
Estas ciudades de la Riviera portuguesa son las favoritas de la aristocracia: tienen playas señoriales y calas escondidas
En Cascais y Estoril, destinos vacacionales por excelencia, es fácil sentirse como un rey. Y no hace falta frecuentar los salones. Basta recorrer sus paseos marítimos, bañarse en sus fantásticas aguas y empaparse de sus aristocráticos encantos.
Viajar a Portugal acostumbra a ser una sorpresa. Ya sea en el siempre vibrante Oporto, jugando desde un barco a contar puentes por el Duero. Ya en la propia Lisboa, perdidos por la Baixa, la Alfama o el Chiado. O en Sintra, con su palacio de colores y fortaleza de cuento. Nos quedamos por aquí cerca. Exactamente, en la Riviera portuguesa, enfatizada por esos dos enclaves costeros que fueron centro de veraneo de la aristocracia y que aún conservan su fina y distinguida estampa. Aquí el baño va a ser por todo lo alto.
Cascais y Estoril, residencias veraniegas de altura
Se trata de Cascais y Estoril, unidas por un larguísimo y muy recomendable paseo marítimo, y constituyendo esta otra Costa Azul, también con las mejores rutas. La asomada bellamente al Atlántico, con calas recónditas, playas maravillosas y dos espectaculares piscinas oceánicas. Una de ellas, la de Alberto Romano, está construida en la curva que rodea el palacio Palmela, que fue residencia veraniega de esos duques y se alza, cómo no, al lado de la Praia da Duquesa.

La otra, en Estoril, también resulta estratégica, junto al espigón de la Praia do Tamariz, que, atención, llegó a llamarse la "playa elegante" cuando era frecuentada por la alta sociedad y los asiduos al cercano y mítico casino, cuya primera piedra se puso en 1916. A esta ilustre playa se la reconoce enseguida por el Chalet Barros, levantado en el siglo XIX sobre el Forte da Cruz (XVII). Entre palmeras y tamarindos, llegó a funcionar como salón de té de lujo y hoy es escenario de ostentosas bodas. Goza de grandiosas vistas al mar. Y, en efecto, es el que suele salir en las fotos.
Un retiro estival de reyes, príncipes y duquesas
En el apogeo de estas dos localidades como destino codiciado por las élites tuvo mucho que ver la aparición y electrificación del ferrocarril, que potenció su urbanización en los años treinta. La naturaleza y su excelente ubicación hicieron el resto. Fueron los reyes de Portugal los primeros en elegirlo como retiro estival. Y luego siguieron otros monarcas, príncipes, duques y marquesas. Sumándose, no tardando mucho, los más variopintos artistas. Muchos buscando la paz en tiempos de guerra. Cascais dejaba de ser un recoleto pueblo de pescadores para realzarse en todos los sentidos.

Así, estos mares y tierras se convirtieron en la residencia de la familia real española durante su exilio, pero también de los reyes de Bulgaria, Italia o Rumanía, además de los duques de Windsor o la gran duquesa de Luxemburgo. Mientras que acogían, por ejemplo, al escritor y periodista británico Ian Fleming, quien parece que encontró aquí la inspiración para su James Bond, el agente 007. Ahí está su primer libro "Casino Royale" (1953), tomando nota del casino con más solera de Europa, así como del Hotel Palácio Estoril, aún en pie y clave para descifrar los movimientos de la época. Basta ver la cantidad de villas y palacetes que enseñorean el lugar para darse cuenta de que gozó en el pasado de gran fortuna. Lo que decíamos, una Costa Azul.
Playas ilustres junto a palacios y capillas
En la actualidad, esto es un paraíso vacacional para la navegación, el surf, los paseos y unos antológicos chapuzones. En la Praia da Conceiçâo, junto a la capilla del mismo nombre. En la Praia da Rainha, que fue la playa privada de la reina Amelia en la década de 1880. O en la de Santa Marta, la playa particular del palacio de los Condes de Castro Guimaräes, actual museo, en las orillas del muelle de Cascais. De nuevo, junto a un palacio.

Pertenecientes a Estoril, hay que citar la pequeña y abrigada Praia da Azarujinha, a la que se llega a través de una escalinata desde la estación de tren; la de Sâo Pedro do Estoril, entre barrancos, o la de Carcavelos, el mayor arenal de esta costas y favorito de los surfistas. Un terreno en el que gana la de Guincho, en el Parque Natural de Sintra-Cascais. A lo lejos, se divisa el fuerte de Sâo Juliô da Barra, casi rozando ya Lisboa.