Así es el rincón de Europa donde Halloween cobra vida: descubre Transilvania y sus leyendas
Uno de los favoritos de los viajeros, el castillo de Peles. Foto : Majkl Vener (Unsplash)

Así es el rincón de Europa donde Halloween cobra vida: descubre Transilvania y sus leyendas

Más allá del mito de Drácula, Transilvania conserva una relación real con la noche, las leyendas y la superstición. En Halloween, sus castillos, pueblos y montañas siguen respirando un misterio auténtico (aquío no hay nada de plástico).

Aleks Gallardo | Octubre 29, 2025

Cuando llega octubre, Transilvania se convierte, sin pretenderlo, en el lugar que todos querrían visitar a final de mes. Cada año, buena parte de los viajeros que buscan destinos para visitar en Halloween terminan señalando el mismo punto del mapa: el corazón montañoso de Rumanía. Y es lógico.

Aquí, la frontera entre historia y superstición lleva siglos desdibujada. Las leyendas no las inventó un escritor victoriano: existían mucho antes de Bram Stoker, cuando en los pueblos de los Cárpatos se hablaba de los strigoi, espíritus inquietos que volvían de la tumba para visitar a sus familiares. Aquellas historias orales, de hoguera y miedo agrícola, fueron las que inspiraron al mito literario que más fortuna ha tenido en Halloween.

Pero la fama actual de Transilvania tiene una peculiaridad: es uno de los pocos lugares donde la celebración global del 31 de octubre encuentra un escenario que no necesita recrearse. Las iglesias fortificadas, las ciudades como Brasov, los bosques de hayas, los castillos encaramados en riscos y las aldeas que aún parecen fuera del tiempo hacen que lo sobrenatural se perciba de manera natural. Y eso es lo que muchos viajeros —sobre todo europeos que huyen de lo sintético— vienen a buscar: no una fiesta con calabazas de plástico, sino una atmósfera que parece anterior a todo eso a lo que nos hemos acostumbrado. 

Los castillos donde la historia se confunde con el mito

Para entender por qué Transilvania cautiva tanto en estas fechas, basta con recorrer sus castillos. No todos tienen personajes con colmillos, pero cada uno guarda su propio tipo de oscuridad.

El más famoso es, claro, Bran, la silueta que aparece en todas las postales y en las tazas de souvenir. Fue una fortaleza defensiva levantada en el siglo XIV para proteger la frontera entre Valaquia y Transilvania. Bram Stoker jamás lo mencionó en su novela, pero la imaginación colectiva decidió instalar allí al conde Drácula y, desde entonces, el mito es inseparable del lugar.

Si se visita sin prisa, se aprecia lo que hay detrás del marketing: muros de piedra irregular, pasadizos imposibles y un silencio que se multiplica cuando cae la niebla. Cada Halloween, el castillo organiza visitas nocturnas y cenas temáticas; conviene reservar con tiempo, aunque lo mejor sigue siendo llegar a última hora de la tarde, cuando la luz se vuelve azul y el valle entero parece contener la respiración.

Unos kilómetros más allá, el castillo de Râșnov ofrece una experiencia diferente, menos literaria y más histórica. Se trata de una ciudadela campesina del siglo XIII, levantada por los propios vecinos para resistir asedios otomanos. Su pozo central tiene una leyenda propia: se dice que dos prisioneros turcos lo cavaron durante diecisiete años a cambio de su libertad, dejando inscripciones en las paredes. Sea o no verdad, lo cierto es que el sonido del viento que se cuela entre las murallas al atardecer basta para entender por qué los lugareños crecieron escuchando historias de almas que aún merodean por el recinto.

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El castillo más fotografiado de Rumanía, el castillo de Bran. Foto: Elisa Photography (Unsplash)

El castillo de Corvin, en Hunedoara, merece capítulo aparte. Es el castillo gótico por excelencia: puente levadizo, torres puntiagudas, gárgolas y una historia lo bastante ambigua como para mantener viva la imaginación. La tradición cuenta que Vlad Țepeș —el príncipe valaco que inspiró a Drácula— fue encarcelado aquí. Los historiadores lo ponen en duda, pero la leyenda se resiste a morir. Quizá porque, al entrar en sus salas de piedra húmeda y escuchar el eco de tus pasos, entiendes que el mito tiene algo de lógica. Si existe un lugar donde la historia puede haberse torcido, es este.

