
Este es el pueblo del norte más espectacular: está construido sobre un acantilado y cuesta creer que es real
Castellfollit de la Roca tiene todo lo que buscas para una escapada de fin de semana: paisaje de vértigo, calma, historia y el paisaje único de La Garrotxa.
Hay lugares que desafían las leyes de la gravedad, como Marvao, el pueblo portugués que casi roza las nubes, y luego está Castellfollit de la Roca. Este diminuto pueblo de la comarca de la Garrotxa, en Girona, te deja sin aliento solo con ver sus fotos, pero visitarlo es una experiencia que va más allá.
Su ubicación, al borde de un impresionante acantilado de roca basáltica, le otorga ese aire de lugar irreal, como si alguien hubiese decidido colocarlo allí solo para demostrar que la naturaleza puede ser escultora y arquitecta al mismo tiempo. Pero lo más intrigante no es solo su ubicación, sino la tranquilidad que se respira en él al pasear sobre capas milenarias de lava solidificada.
Es imposible hablar de Castellfollit de la Roca sin mencionar su icónica vista. No es casualidad que este sea uno de los pueblos más fotografiados de Cataluña. Lo entenderás perfectamente cuando te asomes a su mirador. Si alguna vez te has preguntado cómo sería vivir al borde del abismo, este es el lugar para despejar dudas. Aunque, no te preocupes, caminar por sus calles no implica riesgo alguno: el único vértigo que sentirás, como en estos espectaculares desfiladeros españoles, es el del síndrome de Stendhal.
Un paseo por la historia al borde del acantilado
Los primeros asentamientos humanos en la zona se remontan a la época romana, pero el pueblo como tal empezó a tomar forma en la Edad Media. Déjate llevar por el encanto de sus calles empedradas, que te transportan a tiempos en los que las murallas y las torres de vigilancia eran fundamentales para la supervivencia.
Al recorrer la calle Mayor, te toparás con la iglesia de San Salvador, cuya construcción data del siglo XIII, aunque ha sido reformada varias veces. Desde este punto no podrás evitar notar que el paisaje a tu alrededor parece competir por tu atención. A un lado, las montañas del Pirineo; al otro, el abismo bajo tus pies con el río Fluvià cientos de metros más abajo.
La geología de Castellfollit es fascinante. El risco sobre el que se asienta es el resultado de antiguas erupciones volcánicas. A lo largo de miles de años, la lava se fue enfriando y formando columnas basálticas, como las que se ven en pocos lugares del mundo. Este fenómeno natural ha sido una especie de protector para el pueblo, que, al estar sobre una formación tan resistente, ha sobrevivido a lo largo de los siglos a los embates del clima y el paso del tiempo.

La esencia de Castellfollit de la Roca
Después de pasear por las calles de Castellfollit, no hay mejor manera de completar la experiencia que con una buena comida. Y aunque el pueblo es pequeño, su oferta gastronómica no se queda atrás. La cocina local es un reflejo de su entorno: platos sencillos, pero contundentes, elaborados con productos de proximidad y de temporada. Puedes disfrutar de un buen trinxat de la Garrotxa o de una butifarra con mongetes que te darán ganas de seguir explorando.
Si tienes la suerte de visitar Castellfollit durante el otoño, serás testigo del cambio de colores en los bosques que rodean la comarca. Es la época ideal para hacer una ruta de senderismo por la zona volcánica de la Garrotxa, con más de 40 conos volcánicos y numerosos senderos que te permitirán desconectar del mundo. Si buscas una visita más relajada, el mirador principal del pueblo, situado junto a la iglesia, ofrece una vista panorámica que difícilmente olvidarás.
Y si te quedas con ganas de más, a solo unos minutos en coche, se encuentra uno de los pueblos medievales más bonitos de España: Besalú. Este conjunto histórico perfectamente conservado, con su famoso puente románico, es una parada obligatoria si decides explorar la región. Desde el barrio judío hasta los baños rituales, es un viaje que complementa la experiencia de Castellfollit.

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