
Este es el tranvía más antiguo de Europa: recorre Lisboa subiendo cuestas imposibles
Con más de 100 años a cuestas, el 28 de Lisboa puede presumir de ser el tranvía más antiguo de Europa. Pero no es solo un medio de transporte, es una experiencia imprescindible para descubrir la esencia de la ciudad: traqueteo, curvas imposibles y vistas de postal sin filtro.
Aunque ahora todo está diseñado para ser suave, silencioso y eficiente, cuando uno visita Lisboa se da cuenta de que el 28 sigue comportándose como un disidente con ruedas. Gruñe, chirría y avanza a su ritmo, como si le importara poco el devenir de los tiempos modernos. Es viejo, sí. No por nada es el tranvía más antiguo de Europa. Pero también es testarudo: lleva más de un siglo desafiando la topografía salvaje de la ciudad con una dignidad que haría sonrojar a más de un tren bala.
Subirse al 28 no es simplemente desplazarse del punto A al punto B. Es aceptar que durante unos minutos, o una hora entera si hay tráfico o turistas (es decir, casi siempre), vas a entregarte a una forma de viaje que no conoce las prisas. Y eso, en 2025, es algo extraordinario.
El tranvía más antiguo de Europa, una reliquia sobre raíles
El Eléctrico 28, como lo llaman los lisboetas, lleva desde los años 30 del siglo pasado, y algún modelo incluso desde antes, recorriendo los barrios más antiguos de Lisboa, esos donde el lujo silencioso lisboeta ya es uno más: Graça, Alfama, Baixa, Estrela… Pero el sistema de tranvías se remonta todavía más atrás, a finales del siglo XIX, cuando llegaron los primeros coches eléctricos a una ciudad que, por entonces, ya planteaba retos urbanísticos más propios de una montaña rusa que de una urbe europea.
Lo que lo hace legendario no es solo su antigüedad (aunque es, efectivamente, el tranvía más antiguo de Europa que sigue funcionando de manera regular), sino el hecho de que sigue operando con vehículos casi idénticos a los originales. Fabricados por la Companhia Carris de Ferro de Lisboa, popularmente conocida como Carris, estos modelos remodelados mantienen su carrocería de madera barnizada, sus frenos de manivela y esa campana tintineante que avisa con más encanto que eficacia.
Las pendientes que sube parecen un chiste de mal gusto. Sin embargo, el 28 las sube con habilidad de funambulista. De hecho, uno de los espectáculos más fascinantes de Lisboa es observar cómo este viejo aparato sortea coches mal aparcados, esquinas imposibles y turistas despistados.

Una ruta por la historia de la ciudad
En apenas 7 kilómetros, este tranvía condensa siglos de historia lisboeta, desde los miradores de Graça hasta el Parlamento portugués, pasando por calles tan estrechas que el tranvía parece avanzar por el lomo de un acordeón.
El recorrido empieza habitualmente en el barrio de Martim Moniz, un cruce de culturas donde conviven tiendas de especias, kebabs y peluquerías africanas. De ahí, la ruta se retuerce cuesta arriba hasta Graça, uno de los barrios más altos y auténticos de la ciudad. Desde allí, desciende serpenteando por Alfama, el laberinto medieval donde nació el fado, hasta cruzar la Baixa y lanzarse hacia el oeste, pasando por Chiado, el Parlamento y el cementerio de Prazeres.

Consejos para utilizar el tranvía 28
No tienes que tener miedo al montarte a lomos del tranvía más antiguo de Europa, pero sí te recomendamos tomar alguna que otra precaución:
En una ciudad que cada vez se llena más de cafés con diseño nórdico, hoteles boutique y tuk-tuks eléctricos, el tranvía 28 permanece ahí, terco como ningún otro en una cuesta. Por eso se ha convertido en un símbolo. No solo por su estética, ni por el romanticismo que proyectan sus ventanas de guillotina, sino porque representa algo que cada vez escasea más: autenticidad.
