Una isla caribeña sin resorts ni masificación: te contamos por qué ha enamorado a los viajeros que odian los paquetes turísticos
No hay vuelos directos desde Europa ni Estados Unidos. Foto : Expedia

Una isla caribeña sin resorts ni masificación: te contamos por qué ha enamorado a los viajeros que odian los paquetes turísticos

Pequeña, tranquila y casi invisible para el turismo masivo, Bequia se ha convertido en el refugio ideal para quienes buscan un Caribe diferente, sin resorts de lujo, buffets ni animadores de hotel.

Aleks Gallardo | Julio 8, 2025

Bequia no parece una isla caribeña del siglo XXI. A solo 15 kilómetros de San Vicente, este pequeño pedazo de tierra de 18 kilómetros cuadrados funciona con sus propias reglas. No hay resorts con pulseras all-inclusive, ni playas acotadas por cadenas hoteleras. Las playas son públicas, la vida gira al ritmo de las mareas y el visitante es tratado como alguien que simplemente está de paso. Y eso, para muchos, es el escenario perfecto.

Tampoco tiene grandes avenidas comerciales, ni muelles para cruceros, ni discotecas temáticas. Lo que sí hay: bares con suelo de arena, pescadores vendiendo langostas recién sacadas del agua, taxis que son camionetas sin puertas, y hospedajes gestionados por familias locales o expatriados que decidieron quedarse para siempre después de una visita. Sí, la idea de paquete turístico es tan ajena como una pista de esquí.

La isla caribeña que se resiste al turismo masivo

Bequia (se pronuncia “bé-quía”) forma parte de San Vicente y las Granadinas, una nación insular que, comparada con sus vecinas como Barbados o Santa Lucía, mantiene un perfil discreto. En parte, eso se debe a su acceso limitado: no hay vuelos directos desde Europa ni Estados Unidos.

Para llegar, lo más habitual es volar primero a Barbados, San Vicente o Santa Lucía, y desde allí conectar con un pequeño vuelo regional hasta el aeropuerto de Bequia, gestionado por SVG Air. La alternativa más común es tomar un ferry desde Kingstown, la capital de San Vicente. Son unos 60 minutos que ya adelantan lo que te espera: agua turquesa, montañas verdes y ninguna prisa.

Ese pequeño obstáculo logístico ha sido, paradójicamente, su mejor defensa contra el turismo masivo. Quien llega, lo hace porque realmente quiere llegar. 

Con unos 5.000 habitantes, Bequia conserva una identidad clara, mezclando la cultura afrocaribeña con la influencia escocesa de antiguos colonos. El pueblo principal, Port Elizabeth, no tiene edificios altos ni franquicias internacionales. Te encantará su paseo marítimo, el famoso Belmont Walkway.

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Bequia es una de las islas favoritas en el Caribe para los yates. Foto: Wikimedia Commons

Qué hacer en Bequia

Para quienes buscan adrenalina, Bequia puede parecer demasiado tranquila.No hay actividades planificadas. En cambio, uno puede alquilar un kayak y remar hasta la playa de Princess Margaret, bautizada así porque la princesa británica nadó allí en los años 50. Se puede caminar hasta el fuerte Hamilton, apenas una estructura antigua sin vallas ni puestos de souvenirs, con vistas espectaculares sobre Admiralty Bay.

Las playas son el gran reclamo. Lower Bay es quizás la más fotogénica, con su curva perfecta de arena dorada y agua turquesa. No hay alquiler de tumbonas, pero sí una pequeña cantina donde sirven cervezas frías y pescado frito. Más al norte, Industry Bay y Spring Bay ofrecen un nivel aún mayor de soledad. En temporada baja, es posible pasar horas sin ver a otro bañista.

Los aficionados al mar tienen otra joya: Bequia mantiene una tradición centenaria de construcción de barcos. Aún hoy se pueden ver astilleros artesanales donde se ensamblan veleros como se hacía hace cien años. 

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Bequia forma parte de San Vicente y las Granadinas, una nación insular. Foto: AudleyTravel

Dónde alojarse en Bequia

En Bequia, el alojamiento tiene escala humana. Nada de bloques impersonales ni check-in automatizado. Hay casas de huéspedes, villas modestas y pequeños hoteles con encanto, casi siempre con terrazas que miran al mar. Muchos no tienen aire acondicionado, pero sí ventiladores de techo, sombra natural y una brisa constante que lo hace innecesario.

Los precios son razonables, sobre todo fuera de temporada alta (diciembre-marzo). Y lo mejor es que quedarse en Bequia es una forma de contribuir directamente a la economía local

Comer también es parte del encanto. En restaurantes como Laura’s, Mac’s o Sugar Reef, los ingredientes vienen de la isla o del mar que la rodea. Eso puede significar atún al grill, curry de cabra o una ensalada de mango y aguacate que no será fácil de olvidar.

Un secreto a voces

Bequia ha sido, durante décadas, un secreto compartido entre marineros, escritores, jubilados británicos excéntricos y mochileros con buen ojo. Pero ese perfil bajo está empezando a cambiar. Desde hace unos años, algunos viajeros inquietos han empezado a hablar de la isla como el último Caribe auténtico. El boca a boca ha hecho su trabajo. Sin embargo, la falta de infraestructura masiva hace poco probable que se convierta en un nuevo Tulum.

Eso sí: si decides ir, ve con la actitud adecuada. Bequia no es un destino para “hacer cosas”. Es un lugar para estar. Para leer, nadar, tomar un ron con hielo mientras ca el sol. ¿Para qué más?

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Bequia, una isla por explorar que todavía mantiene su autenticidad. Foto: Expedia

TURIUM TIPS

Nadar en Princess Margaret Beach: una cala tranquila, con aguas cristalinas y sin aglomeraciones. Puedes llegar caminando desde Port Elizabeth o en kayak.
Subir al Monte Peggy: la caminata es corta pero empinada. La recompensa: una vista panorámica de toda la isla y la bahía.
Coger el ferry a Mustique por un día: una isla privada famosa por sus mansiones de celebridades. Vale la pena ver el contraste.
Probar el pescado del día en Laura’s: Restaurante sencillo y sin pretensiones donde el menú cambia según lo que salga del mar.