Ni el Mont Saint-Michel ni Rocamadour, el secreto mejor guardado de Francia es este pueblo encantador
La Roque-Gageac está en el Périgord, asomado al río Dordoña. FOTO : PIXABAY/CHRISTEL SAGNIEZ.

Ni el Mont Saint-Michel ni Rocamadour, el secreto mejor guardado de Francia es este pueblo encantador

La Roque-Gageac tiene mucho de castillo señorial. Como si todo el pueblo estuviera a la defensiva desde el acantilado y con vistas al río. No podía ser más pintoresco ni más bonito. Si te gustó el Mont Saint-Michel, te encantará.

Ángeles Castillo | Diciembre 17, 2025

Solo puede rivalizar con el Mont Saint-Michel, y la verdad es que lo tiene difícil. Porque la isla del norte de Francia apenas admite comparación, dada su magia. Pero si hay un enclave capaz de ponerse a su nivel, con río en vez de mar, ese es La Roque-Gageac. Un increíble pueblo serpenteando por el acantilado que forma parte de la Dordoña, en el suroeste del país.

Aclaramos desde ya que el departamento se conoce también por su nombre antiguo, Périgord, que data de época romana. En cualquier caso, un lugar lleno de historia, marcada por la guerra de los Cien Años, que realmente duró 116; de espectaculares castillos, pueblos pintorescos y los paisajes ondulantes colmados de viñas, de los que saldrá el afamado vino. No muy lejos anda Bergerac, el que dio su abolengo al escritor Cyrano, que fue más que un personaje de Edmond Rostand, el de la pluma más afilada que la espada.

Qué ver en La Roque-Gageac

Es precisamente en un meandro del río Dordoña, cuya cuenca es Reserva de la Biosfera, donde se alza La Roque-Gageac como si el tiempo no fuera con él. Sin exagerar, uno de los pueblos más bonitos de Francia, cerca de Sarlat, de Domme y de Castelnaud, que también derrochan encanto. Ya solo su localización lo convierte en un lugar único. Esto es, exactamente, el Périgord Noir.

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La Roque-Gageac se encuentra en el curso del río Dordoña. FOTO: PIXABAY/JULIA CASADO.

Trepa, literalmente, por la roca, acomodándose en ella, poblando la ladera de un acantilado de más de 100 metros de altura, que es la Roque, la mejor de las murallas. Esos falaises, en francés, con cuevas de ecos troglodíticos.

Lo que nos lleva directamente a Rocamadour, el pueblo medieval con casas colgantes, a una hora de camino. Y a la vez siguiendo el curso del río, asomándose a él desde las casas que tienen algo de mansiones fortificadas o abadías, casi doradas a la luz, en especial del amanecer, y luciendo extraños y hermosos tejados. Para empezar, porque son muy verticales, tanto que las tejas parecen deslizarse. Y porque estas, además, son de lauze, como pizarra.

Un pueblo medieval con un jardín exótico

Las calles de La Roque-Gageac están llenas de estas residencias típicas del Périgord, entre las que destaca la iglesia de Notre-Dame, del siglo XIV, con su emblemático campanario. Y junto al templo, inesperadamente, un jardín exótico. Ahora no son robles ni encinas, como allá afuera, sino bambús, palmeras, higueras, naranjos, limoneros y plataneras. Así que no solo tiene aspecto medieval, también tropical.

Este poblado estuvo ocupado desde tiempos remotos. De los romanos quedan restos de una vía y su propio emplazamiento, así como un pozo. En los siglos IX y X fueron los normandos, conquistadores vikingos procedentes de Escandinavia, quienes llegaron en sus legendarias embarcaciones, los drakkars, sembrando el terror, lo que motivó la construcción de innumerables fuertes.

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El Manoir de Tarde es una buena muestra de la arquitectura típica del Périgord. FOTO: WIKIMEDIA/JEBULON.

Hechos violentos que luego se replicaron con las hostilidades entre franceses e ingleses, la guerra de los Cien Años (1337-1453), cuando volvió a interrumpirse la paz de esta ciudad episcopal, que al ser residencia segunda del obispo de Sarlat había atraído a lo más granado de la sociedad, ricos, letrados y eruditos.

El Renacimiento supuso la calma, que se tradujo en almenas, tejados puntiagudos y ventanas al gusto de la época. De entonces data el Manoir de Tarde, una casa fortificada con pasadizo abovedado y torre cilíndrica que domina el pueblo con la elegancia de un pequeño castillo.

Un astrónomo y el castillo del embajador en España

Esta singular residencia perteneció a Jean Tarde (1562-1636), el astrónomo, filósofo, matemático, teólogo e historiador que fue vicario general del obispo de Sarlat. Tarde recibió en Roma un telescopio, de manos de Galileo, que llevó a su Roque-Gageac natal, lo que le permitió apoyar las teorías de Copérnico, rechazadas por la Iglesia, con lo que terminó en el tribunal de la Inquisición. Con la caída en desgracia de Tarde, la villa vivió tiempos de deterioro, y con Luis XIV (1638-1715), el llamado rey Sol, el florecimiento como puerto importante, aunque nunca dejó de ser un pueblo de pescadores.

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Las gabarras tradicionales que surcan el río Dordoña. FOTO: LASCAUX-DORDOGNE TOURISME.

El conjunto se ve engrandecido por el Château de la Malartrie, concluido en 1920 y de estilo renacentista, aunque fue en sus orígenes, en la Edad Media, un hospital para leprosos, de donde su nombre (maladrerie). El castillo que conocemos responde al capricho de Auguste Félix Charles de Beaupoil, conde de Saint-Aulaire, embajador francés en Rumanía, España y Reino Unido. Un entusiasta que soñaba con recrear la gloria de los castillos de la ribera del Loira en el Périgord y confió el proyecto al arquitecto Louis-Henri Laffillée.

La tierra de los 1.001 castillos junto al río

Como el pueblo, el château luce piedra dorada y los tejados de lauze, y está enclavado a 80 metros de altura sobre el acantilado, al cobijo de la roca y abierto al esplendor del río, orgulloso de sus dos torres, además de un parapeto con matacanes muy ad hoc. No le faltan tampoco los jardines, donde nacen las especies exóticas junto a las rosas.

No solo emociona este pueblo con su aire señorial, sino todos los alrededores. Seguir el curso del Dordoña conlleva internarse en un muestrario de castillos. El de Fayrac o el de Les Milandes, en Castelnaud-la-Chapelle. Este último fue propiedad de la fascinante Josephine Baker, la bailarina que puso París a sus pies. Son tierras llenas de historias, también en singular.

TURIUM TIPS

Dónde dormir. El hotel L’Auberge des Platanes está en el mismo La Roque-Gageac, con jardines y restaurante (desde 42 euros). Le Périgord (desde 99 euros) queda más a las afueras, en medio de una finca inmensa y con restaurante también.
Dónde comer. En la Belle Étoile, bella mansión junto al río, se puede degustar la cocina tradicional y dormir -es hotel-. A la mesa, pommes de terre a la sarladaise, trufa, magret de pato o foie gras.
Una experiencia. Embarcarse en una gabarra para viajar por el Dordoña hasta la Edad Media. En esta barcaza tradicional se transportaban los toneles de vino, amén de otros productos de construcción y agrícolas. La excursión fluvial en sí misma es un lujo. Las vistas del pueblo desde el agua, otro.
En los alrededores. No hay que perderse la ciudad de Sarlat, llena de edificios históricos como la catedral o el Manoir de Gisson, y con la suerte de que es peatonal. Tampoco los jardines de Marqueyssac, en Vézac.