Está muy cerca de España y es ideal para una escapada veraniega: esta ciudad blanca es de las más bonitas de Portugal
Estremoz está en la bella región del Alentejo. FOTO : POUSADA CASTELO DE ESTREMOZ.

Está muy cerca de España y es ideal para una escapada veraniega: esta ciudad blanca es de las más bonitas de Portugal

Estremoz es blanca a rabiar. Y no solo por el color de sus edificios, sino porque es la ciudad del mármol. Está en el Alentejo y presume de castillo encantador, curiosa alfarería y de tantas iglesias y ermitas preciosas que no se pueden contar.

Ángeles Castillo | Agosto 7, 2025

Es blanca por las casas, iglesias y ermitas, donde este color se combina magistralmente con el azul, pero también por el mármol, que le ha dado a Estremoz, en pleno Alentejo, gran parte de su nobleza. Tanto es así que compite con el mismísimo mármol de Carrara. Perteneciente al distrito de Évora y a poco más de media hora de esta principal ciudad, Patrimonio de la Humanidad, no le anda a la zaga, aunque no tenga teatro romano. Sí posee castillo con sus murallas medievales y la antigua ciudadela, además de un notable y ecléctico acervo cultural. Bendito Portugal.

Así son las figuritas de barro de Estremoz

Y no solo de mármol vive Estremoz, a un paso de Badajoz (60 km), porque también es muy dada a la cerámica, en especial a las figuritas tradicionales de arcilla roja de la región, que se remontan al siglo XVII y son Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.

Tales figuras llevan indumentarias típicas o vestiduras propias de la iconografía religiosa cristiana, representando elementos naturales, tradiciones o devociones populares. Hay hasta un Centro para la Valorización y Salvaguarda de las Figuras de Barro de Estremoz, que organiza talleres y ferias artesanales de esas que merece la pena visitar.

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La Pousada Castelo de Estremoz define bien lo que es esta ciudad. FOTO: POUSADAS DE PORTUGAL.

Un arte el de la alfarería que encuentra su máxima expresión en el Museo Berardo Estremoz, que alberga la colección privada más grande y relevante de Portugal. Tanto que es capaz de narrar la historia de la azulejería de los últimos ocho siglos, sin que falte el mosaico hidráulico, compuesto de polvo de mármol, ni azulejos de Sevilla, Talavera o Granada. Más o menos artísticos, más o menos experimentales. El museo, para mayor regocijo, ocupa el Palácio Dos Henriques, joya barroca del XVIII, cubierto él también de cerámica por todas partes.

Más allá de esta exposición única, se puede hacer la Ruta de los Azulejos. O bien por las iglesias y conventos, o bien por las fachadas, en dos recorridos organizados por la Oficina de Turismo. Y, se haga o no, siempre se estará pisando pavimento de mármol. La cosa es que Estremoz es portuguesa a rabiar o, mejor dicho, alentejana, con todo lo que eso significa. Midiéndose en hermosura con los cercanos y muy pintorescos Arraiolos o Monsaraz.

Casas señoriales y con detalles art nouveau

A pesar de ser una ciudad de provincias, muy lejos de lo que una Lisboa o un Oporto pueden representar, cuenta con un patrimonio civil de gran valor arquitectónico e histórico de los siglos XVII y XVIII, que evidencia el crecimiento de la pequeña burguesía, y que se hace extensivo al XX, con casas con interesantes diseños modernistas.

Sirva de ejemplo la Casa Vieira da Silva (1910), que perteneció al médico Joâo Lopes Nunes Vieira da Silva y presume de elementos del art nouveau, que tanto cundió en otros lugares de Portugal como Aveiro, la Venecia portuguesa, y Leiria. Ahí están los azulejos naturalistas y las ventanas y puertas decorativas.

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La Casa Vieira da Silva presenta detalles art nouveau. FOTO: MUNICÍPIO DE ESTREMOZ.

