
Una ruta por los edificios más emblemáticos de Madrid: las obras de Antonio Palacios que han transformado la capital
Si hablamos de arquitectos que han transformado ciudades, tenemos que hablar de la huella de Antonio Palacios en Madrid, de cuya pluma salieron edificios como el Palacio de Cibeles o el Círculo de Bellas Artes.
Si Madrid fuese una pintura al óleo y en la esquina inferior derecha hubiese una firma, sin duda sería la de Antonio Palacios. El arquitecto nació en el municipio gallego de Porriño, pero desarrolló buena parte de sus trabajos en el centro de la capital, que no sería igual sin su huella, ni tampoco sería la que conocemos si todas sus ideas hubiesen llegado a buen puerto. Sea como fuere, las construcciones que proyectó Antonio Palacios en Madrid se han convertido en verdaderos iconos.
Hablamos de lugares como el famosísimo Palacio de Cibeles, y de iconos que han vuelto recientemente a la vida, como el templete de la estación de metro de Gran Vía. También de edificios que son solo una sombra, un recuerdo de lo que pudo ser y no fue. Construcciones que son solo tinta sobre papel mojado, como el proyecto de la nueva sede del Casino de Madrid o el Banco Hispano Argentino, que nunca llegaron a construirse y cuyos planos podemos encontrar en Madrid Metrópoli, la exposición de arte que sigue la trayectoria del artista a lo largo y ancho de la ciudad.
La mayor obra de Antonio Palacios en Madrid
Es difícil elegir la obra más relevante de Antonio Palacios en Madrid. Hablamos del arquitecto que diseñó las entradas a las estaciones y el logotipo del Metro, y también de quien diseñó los templetes originales. Sin embargo, por su monumentalidad y por ser la actual sede del Ayuntamiento, es casi obligado resaltar el Palacio de Cibeles, antiguo Palacio de Telecomunicaciones.

Es enorme, simétrico y tiene una azotea con las mejores vistas de Madrid. No nos extraña que esta obra de la arquitectura modernista, realizada en colaboración con Joaquín Otamendi, tardase doce años en construirse, desde 1907 hasta su inauguración en marzo de 1919. La fachada, ricamente ornamentada, es de estilo neoplateresco. En el interior, las vidrieras de colores y las imponentes columnas dan la sensación de estar dentro de un museo.
Debido a su gran tamaño, el interior del edificio alberga diversos espacios: desde el centro público de arte contemporáneo CentroCentro hasta el Auditorio Caja de Música, pasando por el mirador, varios restaurantes y hasta una antigua capilla que hoy está destinada para actos empresariales e institucionales. Merece la pena visitarlo, empaparse con las exposiciones y terminar observando Madrid a vista de águila.
El Círculo de Bellas Artes y el Instituto Cervantes
Desde la azotea del Palacio Cibeles puede verse buena parte del centro de Madrid. Muy cerca, a un proverbial tiro de piedra, se encuentran dos de las obras más importantes del arquitecto:el Instituto Cervantes y el Círculo de Bellas Artes. Enfrentada la fachada del uno con la del otro, les separan solo unos pocos carriles, pero sus estilos están a mundos de distancia.
A un lado de la calle Alcalá, el Edificio de las Cariátides, sede del Instituto Cervantes, con las columnas en forma de mujer que le dan nombre, su estética clasicista monumental y sus pilares jónicos. Al otro, la sede del Círculo de Bellas Artes, tras cuya fachada austera se ocultan cientos de detalles de clara inspiración modernista.

Ambos edificios han marcado la estética de una de las avenidas más icónicas de Madrid. El primero, construido en colaboración con Otamendi, se levantó en 1918, mientras que el segundo, con su escultura de Atenea en lo alto, lleva vigilando el ir y venir de los transeúntes desde 1920.

El Edificio Matesanz, un icono de la Gran Vía madrileña
La Gran Vía es un lugar cambiante. Siempre tan llena de gente, siempre atada a las demandas del público, con locales que echan el cierre y renacen días después. Es la calle de las azoteas con vistas y de los hoteles de lujo con spa en el sótano, la de los pop-ups y los desfiles en los días de fiesta. Nunca es como la recordabas, pero siempre perviven los mismos edificios icónicos.

Inspirándose en las construcciones norteamericanas de la Escuela de Chicago, en su faz encontramos pilastras de granito de orden jónico, grandes balcones y miradores de acero y cristal. En todo lo alto, dos torres monumentales sobresalen sobre algunos de los edificios vecinos, todo ello sin romper la coherencia de la estética de esta gran avenida, donde el Edificio Matesanz ya es todo un icono.
El Hospital de Maudes, un coloso en Cuatro Caminos
Si desde el Edificio Matesanz tomas la Línea 1 del Metro en Gran Vía (pasando por la réplica del templete que hace tantos años ideó este arquitecto) y bajas en Cuatro Caminos, al salir por Santa Engracia te encontrarás muy cerca con el Hospital de Maudes. Un edificio monumental, de esos que son un tesoro escondido a plena vista y que quitan el aliento.

Conocido también como el Hospital de Jornaleros de San Francisco de Paula, este coloso ocupa toda la manzana en la que la calle de Raimundo Fernández Villaverde se viene a encontrar con la calle de Maudes. En su exterior destacan las altas torres, que recuerdan al Palacio de las Telecomunicaciones, y, si te acercas lo suficiente, el brillo de los azulejos que decoran la fachada.
Este edificio, cuyo propósito era proporcionar atención sanitaria gratuita a los jornaleros, alberga en la actualidad la sede de la Consejería de Obras Públicas, Urbanismo y Transporte. Si la cerámica brilla en el exterior de piedra caliza, en el interior, bajo la luz natural que se cuela por los enormes ventanales, refulge la azulejería sevillana.