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Este rincón secreto de la Toscana está lleno de villas que te harán sentir como en un hotel boutique
Entre colinas doradas y caminos de tierra, el Val d’Orcia ofrece una Toscana menos saturada de lo que te imaginas y más real. Te contamos qué pueblos visitar, cómo alojarte y por qué este valle engancha.
Una de las mejores formas de entender cómo funciona Italia es pasar una semana en el Val d’Orcia. Esta región al sur de Siena no necesita técnicas tramposas para convencerte: todo lo que la define —los pueblos pequeños, la comida que se cultiva a pocos metros de la mesa, las casas con siglos de historia— sigue funcionando con la lógica de antes, la del agricultor, la del panadero, la del que vive aquí todo el año y no en temporada alta.
No se trata necesariamente de una Toscana alternativa, ni escondida, ni bohemia. No hace falta ese tipo de etiquetas. El Val d’Orcia no compite con Florencia ni con la costa de Liguria. Va por libre. Y, curiosamente, ahí está su atractivo. No por más humilde, sino por más coherente.
El Val d'Orcia, pequeño e imprescindible
El Val d’Orcia está declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Es un territorio relativamente pequeño, pero lleno de matices, cada pueblo tiene su carácter y se llega en menos de media hora por carreteras que atraviesan campos de cereal, olivares y viñedos. La base más lógica para explorar la zona es elegir una villa rural bien situada y hacer excursiones de día. Lo ideal es contar con coche para moverse con libertad.

Pienza es una de las primeras paradas recomendables. No es grande, pero sí impecable. Rediseñada en el siglo XV como ciudad ideal renacentista, concentra en pocas calles una arquitectura simétrica, plazas proporcionadas y vistas amplias sobre el valle. Es conocida por su queso pecorino y por sus hornos tradicionales. Desde su centro se accede fácilmente a caminatas por senderos rurales.

Muy cerca se encuentra San Quirico d’Orcia, más sereno y menos visitado, con un casco antiguo que se puede recorrer a pie en menos de una hora. Sus jardines, los Horti Leonini, son una muestra interesante del paisajismo italiano del siglo XVI. Hay varias enotecas donde probar vinos de la región.
Al oeste está Bagno Vignoni, un pueblo atípico cuya plaza principal es una antigua terma de aguas calientes y donde se encuentra uno de los mejores balnearios al aire libre de Europa. Aunque no está permitido bañarse en esa piscina central, los hoteles de la zona aprovechan el mismo caudal de aguas termales para ofrecer baños y tratamientos. Es un buen lugar para descansar un día entero, sin más planes que un almuerzo largo y una siesta.
Si te interesa el vino, no puedes saltarte Montalcino, más grande y más dinámico, donde se produce el afamado Brunello. Además de las bodegas (algunas visitables sin cita previa), tiene una fortaleza medieval con vistas.
Y aunque esté algo más al sur, merece la pena incluir en el itinerario Castiglione d’Orcia, más rústico, con un castillo en lo alto y una sensación clara de estar fuera del circuito más popular. Si te gustan las rutas a pie, desde aquí parten varios senderos hacia el Monte Amiata, el antiguo volcán que domina el paisaje desde la distancia.

Alojarse como si vivieras allí (aunque sea por unos días)
Una de las claves para entender el Val d’Orcia está en el alojamiento. Aquí no abundan los hoteles clásicos ni los grandes complejos turísticos. Lo que predomina son villas restauradas, casas rurales independientes y pequeños alojamientos familiares. Muchos están en antiguos casali (casas de campo), rehabilitados con respeto a los materiales originales y a menudo gestionados por los propios propietarios.
Algunas casas se alquilan completas por semanas, lo que permite disfrutar de desayunos lentos en la cocina, cenas al aire libre o baños en piscinas privadas con vistas al campo. Hay también propuestas más modestas, pero igual de auténticas, donde lo importante no es el lujo, sino el equilibrio: una cama cómoda, un desayuno con pan recién hecho, y la posibilidad de abrir la ventana por la mañana sin ruidos artificiales.
Las plataformas de reservas ofrecen muchas opciones, pero también vale la pena explorar alojamientos independientes que no aparecen fácilmente en buscadores. Muchos funcionan con reservas directas o por recomendaciones. Una ventaja añadida: el trato es más cercano, informal y atento.
Si prefieres dormir en un pueblo en lugar de en el campo, Pienza, San Quirico o Montalcino ofrecen opciones con más servicios, acceso fácil a restaurantes y tiendas, y posibilidad de recorrerlo todo a pie.