Aquí estaríamos en la parte baja de Estremoz, que corresponde a la ciudad moderna, organizada en torno a la enorme plaza del Rossio, más comercial y completamente llana, y con un sorprendente lago artificial, el Lago do Gadanha, que bebe de uno de los manantiales de la ciudad y está construido ya sabemos de qué material. Tiene, atención, 40 metros de lado y un dios Saturno en su centro, que luego pasó a ser la Guadaña, símbolo de la fugacidad de la vida, pese a que ya se ha hecho inmortal.

En sus alrededores se halla el Convento dos Congregados (XVII), sede del ayuntamiento, con una llamativa escalinata de mármol, y del espectacular Museo de Arte Sacro.

Un castillo y el recuerdo de la reina de Aragón

La parte alta, como cabe imaginar, es la medieval, donde se alza el castillo, del siglo XII y reforzado con cuatro torres semicilíndricas, y las calles se vuelven recoletas e intrincadas, al amparo de su muralla, que puede trasponerse por una de sus cuatro puertas: la de San António, la de Santa Catarina, la de Dos Currais y la de Évora.

Frente a la fortaleza, la iglesia de Santa María (s. XVI), que forma parte de la antigua alcazaba, es manierista y alberga una magnífica colección de pinturas primitivas de la escuela portuguesa.

Asimismo, hay que destacar el Museo Municipal, con arqueología romana, arte sacro y alfarería antigua, y el Palacio Real y las Torres das Três Coroas, hoy la Pousada Castelo de Estremoz. Detrás de la torre del homenaje se esconde la maravillosa capilla privada de la Reina Santa Isabel, adornada con azulejos dieciochescos. A esta reina, que, por cierto, nació en Zaragoza (1270), la conocemos, en buena parte, gracias a Zurbarán.

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La ermita de Nuestra Señora de Mileu. FOTO: MUNICÍPIO DE ESTREMOZ.

Conventos, iglesias, capillas, ermitas y cruces hay todas las que se quieran en esta ciudad. Son la prueba de que, en un momento histórico determinado, el territorio hubo de ser recristianizado. Hasta el punto de que se cuentan más de 70 ejemplares de arquitectura religiosa en el municipio. Son preciosas las que juegan con el blanco y el azul, tal vez añorando el mar (¿o es para ahuyentar a los mosquitos?). Como la de Nuestra Señora de Mileu, de la que se desconoce la fecha de fundación, aunque hay una leyenda que la vincula con la Reconquista. Búscala en la freguesia de Veiros, que tiene su propio castillo. O las de Nossa Senhora dos Remédios (s. XVII) y Santa Victoria del Ameixial. Esta última levantada durante el siglo XVII en el mismo sitio que una villa romana.

Dejando ya a un lado los templos, no hay que perderse los Paços do Concelho, que ofició de concejo durante la Edad Media. Por su torre del reloj, por su puerta ojival y por una galería con cinco arcos quebrados que descansan sobre columnas geminadas con capiteles profusamente decorados. A propósito, tanta belleza no nos puede hacer olvidar que estamos en tierra de vinos.

TURIUM TIPS

Tres ciudades cercanas a visitar son la coqueta Borba, que también brilla por su mármol, con una fuente digna de verse, la Fonte das Vicas, y una capilla con un fachada-tablero de ajedrez, la Capela do Senhor Jesus dos Aflitos. Vila Viçosa, de mármol apreciadísimo igualmente, y con su Paço Ducal (de los Bragança), su castillo y su Museo del Mármol. Y, por último, Evoramonte, una aldea fortificada llena de encanto, con un castillo insólito.
No hay alojamiento como la Pousada Castelo de Estremoz, donde habitó la reina Isabel de Aragón, monarca consorte de Portugal. Es todo un palacio, con piscina y un cuidado jardín (desde 158 euros). Claro que el Pateo dos Solares Charm Hotel, una bonita casona en pleno centro y también con piscina, no está nada mal (desde 104 euros).
En Casa do Gadanha podrás darte un buen festín gastronómico. Empezando con pan casero, mantequilla de cerdo y tomate. Siguiendo con un granizado de pescado marinado, tomates verdes y pepino. Y poniendo el broche de oro con una crema de huevo dulce, almendra y yogur quemado. Es una casa señorial que también dispone de alojamiento y encontrarás junto al Pelourinho.