu podcast favorito.
No hablamos de playas perdidas en las Maldivas o calas escondidas en las Baleares, sino de pequeñas joyas que están sorprendentemente cerca, y que casi se pueden ver desde los restaurantes con las mejores vistas de Barcelona. Esos lugares que no protagonizan campañas turísticas ni reciben hordas de viajeros con flotadores gigantes de unicornio, pero que se cuelan discretamente en el radar de los barceloneses más sibaritas. Porque la verdadera exclusividad necesita calma, intimidad y quizás un mojito perfectamente preparado.
De Garraf a Cala Morisca: glamour discreto y sabor marinero
De camino a Sitges encontramos Garraf, uno de esos pueblos costeros que muchos turistas pasan por alto, pero que enamora a quien se detiene a observarlo con detenimiento. Esta villa marinera aún conserva el aire bohemio que cautivó a artistas y escritores a principios del siglo XX, con casetas de pescadores pintadas en blanco y verde que bien podrían ser escenario de novela de época.
Aquí puedes disfrutar de una pequeña playa urbana, la Platja de Garraf, que, a pesar de su accesibilidad, suele estar bastante tranquila entre semana. Si quieres una experiencia aún más íntima, la Cala Morisca, a unos diez minutos en coche desde Garraf, es una alternativa perfecta. Se accede por un sendero empinado entre pinos, pero el esfuerzo se compensa con creces al encontrarte frente a una cala rocosa, protegida y con aguas transparentes.

Caldetes: modernismo junto al mar y aguas termales
A menos de 40 minutos del centro de Barcelona en coche, Caldes d’Estrac (conocida popularmente como Caldetes) ofrece mucho más que una playa bonita. Este pequeño enclave del Maresme fue uno de los balnearios más exclusivos durante la Belle Époque catalana, atrayendo a la burguesía barcelonesa con su combinación de playa, arquitectura modernista y sus relajantes aguas termales.
Hoy, Caldetes mantiene intacto ese encanto retro, con sus elegantes casas modernistas y la posibilidad de alternar un baño relajado en la Platja dels Tres Micos con una sesión de spa en alguno de sus históricos balnearios.
Y para los que disfrutan con la cultura local, la Fundación Palau exhibe una interesante colección que incluye obras de Picasso y Miró, en un edificio con vistas panorámicas sobre el mar que casi justifican por sí mismas el paseo.

Sant Pol de Mar: gastronomía de autor con vistas al mar
La localidad de Sant Pol de Mar, a solo 50 minutos en coche o cómodamente accesible en tren desde Barcelona, combina la esencia de pueblo mediterráneo con una reputación culinaria que trasciende sus dimensiones. Esta tranquila localidad mantiene intacta su personalidad marinera, con calles estrechas y casas blancas que bajan suavemente hacia la playa.
La Platja del Morer es una de las más apreciadas, no solo por sus aguas cristalinas, sino porque ofrece una tranquilidad difícil de encontrar en otros puntos del Maresme. Aquí, además, puedes combinar el placer del sol con uno gastronómico, ya que el pueblo es conocido por su oferta culinaria de alto nivel, destacando el restaurante Cuina Sant Pau, heredero del mítico Sant Pau de Carme Ruscalleda.

Playa de Sant Simó: la auténtica desconexión playera
Terminamos esta lista en la Platja de Sant Simó, junto a Mataró, a poco más de media hora desde Barcelona. Es una playa en la que los lugareños protegen celosamente su tranquilidad, alejada del centro urbano y con una zona natural casi salvaje que contrasta con las playas más turísticas del Maresme. Sus dunas, cuidadosamente preservadas, te recordarán a esos lugares de postal mediterránea que parecen existir solo en publicidad.
Además, Sant Simó permite largas caminatas en total silencio, con algunos tramos aptos para el nudismo. El plan perfecto aquí no incluye mucho más que buena compañía, un libro, y quizá un pícnic improvisado en la arena.

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