
Estas son las playas secretas del Cabo de Gata: oasis de arena virgen y aguas cristalinas
Tenemos tres secretos para los que encuentran el lujo en una cala sin cobertura, con agua helada, peces curiosos y una toalla llena de arena. Los tres están en Cabo de Gata.
Hay una teoría que dice que los lugares verdaderamente especiales hay que ganárselos. Y en Cabo de Gata, con sus calas paradisiacas, esa regla se cumple más que en ningún sitio: si quieres playas vírgenes de verdad —de las que crujen bajo los pies y no tienen chiringuito ni hamaca en cien metros a la redonda—, vas a tener que ganártelas. Con polvo en las sandalias, alguna cuesta y cero de señal en el móvil. ¿El premio? Paisajes lunares, agua de manual de snorkel y la certeza de que has llegado a uno de los últimos rincones salvajes que quedan en el Mediterráneo.
Mientras medio mundo pelea por hacerse un hueco en la orilla de los grandes arenales, en Almería aún existen pequeñas joyas costeras que parecen inmunes al algoritmo de Instagram. Son playas sin cartel donde el lujo no se mide en tumbonas premium, sino en el silencio solo interrumpido por las olas. Si eres de los que prefiere una cala escondida antes que una infinity pool, sigue leyendo.
Cala Rajá: el mar y el volcán firmaron un pacto aquí
Llegar hasta Cala Rajá no es complicado, pero tampoco inmediato. Lo cual es una gran noticia. Está escondida tras un caminito de tierra que parte del faro de Cabo de Gata, flanqueado por los riscos del Morrón de los Genoveses. La recompensa es un rincón de arena rojiza, protegido por formaciones volcánicas esculpidas por siglos de viento y sal. No hay cobertura, pero sí sombra natural bajo las rocas, aguas transparentes y un fondo marino perfecto para ponerse las gafas de buceo y saludar a los peces.
El entorno geológico impresiona: las piedras parecen dibujadas, con curvas negras y ocres que enmarcan el azul profundo del mar. Cala Rajá es ideal si buscas un baño largo sin sobresaltos, porque las corrientes son suaves y la entrada al agua es cómoda. Eso sí, lleva agua y algo de comer: aquí no hay kiosko, ni falta que hace.

Cala Carbón: lo salvaje, a escala íntima
Si la playa de los Genoveses tuviera una hermana tímida que evita las multitudes, sería Cala Carbón. Está justo al lado, pero mucho menos frecuentada. Un desvío antes de llegar al icónico aparcamiento de Genoveses te deja cerca de este pequeño oasis, que combina la paz de lo escondido con la belleza mineral del parque natural.
Aquí la arena se mezcla con piedrecitas oscuras, las aguas están tan claras que puedes contar los erizos del fondo y la sensación de aislamiento es total. Cala Carbón es perfecta para quienes viajan con libro, neverita y sin prisa. También es territorio apto para el esnórquel: verás peces, algas y algún que otro cangrejo que no tiene miedo de que lo observes de cerca.
Un apunte útil: hay pocas sombras naturales, así que una sombrilla o un pareo colgado con ingenio son tus mejores aliados si planeas pasar el día. Y si llegas pronto, elige el extremo derecho de la cala: hay una pequeña cueva que ofrece refugio natural y vistas de postal.

Cala de Enmedio: recompensa tras una gran caminata
No todo el mundo llega a la Cala de Enmedio. No porque esté lejos —no lo está—, sino porque hay que caminar unos veinte minutos por un sendero desde Agua Amarga, atravesando dunas y matorrales. Eso ya filtra bastante al público. Y es una suerte. Porque lo que espera al final es una de las playas más espectaculares de todo Cabo de Gata.
Arena clara, aguas turquesa, cero construcciones a la vista. A ambos lados, formaciones de roca blanca modeladas por el viento y el mar que parecen obra de un arquitecto con gusto. En algunos puntos, las piedras forman plataformas planas que sirven de tumbona natural. Todo el lugar tiene una estética que parece sacada de una revista, pero sin retoques.
La cala es suficientemente grande como para no sentirse apretado, pero lo bastante escondida para seguir siendo secreta. Se respira una calma especial. Ideal para ir en pareja, en solitario o con ese amigo que respeta el silencio sin ponerse incómodo. Lleva gafas de buceo, porque la vida marina aquí es generosa y diversa. Y prepárate para el retorno: la caminata de vuelta con el sol de la tarde puede hacerse durilla, pero merece la pena.

Consejos para disfrutar del Cabo sin estropearlo
El Cabo de Gata es un paraíso, pero frágil. Estas playas están dentro de un parque natural y no tienen servicio de limpieza diario ni papeleras fotogénicas. Así que, lo básico: lleva una bolsa para recoger tus residuos y llévate de vuelta lo que traigas. Nada de altavoces ni colonias de fin de semana. La fauna, los viajeros discretos y el propio entorno te lo agradecerán.
Otro consejo: evita las horas punta si puedes. Las primeras horas de la mañana o las últimas de la tarde son mágicas. No solo por la luz, sino por la sensación de estar, aunque sea un rato, en un rincón del mundo en solitario.