Los mejores balnearios para desconectar de la rutina: de los baños termales de Marrakech a la Laguna Azul
Las vistas en las termas de Vals en Suiza. Foto : Vals.ch

Los mejores balnearios para desconectar de la rutina: de los baños termales de Marrakech a la Laguna Azul

Del hammam marroquí a las aguas geotermales islandesas, recorremos los mejores balnearios del mundo, donde la desconexión tiene tanto de ritual como de arquitectura.

Aleks Gallardo | Noviembre 12, 2025

Existe una paradoja en la palabra wellness: promete calma, pero suele implicar listas infinitas de tratamientos, horarios imposibles y circuitos que requieren la misma planificación que un viaje de trabajo. En muchos hoteles, "descansar" se ha convertido en una actividad de agenda, con masajes de 25 minutos entre dos sesiones de meditación y una clase de yoga al amanecer. Esa versión hiperorganizada del bienestar tiene poco que ver con lo que buscamos cuando decimos que necesitamos desconectar. Una desconexión que encontramos en los mejores balnearios del mundo.

Lo que buscamos —aunque no siempre lo sepamos— es un cambio de ritmo real: la sensación de que el tiempo se ha ensanchado y que las preocupaciones se quedan, literalmente, fuera del agua caliente.

En ese sentido, los mejores spas no son necesariamente los más caros ni los más fotografiados, sino los que consiguen alterar la percepción del tiempo. Aunque en España tenemos la suerte de tener el lago termal más grande Europa, hoy proponemos un viaje alrededor del mundo para bajar el ritmo. Desde un hammam centenario en Marrakech hasta un complejo geotérmico islandés diseñado con la precisión de un laboratorio, estos espacios no solo alivian la fatiga: la interrumpen. Funcionan como una pausa controlada, una grieta en la rutina desde la que todo se reordena.

Marrakech: el hammam como ceremonia

En Marruecos, la desconexión se suda. El hammam es tanto una costumbre social como un acto de limpieza espiritual. En Marrakech, los mejores siguen siendo los tradicionales, donde el vapor se mezcla con el olor a eucalipto y jabón negro. Les Bains de Marrakech, a un paso de la medina, es uno de los más emblemáticos: un espacio con bóvedas de piedra, luz tenue y ese sonido inconfundible del agua cayendo sobre mármol caliente.

Su ritual combina exfoliación con kessa, baño de vapor y masaje con aceite de argán. Todo en un edificio que podría pasar por un pequeño palacio almohade. Quien busque una versión más contemporánea puede probar Hammam de la Rose, en el barrio de Bab Doukkala, con interiores de inspiración andalusí y productos 100 % naturales elaborados en el Atlas. Lo mejor, más allá de los aceites o las sales, es esa sensación de que el tiempo se detiene sin avisar.

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No has estado en Marrakech hasta que no has pisado un hamman. Foto: Les Bains de Marrakech

Termas de Vals: uno de los mejores balnearios del mundo

Si el hammam marroquí es una experiencia sensorial, las Thermes de Vals, en Suiza, son una lección de arquitectura emocional. Diseñadas por Peter Zumthor, son una de las obras más admiradas del siglo XX. Construidas sobre una fuente termal natural en el valle de Vals, las termas están excavadas literalmente en la montaña y revestidas con más de 60.000 losas de cuarcita local.

Zumthor concibió el lugar como un templo para el cuerpo. La luz entra por rendijas invisibles y el eco se amortigua. No hay música, ni aromas artificiales, ni decoración sobrante. Solo piedra, agua y silencio. Dormir en el 7132 Hotel, adyacente al complejo, permite acceder a las termas a horas en las que el resto del público aún duerme.

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El lujo es diferente en las Termas de Vals. Foto: Vals.ch

Japón: el país del onsen y la disciplina del descanso

Ningún país ha elevado tanto el baño a la categoría de arte como Japón. El onsen tiene sus propias normas: se entra desnudo, se lava uno antes de sumergirse y se mantiene el silencio absoluto. Pero lo interesante está en cómo el ritual refleja la mentalidad japonesa: la limpieza como purificación y el agua como frontera entre el cuerpo y la mente. 

El Hoshinoya Tokyo, uno de los hoteles urbanos más sofisticados del país, tiene uno de los mejores balnearios del mundo: su propio onsen alimentado por aguas termales a más de 1.000 metros de profundidad. En pleno centro financiero de la capital, el contraste entre el skyline y el silencio del baño es parte del encanto.

Al otro extremo del país, en la isla de Kyushu, las termas de Beppu —con más de 2.000 fuentes— ofrecen una versión más popular, pero igualmente hipnótica. El vapor sale literalmente del suelo y algunas pozas alcanzan temperaturas imposibles.

Para quien busque una experiencia más estética, el Tsubaki no Yu en Kinosaki Onsen combina tradición y minimalismo: tatamis, maderas oscuras y un tipo de serenidad que solo se consigue cuando todo está exactamente en su sitio.

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En la isla de Kyushu, las termas de Beppu. Foto: Pexels

Islandia: la Laguna Azul y el poder del paisaje

La Blue Lagoon, en Islandia, es uno de esos lugares donde el turismo masivo no ha logrado anular la magia. Su éxito se debe tanto al color irreal del agua —una mezcla de sílice, algas y minerales— como a su integración en un paisaje que parece de otro planeta. Lo que pocos saben es que la laguna se formó de manera accidental en los años 80, cuando las aguas de una planta geotérmica cercana comenzaron a acumularse en un campo de lava.