Y entonces está Peleș, que no encaja del todo con los clichés de Halloween, pero precisamente por eso es imprescindible. Construido a finales del siglo XIX como residencia de verano del rey Carol I, el castillo de Peleș, en Sinaia, parece salido de un cuento bávaro: fachada neorrenacentista, maderas talladas, salones repletos de tapices y una biblioteca con una puerta secreta camuflada entre estanterías. Su leyenda no es de terror, sino de elegancia. Aquí no hay fantasmas, pero sí una sensación poderosa de que el tiempo se ha detenido. 

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La silueta del Castillo de Rasnov en la montaña. Foto: Mircea Solomiea (Unsplash)

Dónde dormir en Transilvania

Para sumergirse de verdad en la atmósfera, hace falta quedarse. No basta con un recorrido rápido de castillos; la experiencia completa requiere pasar al menos dos noches en el interior del país, lejos de las autopistas.

Una de las mejores opciones es Zabola Estate, en la región de Covasna. Esta finca aristocrática del siglo XV, convertida en hotel boutique, está rodeada por más de quinientas hectáreas de bosque. Las habitaciones conservan suelos de madera antiguos, chimeneas y mobiliario de época, y el parque que la rodea —con lagos, caminos y ciervos al fondo— parece diseñado para escuchar historias en voz baja.

Zabola no es un “hotel de miedo”, aunque su historia podría llenar un libro: fue residencia de condes, hospital de guerra y refugio comunista. Hoy, su encanto está en la mezcla de lujo discreto y memoria viva. 

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¿No es este dormitorio el lugar perfecto para pasar la noche de Halloween? Foto: Zablo Estate

Leyendas que siguen vivas en Transilvania

En los pueblos de los alrededores, todavía se habla de los strigoi. No son vampiros de novela, sino almas inquietas que no han encontrado descanso. Las historias más antiguas cuentan que, si un aldeano moría de forma extraña, se exhumaba su cuerpo para comprobar si había “signos de vida”. Eran rituales que mezclaban superstición y necesidad, herencia de una época en la que la enfermedad y la oscuridad eran terreno desconocido. Aunque hoy nadie los practica, muchas familias conservan amuletos, rezos y pequeñas supersticiones que sobreviven al calendario oficial.

Esa es la diferencia con otros destinos “temáticos”: en Transilvania, las leyendas no se recitan para los turistas, sino que aún forman parte de la identidad local. Los campesinos te hablarán de muma pădurii, el espíritu del bosque que se lleva a los niños traviesos, o de los lobos que aúllan para avisar del paso de los muertos. Si te adentras en las aldeas sajonas —como Viscri o Biertan— y tienes la suerte de conversar con los vecinos mayores, escucharás versiones distintas de las mismas historias, contadas con una naturalidad que desarma

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La pasarela para llegar al castillo de Hunedoara. Foto: Van den Heuvel (Unsplash)

Cómo vivir un Halloween diferente

Lo ideal es volar a Bucarest o Cluj-Napoca y alquilar un coche. La carretera que conecta Sinaia, Brașov, Bran y Râșnov atraviesa algunos de los paisajes más bonitos de Europa en otoño: bosques encendidos, niebla baja y pueblos donde aún se secan las mazorcas en los balcones. Dedica al menos cuatro días: uno para Bran y Brașov, otro para Râșnov y el valle de Zărnești, un tercero para Hunedoara y su castillo de Corvin, y el último para Sinaia y Peleș.

Transilvania está despertando como destino de lujo alternativo. Diseñadores jóvenes abren estudios en Sibiu, arquitectos restauran graneros convertidos en residencias artísticas y chefs locales reinterpretan platos campesinos con una mirada cosmopolita.

En otras palabras, el mito se ha sofisticado. Lo que antes era un destino de mochileros y cazadores de leyendas es hoy un territorio donde el lujo tiene otra cara: la del silencio, las montañas y el tiempo suspendido. Y en un Halloween dominado por parques temáticos y luces de neón, esa puede ser la forma más auténtica —y más elegante— de pasar miedo. Transilvania no necesita exagerar su misterio. Lo lleva dentro.

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El interior del impresionante Castillo de Peles. Foto: Homngbin (Unsplash)

TURIUM TIPS

Cena local en Conacul Törzburg: a solo unos pasos del castillo de Bran, sirve platos transilvanos reinterpretados con buen vino rumano.
Ciudadela medieval de Sighișoara: Patrimonio de la Humanidad y lugar de nacimiento de Vlad el Empalador; sube a la Torre del Reloj para unas vistas de cuento.
Centro histórico de Brașov: pasea por la Piata Sfatului y entra en la Iglesia Negra, la mayor gótica de Rumanía, famosa por sus órganos y por sus alfombras sajonas.