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Este es el pueblo de Francia donde mejor se come: tiene marisco fresco y restaurantes con vistas al mar

Este es el pueblo de Francia donde mejor se come: tiene marisco fresco y restaurantes con vistas al mar
Las ostras de Cancale conquistaron a Balzac y a medio París. Hoy siguen igual de frescas, pero con menos boato y más vistas. El mar aquí se sirve en bandeja y sin pretensiones.
Con menos de 5.000 habitantes, Cancale es un pequeño puerto de la costa norte de la Bretaña francesa, que se encuentra a unos 15 kilómetros de Saint-Malo y con vistas directas a la bahía del Mont Saint-Michel. Su ubicación no es casual: las fuertes mareas de la zona crean un ecosistema marino ideal para el cultivo de ostras. De hecho, Cancale es el único pueblo de Francia con una "appellation d’origine contrôlée" (AOC) para sus ostras planas, las ostrea edulis, reconocidas por su sabor intenso y mineral. Algo suficiente para plantearse una visita aunque no sea el pueblo más bonito del país.
Es un destino modesto en tamaño, pero atrae a más de medio millón de visitantes al año, la mayoría franceses, que llegan buscando marisco fresco, acantilados salvajes y un ritmo de vida relajado. Se viene a comer bien, a pasear mucho y a dejar que las mareas decidan el resto del día. Si te gusta la idea de sentarte frente al mar con una docena de ostras en la mano y el Mont-Saint-Michel en el horizonte, probablemente Cancale sea para ti.
Las mejores ostras se comen en Cancale
Las de Cancale son unas de las ostras más valoradas del mundo. No por grandes, ni por exóticas, sino por esa mezcla entre intensidad marina y textura firme que hace que incluso los más reticentes acaben pidiendo uno segunda docena, dicen los expertos. Se cultivan sobre todo dos variedades: la plana (ostrea edulis), más delicada, y la cóncava (crassostrea gigas), más habitual pero igual de venerada.
A pie de muelle, las ostras se venden directamente al consumidor. Los puestos funcionan como una especie de mercado espontáneo en el que las transacciones se resumen en: "una docena, por favor", "con limón" y "merci". Coonsejo: siéntate en las escaleras de piedra, con el Mont-Saint-Michel al fondo, y entiende de golpe lo que significa Cancale.
Para quienes prefieren manteles, copas y vistas elevadas, el Restaurant L'Atelier de l'Huitre propone una experiencia más sofisticada. Y para quienes buscan la autenticidad de una buena brasserie, Au Pied d’Cheval nunca falla.

El rocher que conquistó París
Puede que comerte una ostra en Cancale sea una experiencia sublime, pero lo curioso es que esta fama no nació en la costa, sino en la capital. En pleno siglo XIX, mientras los románticos escribían sobre amores desdichados y tormentas interiores, Au Rocher de Cancale era uno de los restaurantes más codiciados de París, un sitio para vivir la ciudad como una uténtico parisino. Situado en la rue Montorgueil y decorado con una fachada neoclásica coronada por una barca dorada, rendía homenaje a las ostras traídas desde este pequeño puerto bretón.
Era el sitio al que iban los escritores, los políticos y los sibaritas a saciar el antojo de yodo. Balzac lo menciona en su obra y, durante años, fue sinónimo de buena vida y mejor mesa. Aunque hoy el local parisino ha cambiado de manos y estilo, sigue siendo un guiño a este rincón costero que parece haber conquistado París sin moverse de sitio.

Paseos, galettes y acantilados
Pero sería injusto hablar de Cancale como si todo se tratara de comer. Este pueblo marinero también se recorre con los pies. A solo unos minutos del centro, la Pointe du Grouin ofrece una de las panorámicas más espectaculares de la costa bretona, con vistas abiertas al canal de la Mancha y, si el día es claro, a las islas Chausey.
El famoso camino GR34 es una ruta de senderismo que permite bordear acantilados, cruzar pequeñas playas escondidas y descubrir criaderos de ostras a cielo abierto, donde las estructuras metálicas emergen con la marea baja como esqueletos marinos.
De vuelta en el pueblo, una parada en alguna crepería es casi obligatoria. En L’Arrière Cour o en Crêperie du Port, las galettes se rellenan con huevo, queso, champiñones o lo que se te ocurra, pero siempre con un punto de mantequilla que parece norma no escrita en toda Bretaña.
