Este valle de alta montaña es idílico y tiene las iglesias románicas más bonitas del norte de España
La Vall de Boí está salpicada de ocho aldeas que custodian las más bellas iglesias románicas de la península en medio de un paisaje idílico de alta montaña.
La Vall de Boí es un paraíso, sin exagerar. Lo es, naturalmente, como puerta de entrada al Parque Nacional de Aigüestortes y Estany de Sant Maurici, palabras mayores en paisaje y biodiversidad. Pero también por su balneario natural: el de Caldes de Boí, con unas aguas mineromedicinales que ya conocían los romanos, y por la estación de esquí de Boí Taüll, ahora que estamos en temporada.
Vall de Boí: ocho iglesias y una ermita románicas
Y, artísticamente, por el tesoro en forma de iglesias románicas que custodian sus núcleos de población, ocho en total, que suman un millar de habitantes. Aldeas de montaña con calles empedradas y casas de piedra, madera y tejados de pizarra. Deudoras de las tradicionales bordas de pastores, y muchas todavía con equipamientos como pajares, eras o abrevaderos. Fue siempre tierra de ganaderos. No es casualidad que hayan sido escogidas para representar a Cataluña en la red europea de pueblos con encanto Charming Villages. De encanto, ciertamente, andan sobradas.

Esta es la comarca de l'Alta Ribagorça, en los Pirineos de Lleida y limitando al norte con la Val d'Aran. Un territorio en el que de continuo apetece internarse, ya sea a pie, en bicicleta o con los esquís. Hay ríos, lagos, especies autóctonas, un clima de alta montaña que le da a todo otro color y un soberbio patrimonio cultural. Más allá de las casas tradicionales, que conforman conjuntos pintorescos únicos, estamos hablando de ocho iglesias y una ermita, que son Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Pueblos bucólicos y miradores con vistas magníficas
Se trata de construcciones de los siglos XI y XII según los modelos del norte de Italia, el famoso románico lombardo, que se había extendido ya por Mantua y por Verona, la ciudad más romántica. Caracterizadas por su funcionalidad y el exquisito trabajo de la piedra, así como por los esbeltos campanarios de torre, los arcos ciegos y las bandas lombardas. Eran tiempos medievales, con el obispado de Roda de Isábena y los señores de Erill, que promovieron su construcción, en la cúspide de la pirámide.

Sant Climent de Taüll, acaso la más bella, presume de románico de libro. Y tal vez sea por donde haya que empezar. Taüll, a 1.510 metros de altitud y en el valle del río Sant Martí, es bucólico. Más todavía si la visita se prolonga hasta el mirador de la Santeta, a solo quince minutos y con unas vistas del valle impresionantes. Pero la iglesia, en la parte baja y destacando sobre todo, es de una belleza impactante, amplificada por su estilizada torre de seis pisos.
El Pantocrátor de Sant Climent de Taüll, una joya
Cómo debió de ser cuando lucía todas sus pinturas murales, hoy en el Museo Nacional de Arte de Catalunya (MNAC). Ya saben, el Pantocrátor rodeado por la mandorla y demás. Se pueden ver gracias al videomapping que las recrea. Y no es la única iglesia románica de Taüll, porque en pleno centro se encuentra la de Santa Maria, prácticamente hermana, aunque con un piso menos en su torre. En su interior, una reproducción de sus frescos, también en el MNAC.

Siguiendo con los pueblos del valle, nos encontramos con Durro, a 1.395 m, algo alejado de las principales vías de comunicación y conservando su carácter medieval y rústico, con casas residenciales, pero también otras con fines ganaderos y agrícolas. En este caso, la iglesia de referencia es la Natividad, monumental, con torre de cinco pisos, arcos lombardos y portada con capiteles, columnas y arquivoltas, testimonio de su relevancia durante la Edad Media. Para colmo, a solo veinte minutos andando, está la preciosa y evocadora ermita de Sant Quirc, sobre una colina, brindando una panorámica excelsa del valle.
Qué otros pueblos ver en la Vall de Boí
Otro de estos pueblos es Cóll, a 1.170 m y el primero que nos sale al paso al entrar en el municipio, con su iglesia de la Assumpció y la cruz de término de piedra (de una sola pieza), en el antiguo camino a Vilaller. Cardet, por su parte, a 1.197 m, es el núcleo más pequeño, pero un perfecto mirador sobre el embalse, la zona de humedales del Salencar, el valle y las cumbres. No le falta, por supuesto, la iglesia, esta vez de Santa Maria, con modificaciones del XVIII. Barruera es la cabecera del Vall de Boí, con la iglesia de Sant Feliu como gran reclamo, a 1.096 metros.

A Erill la Vall lo hallamos a 1.250 m, con la iglesia de Santa Eulàlia, elevando su torre seis pisos al cielo. Por dentro, una copia del grupo escultórico del Descendimiento de la Cruz, cuyos originales están en el MNAC y el Museu Episcopal de Vic. Acoge el Centro del Romànic de la Vall de Boì, encargado de gestionar todo este caudal histórico-artístico. Justo enfrente hay un camino que lleva al mirador del Tussal de Comú, desde el que se ve todo.
Llegamos, por fin, a Boí, el que se quedó con el nombre del valle. Un cruce de caminos de gran importancia, como atestiguan el castillo, las murallas, el puente sobre el río y la iglesia de Sant Joan, de la que destacan sus pinturas murales, de nuevo reproducidas en su interior. Aquí está el acceso al Parque Nacional y su punto de información. Aún faltaría por citar el octavo núcleo, el Pla de l'Ermita, que se creó junto a la estación de esquí de Boí Taüll, a 1.615 m. Un núcleo con equipamientos hoteleros muy pensado para el turismo.