Hoy, ese accidente industrial se ha convertido en un modelo de sostenibilidad y arquitectura. El complejo Retreat at Blue Lagoon, diseñado por el estudio Basalt Architects, es un prodigio de líneas limpias y materiales locales: piedra volcánica, madera tratada con aceite y hormigón pigmentado para mimetizarse con el entorno. Las habitaciones tienen vistas directas a la laguna y acceso privado a zonas restringidas, pero lo mejor es el silencio absoluto. 

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Bañistas en la enigmática Blue Lagoon de Islandia. Foto: Jeff Sheldon (Unsplash)

Austria: Bad Gastein y el renacimiento alpino

Durante el Imperio Austrohúngaro, Bad Gastein era el destino de moda entre aristócratas y artistas europeos. Luego cayó en el olvido y hoy vive una segunda juventud gracias a una mezcla de diseño contemporáneo y aire retro. Las aguas termales del valle de Gastein tienen una temperatura constante de 47 grados y contienen radón, un gas natural con propiedades antiinflamatorias (y un nombre que asusta más de lo que debería).

El Felsentherme Spa, excavado en la roca, ofrece piscinas panorámicas con vistas al Hohe Tauern, mientras que el Alpentherme Gastein apuesta por la innovación con zonas temáticas y una arquitectura abierta al paisaje. Lo interesante del lugar es cómo combina la estética Belle Époque de sus edificios históricos con una nueva generación de hoteles y cafés.

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El Alpentherme Gastein apuesta por la innovación. Foto: Thermenhotels-gastein

Italia: Saturnia, el mito bajo el ciprés

En la Toscana, entre colinas y cipreses, se encuentra otro de los mejores balnearios del mundo: las Termas de Saturnia, una de las fuentes termales más antiguas del mundo. Según la leyenda, el dios Saturno lanzó un rayo para calmar la ira de los hombres, y de allí brotó el agua sulfurosa que hoy sigue fluyendo a 37,5 grados. Más allá del mito, el complejo combina un hotel de cinco estrellas, un campo de golf y piscinas naturales de piedra travertina, abiertas al público.

A diferencia de otros destinos más diseñados, Saturnia tiene un punto rústico que juega a su favor: el olor a azufre, la textura calcárea del suelo y ese tipo de luz toscana que parece diseñada para ralentizar el pensamiento. Los tratamientos se centran en la dermatología y el bienestar muscular, pero lo que realmente cura es el contraste entre el baño termal y el aire seco de la campiña.

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En la Toscana, entre colinas y cipreses, se encuentran las Termas de Saturnia. Foto: Mark Pisek (Unsplash)

Hungría: Budapest y el termalismo como identidad

Pocas ciudades del mundo pueden decir que están literalmente construidas sobre agua caliente. Budapest, conocida como la ciudad de los balnearios, tiene más de un centenar de manantiales termales naturales y una cultura del baño que atraviesa su historia como una columna vertebral invisible. Aquí, sumergirse en agua mineral no es una extravagancia de lujo, sino una rutina nacional: los húngaros lo hacen desde tiempos del Imperio Otomano.

El Széchenyi Spa, inaugurado en 1913, es probablemente el más famoso, con sus piscinas exteriores de estilo neobarroco a 38 °C y partidas de ajedrez flotando sobre el vapor en pleno invierno. Es un espectáculo tanto por su escala como por su energía social.

Más refinado —y también más fotogénico— es el Gellért Bath, parte del histórico Hotel Gellért, un edificio art nouveau de 1918 cubierto de mosaicos, vidrieras y columnas de mármol. Su piscina central, rodeada por una galería de pilares corintios, ha aparecido en decenas de películas y anuncios.

En los últimos años, Budapest también ha sabido reinterpretar su tradición desde el diseño contemporáneo. El Rudas Bath, originalmente turco del siglo XVI, ha incorporado una zona panorámica de spa con vistas al Danubio y un rooftop pool. 

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Los Baños Széchenyi son el balneario más famoso de Budapest. Foto: Pixabay.

TURIUM TIPS

Dormir entre patios y vapor: en Marrakech, hospédate en el La Sultana Marrakech, un riad-palacio con spa propio, a pocos pasos de Les Bains de Marrakech. 
Arquitectura y silencio: reserva habitación en el 7132 Hotel, adyacente a las termas de Zumthor. Algunas suites fueron diseñadas por Kengo Kuma y Tadao Ando, y permiten acceso nocturno exclusivo al recinto termal, cuando el edificio está vacío.
El Hoshinoya Tokyo combina tradición y modernidad: con habitaciones tipo tatami y un onsen privado alimentado por aguas geotérmicas a 1.000 metros. Aprovecha para visitar el cercano barrio de Marunouchi y cenar en Narisawa, uno de los restaurantes más innovadores del país.
En la Blue Lagoon: el Retreat Hotel ofrece acceso privado a la laguna y un spa excavado directamente en la roca de lava. A 20 minutos, puedes visitar el volcán Fagradalsfjall, que sigue activo y se puede recorrer con guía local.