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Parece Santorini, pero este paraíso de casas blancas está a menos de dos horas de casa

Parece Santorini, pero este paraíso de casas blancas con tejados azules está a menos de dos horas de tu ciudad
Sidi Bou Said, en Túnez, es esa postal mediterránea idealizada que todos buscamos en Grecia, pero con té a la menta, jazmín y aromas de especias que saben a viaje auténtico y cercano.
Cuando ves una foto con fachadas encaladas y cúpulas azul eléctrico, enseguida piensas en Santorini o en la isla griega de Tinos. Pues bien, no hace falta volar al Egeo para encontrarte con un paisaje mediterráneo digno de un post viral. Sidi Bou Said, al norte de Túnez, lleva décadas presumiendo discretamente de esa estética que ahora parece exclusiva de la costa griega. Aquí no te cruzarás con turistas bajando de cruceros ni tendrás que pelear por una mesa con vistas; sin embargo, este pequeño pueblo de postal queda injustamente eclipsado por sus primas más mediáticas.
El origen de este enclave no es reciente, ni mucho menos fruto del diseño de algún hotelero con visión de negocio. Su encanto empezó a gestarse hace siglos, cuando los moriscos andaluces, expulsados de España, se asentaron en estas costas llevando consigo la costumbre de encalar las casas para protegerse del calor. El color azul índigo llegó más tarde, como homenaje al mar que acaricia suavemente el Golfo de Túnez.
Hoy, pasear por Sidi Bou Said es una experiencia que combina estética y tradición, donde cada rincón cuenta historias de cultura árabe, influencia andaluza y esencia mediterránea.
Descubre Sidi Bou Said entre puertas legendarias
Si algo atrapa la atención en este rincón tunecino son sus puertas, auténticas protagonistas del pueblo. Decoradas con clavos metálicos formando complejos dibujos geométricos, sus tonos van del azul celeste al añil intenso. Cada puerta es única y posee su propio significado, su propio código visual. Se dice que cuanto más rica era una familia, más elaborados eran los adornos de su puerta. ¿Quieres comprobarlo? Basta con perderse sin rumbo por las estrechas callejuelas empedradas, subiendo y bajando por caminos salpicados de buganvillas, jazmines y madreselvas.
Una parada obligatoria es el Café des Nattes, epicentro social de Sidi Bou Said desde hace décadas. Te recibirán con un té verde a la menta con piñones, tradicional del norte de África, mientras observas el ritmo pausado del pueblo desde sus icónicas escaleras cubiertas con alfombras bereberes.
Muy cerca está el Café des Délices, quizás más famoso por la canción del mismo nombre de Patrick Bruel que por su propia carta. Desde aquí, las vistas al mar Mediterráneo se extienden frente a tus ojos creando un espectáculo que es digno de admirar.

Túnez entre arte, historia y jazmín
Este pueblo además es una joya para amantes del arte y la historia. Basta visitar el Palacio Ennejma Ezzahra, construido a principios del siglo XX por el barón Rodolphe d’Erlanger, un aristócrata francés enamorado de la cultura árabe. Hoy convertido en museo, sus salas cuentan la historia del lugar a través de instrumentos musicales, arte y arquitectura.
Y como en Túnez todo va unido al aroma del jazmín, una parada imprescindible es Dar El Annabi, una antigua residencia convertida en museo. No olvides recorrer su jardín secreto, perfumado de jazmín y cítricos, ideal para sentir que has viajado en el tiempo y en el espacio.

Sabores y compras al estilo local
Pasear abre el apetito, especialmente si cada esquina huele a especias y pastelería casera. La gastronomía en Sidi Bou Said también merece atención: platos como el couscous de pescado o la brik de huevo, una empanadilla crujiente rellena, son una obligación para entender la esencia culinaria del lugar. ¿Y el postre? Baklavas, claro, pero también un sorbete de limón con jazmín que combina dulzura y frescura mediterránea.
Para cerrar el viaje perfecto no puede faltar un poco de shopping local. Aquí no encontrarás grandes almacenes ni tiendas de lujo, sino pequeñas boutiques y puestos artesanales donde comprar cerámica esmaltada, tejidos tradicionales y, por supuesto, botecitos de aceite esencial de jazmín para llevarte un pedacito del alma de Sidi Bou Said en la maleta.
