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Fue el fondo del mar y hoy son tierras baldías, lo que se conoce como badlands. Entre el gris de las crestas de los Barrancos de Gebas irrumpe el azul turquesa del embalse de Algeciras. Este paisaje murciano asombra por su insólita belleza.
No es el Valle de la Luna, en el desierto chileno de Atacama, ni tampoco el Parque Nacional Badlands, en el estado de Dakota del Sur (EEUU), aunque tiene algo de ambos. Porque también parece la luna y porque, obviamente, se trata de un badlands. Lo que pasa es que para disfrutar de este alucinante paisaje, porque no se puede decir otra cosa, no tenemos que cruzar el Atlántico. Los Barrancos de Gebas, como se llama este tesoro natural de más de 2.000 hectáreas, se encuentran en Murcia, con una naturaleza paradisiaca, entre los municipios de Alhama y Librilla. Y, en verdad, hay que verlo para creerlo.
La Región de Murcia está llena de pueblos de interior que no necesitan costa para conquistarte y de rincones inimaginables. Es el caso del Cañón de los Almadenes, excavado por el río Segura en Cieza, famosa por la floración de sus melocotoneros; de las aguas termales de los Baños de Somogil, en un rincón edénico de Moratalla; o de las Gredas de Bolnuevo, también conocidas como Ciudad Encantada, en el más turístico Mazarrón. Y se podría seguir.
Qué te vas a encontrar en los Barrancos de Gebas
Dentro de este catálogo de sitios por los que aventurarse, los barrancos de Gebas destacan especialmente por ser unas laderas desnudas que dibujan una orografía sinuosa. Sus crestas creadas por la erosión, de una altura homogénea, les confieren una curiosa armonía. Emociona pensar que hace diez millones de años era el fondo marino, entre las sierras de Espuña, La Muela y El Cura, formando, junto a otras, un gran archipiélago. Ahora el mar queda a unos cincuenta kilómetros.

Parecen realmente de otro planeta, como el pueblo turco de Goreme. La estampa semidesértica compuesta por cárcavas, ramblas, regatos, surcos y barrancos, con mil y una formas, sin apenas manto vegetal, se enriquece con las aguas del embalse de Algeciras, que en los días claros le dan el azul. Es una construcción de los años noventa para canalizar las avenidas del río, además de servir de almacenamiento al trasvase Tajo-Segura y de residencia a garzas reales, cigüeñuelas, zampullines o cormoranes.
Una ruta de senderismo para llegar a un sitio mágico
Imposible no caer rendido ante esta extraña belleza. En contraste, además, con los bosques de la vecina Sierra Espuña, un macizo montañoso que llega a alcanzar los 1.500 metros de altitud. Desde luego, un imán para senderistas, escaladores y domingueros aficionados al pícnic. Pero todos los árboles están aquí, ni uno solo en Gebas, tan solo en sus límites.
Por eso, ahora, en plena temporada de invierno, es el mejor momento para visitar este inusitado paraíso, cuando se agradece que incidan los rayos de sol y todo sea intemperie, porque hay que ganárselos a pie. A un territorio así no se puede llegar en coche. Solo hasta Casas de la Ermita, tras pasar las últimas casas de la pedanía de Gebas, a unos diez kilómetros al norte de Alhama, y seguir las indicaciones.

La mejor ruta de senderismo para llegar a los barrancos es la que parte de este punto, con zona de merendero, y discurre a lo largo de ocho kilómetros, con parada excepcional en el mirador, desde el que se observa el abrupto complejo y la rambla de Algeciras, en la que a veces corre el agua que llena las pozas y riega los cañaverales. Después se puede alargar más o menos, dependiendo de si se quiere llegar hasta el embarcadero. En Gebas, además, hay estructuras hidráulicas, lavaderos y antiguos canales, además de una ermita, la de la Inmaculada Concepción, de 1893.
Paisaje protegido y lugar de interés geológico
Hay que subrayar que estas "malas tierras" fueron catalogadas en 1995 como Paisaje Protegido, lo mismo que el Parque Regional de Calblanque, Monte de las Cenizas y Peña del Águila o el de Cabo Cope y Puntas de Calnegre, además de la citada Sierra Espuña. En su caso particular, por su alto valor geológico y geomorfológico, lo que le ha valido igualmente la denominación de Lugar de Interés Geológico (LIG).
Asimismo, alberga comunidades de fauna y flora muy interesantes por su capacidad de adaptación a estas condiciones de vida extrema. Entre las plantas, están el esparto, la artemisia, el romero o el tomillo. Y en el fondo de los barrancos, los baladres, los juncos, carrizos y cañas. Entre los animales, reptiles como el lagarto ocelado y la culebra de escalera, además de rapaces y mamíferos como zorros, liebres o erizos.