La ciudad más fotogénica de Bélgica: tiene casas de colores, una ciudadela monumental y paisajes que parecen una pintura
Es tan bonita que parece salida de los pinceles de un pintor entusiasta como Bonnard. Con casas de colores, ciudadela, curiosa colegiata, riquísimas galletas y saxofón. Dinant se encuentra en la Bélgica que habla francés, en Valonia.
Río, ciudadela, colegiata, saxofón y galletas típicas. Con estas cinco palabras se podría resumir lo que es la bella y encantadora Dinant, porque no se puede decir otra cosa de esta ciudad de Valonia, en la provincia de Namur, rozando la Francia que se adentra en Bélgica por las Ardenas. Se la llama Hija del Mosa, por el río al que aludíamos, que sería el gran protagonista si no fuera por su Notre Dame y todo el conjunto que es puro deleite, casi un capricho estético.
Miras de frente y lo que se ve es agua, la línea de casas de colores con la colegiata extrañamente oriental reflejándose y el baluarte sobre el imponente peñasco Bayard reclamando atención. Así que Dinant, a una hora de Bruselas y algo menos de dos de Gante, monumental y con canales navegables, no es una ciudad al uso. Cómo iba a serlo si está entre el acantilado y el Mosa, al estilo de la Costa Amalfitana o alguna de las Cinque Terre, pero sin que tenga nada que ver. Cada una a su estilo. Este es claramente nórdico.
Todo lo que puedes ver en la bella Dinant
La ciudadela, como todos los castillos, tiene sus mil batallas que contar, y se cuentan durante la visita mediante recursos interactivos y multimedia. Desde la batalla de Dinant de 1466 por parte de Carlos el Temerario y sus tropas hasta la Primera Guerra Mundial. La actual corresponde al cercano, entre comillas, 1815, pero se construyó en el sitio de una fortaleza levantada por el mítico ingeniero militar Vauban, que luego fue desmantelada y que, a su vez, se había alzado sobre las ruinas de un castillo del siglo XI.

Ya en nuestros tiempos, concretamente en agosto de 1914, toda ella y sus alrededores fueron testigos de terribles combates entre soldados franceses y alemanes. De hecho, se muestra la reconstrucción del refugio antiaéreo que fue bombardeado. Pensemos también que fue la segunda ciudad más grande del Principado de Lieja en la Edad Media.
Es verdad que se puede subir en teleférico, de 1956 y renovado en 2019, y que, si se hace, se redoblan las vistas y la emoción. Pero la ascensión de 408 peldaños, de 1577, brinda la satisfacción de coronar una cumbre, aunque sean apenas 100 metros, eso sí sobre el Mosa y con el regalo de la excelsa panorámica de uno de los valles más hermosos de Bélgica. No en vano se trata de uno de los sitios más turísticos de toda Valonia, una de las tres regiones de país, francófona y verde a rabiar porque es casi toda ella naturaleza. Más obligado que el telecabina es el barco. La navegación por este río, simple y llanamente, memorable.
Una colegiata con una cúpula de fábula junto al río
Con todo, la ciudadela no consigue ensombrecer a la sofisticada colegiata de Notre Dame, dotada de una arquitectura ojival muy siglo XIV-XV que hace a los ojos abrirse de par en par cuando llegan a la cúpula, con forma de bulbo y apelando a la fábula, ya predispuestos para, ya en el interior, entusiasmarse con la contemplación de sus vidrieras, donde tanto le gusta recrearse a la luz. Es más, una de ellas presume de contarse entre las más grandes de Europa, obra del maestro Gustave Ladon (1863-1942).

Hablando de presumir, la propia Dinant lo hace de ser la cuna del inventor del saxofón, Adolphe Sax (1814-1894), presentado como genial creador de instrumentos, él mismo compositor, solista y director de orquesta, lo que se dice un prodigio. La casa donde nació Antonine-Joseph, su nombre real, es actualmente el centro de interpretación de su vida y obra, también de las del saxo. No es lo que se entiende por un museo; más bien, un viaje al universo del artista. Estamos, sin duda, en una ciudad de la música, sin que falte la estatua de Sax en un banco esperando acompañante y la correspondiente foto.
Un puente decorado con saxofones y una gruta maravillosa
Conectando las dos orillas de este río, que nace en Francia, en el departamento del Alto Marne, y desemboca en el delta del mar del Norte en el que también lo hacen el Escalda y el Rin, está el puente de Charles de Gaulle, decorado con saxofones e iluminado, como por arte de magia, por la noche. Se llama así porque durante la Gran Guerra fue herido en sus inmediaciones el entonces teniente De Gaulle.
Las fuertes emociones, de las que dejan inolvidables recuerdos, continúan en la que se considera una de las cuevas más bellas del país, La Merveilleuse, que fue descubierta en 1904. La gruta está tal y como la modeló la naturaleza, sin apenas intervención y sí con numerosas estalactitas y estalagmitas por donde no pasa el tiempo, como moldeadas por algún escultor-orfebre. Por cierto, el aeropuerto más cercano es el de Charleroi, a solo 39 kilómetros.