
Es la isla más desconocida de España: está en la Comunidad Valenciana y puedes recorrerla en menos de dos horas
No tiene coches, pero sí calamares. No hay semáforos, pero sí una muralla barroca. Tabarca es tan diminuta como fascinante. Y se llega en barco desde Alicante en media hora.
Cuando alguien dice eso de "me largo a una isla" un día de mucho estrés, no se nos viene Tabarca a la mente. El islote valenciano siempre ha sido más discreto que las islas Baleares, con susu aguas azul turquesa, menos exótica que los preciosos pueblos blancos de Canarias, y su costa mucho menos popular que las playas espectaculares de las Cíes.
Y, sin embargo, está más cerca de ti que muchas otras escapadas —literal y emocionalmente—. Porque Tabarca, con su mezcla de historia, sobriedad mediterránea y ritmo pausado, es ese lugar que uno no se cansa de recomendar cuando vuelve. Como cuando descubres un restaurante que no acepta reservas online, pero sirve el mejor arroz de tu vida.
Aquí no hay coches, no hay tráfico y no hay prisas. El perímetro se puede recorrer a pie en menos de dos horas, y eso parándote a sacar fotos, mojarte los pies o pedir un helado. Y, sin embargo, todo parece concentrado: la historia de piratas y corsarios, el pasado de deportaciones y colonos genoveses, los atardeceres secos y anaranjados, la muralla barroca, las calas que solo se llenan de silencio, y el aire que huele a sal, a posidonia y pescado a la plancha.
Una isla con historia y sin prisas
Tabarca es, técnicamente, el único archipiélago habitado de la Comunidad Valenciana, aunque cuando llegas a la isla grande (de poco más de 1.800 metros de largo y unos 400 de ancho), lo que sientes es que has viajado atrás en el tiempo.
Fue refugio de piratas berberiscos, y allá por el siglo XVIII, Carlos III decidió fortificarla, repoblarla y rebautizarla como Nueva Tabarca en honor a los genoveses que rescató de la isla de Tabarka, en Túnez. El resultado fue una pequeña joya urbanística con muralla, iglesia y cuarteles que hoy es Conjunto Histórico-Artístico y Bien de Interés Cultural.
La isla conserva tres puertas barrocas imponentes: la de San Gabriel, la de San Rafael y la de San Miguel, esta última orientada hacia el mar abierto. Y aunque hoy la población fija ronda la veintena de habitantes en invierno, en verano recibe visitantes que vienen a pasar el día, bucear, comer bien y quedarse un rato mirando el horizonte sin hacer nada.

Qué hacer en Tabarca
No se trata de venir con una lista de tareas, sino de saber a qué ritmo funciona la isla.
Bañarse en las calas del sur
A diferencia de la zona del puerto, las calas del lado sur (como la playa de la Cantera o la cala del Francés) suelen ser más tranquilas, con aguas cristalinas que permiten ver el fondo con unas gafas de buceo de supermercado. Si te quedas a dormir, madruga y date un chapuzón al amanecer: el agua está más fría, sí, pero también más limpia y vacía
Cruzar la muralla
La muralla que rodea el núcleo urbano se construyó para defender la isla de los ataques marítimos. Entra por la Puerta de San Gabriel y callejea por el centro. Todo es de piedra y cal, y hay una calma inusual en estos tiempos.
Comer caldero, sí o sí
El caldero tabarquino es una receta local que mezcla pescado de roca (normalmente gallina o dorada) con arroz cocinado con el caldo. Se sirve por partes: primero el pescado con alioli, luego el arroz. Algunos de los sitios con más tradición son el restaurante Casa Gloria o Don Jerónimo, donde también sirven langosta si te pones serio.
Visitar el faro y el campo
Más allá del casco urbano, la isla se abre en una zona deshabitada de campos secos, cactus, matorral mediterráneo y el faro. Fue levantado en 1854 y sigue en pie con dignidad. El paseo hasta allí es sencillo, corto y muy fotogénico.
No venir con prisas
Es cierto que Tabarca se puede recorrer entera en poco más de una hora. Pero también es cierto que si vienes con mentalidad de maratón, te pierdes el punto. Aquí no hay que ver “todo”, sino quedarse en un sitio y repetir playa si te gusta.

Cómo llegar, dónde quedarse y cuándo ir
Para llegar a Tabarca tienes varias opciones: en barco desde el puerto de Alicante, que es la más directa (unos 30 minutos), pero también desde Santa Pola, Guardamar o Torrevieja. Hay ferris rápidos, catamaranes con fondo de cristal y barcas más pequeñas. Algunos funcionan todo el año, pero la mayoría refuerzan frecuencias en verano.
Si quieres vivir la isla con más calma, lo mejor es quedarse a dormir. Hay algunas casas rurales y pequeños hostales —como el Boutique Isla Tabarca o La Trancada— que ofrecen esa experiencia de “quedarse cuando todos se van”, que es probablemente lo mejor de visitar la isla.
¿La mejor época para ir? Septiembre y principios de octubre son ideales: el agua sigue estando caliente, los restaurantes aún abren a buen ritmo y hay menos visitantes. En julio y agosto, mejor madrugar o quedarse a dormir.
