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Este es el lago más bonito de Italia, según los italianos: el lugar perfecto para relajarse con un café y un chapuzón
Dicen que es el más bonito de Italia, y esta vez no lo dice un algoritmo: lo dicen los italianos. Te llevamos al Lago di Braies, entre reflejos únicos, naturaleza, agua muy fresquita y cappuccinos de altura.
A 1.496 metros de altitud, en pleno parque natural Fanes-Sennes-Braies, se encuentra el lago que los propios italianos han elegido como el más bonito del país, con permiso del Lago de Orta: el Lago di Braies. Está en el norte del Alto Adige, muy cerca de la frontera con Austria, y forma parte de los Dolomitas, declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
No es enorme (apenas 1,2 km de largo y 300 metros de ancho), pero su estampa lo ha convertido en postal nacional. A menudo aparece en rankings turísticos, compitiendo con Varenna y el Lago di Como, pero aquí hablamos de otra cosa: una encuesta reciente lo colocó en el número uno de la lista.
Formado por un desprendimiento de rocas hace miles de años, el Lago di Braies fue durante siglos una zona de pastos de montaña. A principios del siglo XX, la familia Hellenstainer construyó junto a la orilla un hotel que aún sigue en pie, el histórico Hotel Lago di Braies, y desde entonces este rincón del Tirol del Sur ha ido atrayendo a senderistas, escritores, amantes de la naturaleza y, últimamente, hordas de instagrammers. Pero más allá de la fama reciente, lo cierto es que este lago lleva más de un siglo siendo uno de los refugios de montaña favoritos entre los locales.
El desayuno perfecto existe (y está a 1.496 metros de altura)
La escena es esta: una terraza de madera, con manteles de cuadros rojos, un cappuccino espolvoreado con cacao y una vista que hace que te olvides del Wi-Fi. El Hotel Lago di Braies, una joya del siglo XIX con fachada tirolesa y alma alpina, tiene todo lo que necesitas. Hablamos de strudel y un café delicioso.
Este hotel no solo es el único con acceso directo a la orilla del lago, sino que es el lugar donde el café tiene gusto a excursión pendiente, y donde desayunar tarde no es pecado. Desde la terraza se ve todo: las barquitas de madera, los cisnes y los valientes que se meten en el agua como si no tuviera una temperatura apenas superior a la de un frigorífico. El baño no está prohibido, pero pocos son los que se atreven.
El ritmo lo marcan las montañas y alguna que otra exclamación en alemán tirolés. Esta parte del Alto Adige es oficialmente italiana, pero en la práctica es un rincón donde los apellidos, las recetas y hasta los horarios vienen con un toque austriaco.

El Lago di Braies: un chapuzón en agua helada
Es una especie de ritual: los que llegan por la mañana suelen dar primero la vuelta al lago. Son apenas 4 kilómetros de caminata llana entre bosques, pasarelas de madera y puntos perfectos para una foto. Esta ruta de senderismo es circular, y eso tiene algo de reconfortante. Terminas donde empezaste, pero más feliz y con las piernas un poco más ligeras.
Después, viene el momento decisivo: ¿chapuzón sí o chapuzón no? La temperatura del agua rara vez supera los 15 grados, incluso en agosto. Pero ahí está la gracia. Algunos lo hacen por valentía, otros por postureo, y los más convencidos, por la mezcla perfecta de adrenalina y paisaje. No se trata de nadar, sino de sumergirse un instante y salir victorioso.
¿Una alternativa más relajada? Alquilar una de las míticas barquitas de madera, esas que parecen diseñadas por Wes Anderson. El embarcadero original de 1908 sigue en pie, y por unos euros puedes remar hacia el centro del lago y sentir que el mundo se ha puesto en pausa.

Lo bueno empieza cuando los autobuses se van
Durante el día, Braies recibe una buena dosis de visitantes: mochileros, familias, excursionistas alemanes con ropa técnica impecable… Pero el auténtico lujo empieza cuando se va el último autobús y queda el silencio. Entonces es cuando el lago baja la voz, el agua se convierte en espejo y entiendes la esencia del lugar.
Si tienes la suerte de dormir en el hotel, puedes salir en bata a la orilla, ver cómo la luz se vuelve rosada al caer la tarde y cenar un risotto de setas con una copa de vino blanco local sin mirar el reloj. Y si no, siempre puedes buscar alojamiento en San Vito, Villabassa o Dobbiaco, pueblos cercanos.
En verano, el acceso en coche está restringido durante el día, así que conviene planificar bien (o madrugar mucho). Pero hay lanzaderas, autobuses y hasta rutas ciclistas para los más deportistas. Lo importante es llegar con ganas de quedarse quieto, al menos un rato.
