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Un pueblo blanco sobre un acantilado: así es el destino costero más bonito de Portugal
Este pueblo portugués de casas blancas sobre un acantilado, asomado al Atlántico y con piscina natural está llamándote a gritos, sobre todo ahora que es verano. Y se halla al lado de Sintra y de Lisboa. No te olvides de coger el tranvía.
Dicen que aquí el tiempo pasa más lento, y no es de extrañar. Pequeño, sobradamente marinero y de casas blancas desparramándose sin vértigo por el acantilado, Azenhas do Mar es el típico pueblo al que uno quiere ir a parar. Mediterráneo pero en el Atlántico. Está a solo 15 kilómetros de Sintra, la ciudad más romántica de Portugal, y al doble de Lisboa, así que ya sabes dónde te puedes bañar cuando hayas visitado el Palácio da Pena, el Castelo dos Mouros, la Quinta da Regaleira y el Palácio da Vila. Y si se trata de la capital, después de pasear tu saudade de fado por Alfama, conquistar la Torre de Belém o coger el elevador de Santa Justa rumbo al Chiado.
Azenhas do Mar, el pueblo más bonito de la costa portuguesa
Porque Azenhas, además de estar asomado al océano, alzándose tan pintoresco sobre su propia playa rocosa, donde van a romper las olas, cuenta con una piscina natural perfecta para refrescarse, siempre y cuando quiera la marea, eso sí. Por supuesto, es inspiración nuestra y de pintores. Lo que le pasa a Cadaqués, que siempre nos devuelve a Dalí, o a Gordes, el pueblo más bonito de la Provenza francesa. Junto a la piscina, completando la estampa vacacional, se halla el restaurante Azenhas do Mar, donde cumplir con el ritual veraniego del arroz de marisco, las ostras y demás. Y este otro, el del chiringuito con música en directo en la animada y muy tentadora terraza del bar.

Subrayemos que "azenhas" quiere decir "molinos de agua" en portugués. El propio restaurante lo fue. Porque, en tiempos, los hubo impulsados por su caudaloso arroyo, la Ribeira do Cameijo. Una fuerza que se aprovechaba para moler el grano, fuente de riqueza del pueblo junto a la pesca y la agricultura. En especial, las viñas, cultivadas en pequeñas parcelas protegidas con muros de piedra. Y es que Colares, freguesia a la que pertenece Azenhas, dentro del municipio de Sintra, es región vinícola. Su vino, con denominación de origen, puede probarse en la Adega Regional, la cooperativa del ramo más antigua del país, instalada, para colmo, en un bello edificio.
Un viaje en tranvía desde Sintra hasta el mar
Junto a la bodega está la estación del tranvía que, llegado el verano, hace el recorrido entre Sintra y la Praia das Maçâs, y que, por supuesto, no hay que dejar pasar. El recorrido es sinuoso y salva el desnivel de la sierra hasta ponerse a la altura, y bajura, del mar. El eléctrico en cuestión data de 1902 y se presta, en un alarde de romanticismo, a la contemplación. Y ello a lo largo de 11 emocionantes kilómetros, para los que se toma sus 45 minutos. Sin duda, un elogio a la vida lenta. Y hay que celebrarlo porque ha pasado por diversos infortunios en su más de un siglo de vida. Por fortuna, ahí está, ofreciendo, como el de Sóller (Mallorca), una experiencia de otros tiempos en estos. O sin irnos tan lejos, como el de Lisboa, el más antiguo de Europa.

Precisamente fue el tranvía el que dio un nuevo aire a Azenhas en la década de 1930. Concretamente, la línea que llegaba desde Banzâo, en el interior, y por la que se convirtió pronto en una estación balnearia. De pueblo de pescadores, como Tamariu, en la Costa Brava, pasó a destino veraniego de las familias acaudaladas de los alrededores. Lo tenía todo para serlo. Igual que ahora es un poderoso reclamo turístico, aunque sin renegar de su carácter de aldea. ¿Un consejo? Contémplala desde el impresionante mirador y luego baja por las escaleras hasta dar con el mar.
Azenhas está enmarcada en el Parque Natural de Sintra-Cascais, que se extiende desde la Sierra de Sintra hasta el Cabo da Roca, el punto más occidental de la Europa continental, y la conocida playa de Guincho, paraíso de surfistas, igual que Nazaré, y de no surfistas. Todas las playas de por aquí, quizá habría que decir de todo Portugal, son apetecibles. A la de Maçâs hay que sumar la Grande, la de Adraga, a resguardo de un acantilado, y la de Ursa, con llamativas formaciones rocosas. En todas te querrás zambullir. Y lo mismo pasa hacia el sur, donde te esperan la Praia da Aguda o la Praia do Magoito hasta llegar a la bella Ericeira. Bienvenido al reino de las dunas.