Esta es la iglesia más impresionante del norte de España: una ermita románica construida sobre una roca con forma de barco
La ermita de San Pantaleón de Losa se levanta sobre la Peña Colorada, en plena comarca burgalesa de las Merindades, como si fuera un barco a punto de zarpar. A su alrededor, bosques mágicos y fértiles valles.
No es difícil hallar por el Burgos más profundo tesoros como este. Ya lo vimos en el precioso pueblo medieval de Frías, que queda muy cerca de nuestro destino, apenas a tres decenas de kilómetros. Ahora, sin embargo, se trata de una ermita consagrada en 1207, aunque es muy probable que fuera del siglo anterior, que no solo es un reclamo por lo artístico, sino también por el lugar en el que está, un terreno desafiante, abrupto y vertiginosamente inclinado. Sorprendente como la ermita escondida dentro de un volcán de la Garrotxa.
Los encantos de la ermita de San Pantaleón de Losa
La ermita de San Pantaleón de Losa, en la pequeña aldea del mismo nombre, partido judicial de Villarcayo, se levanta sobre un promontorio, la Peña Colorada, como la proa de un barco a punto de zarpar. Aunque ya hay quien ve una tabla de surf sobre las olas. Y, desde luego, un vigía de todo el Valle de Losa, en la comarca de las Merindades. O un mirador natural con las mejores vistas hacia todas partes. Para los cultivadores de la fe, un faro. Además, está en el paso de la calzada romana que comunicaba la Meseta con el Cantábrico y donde pudo haber en tiempos pretéritos un castro prerromano.

La estampa que dibuja su silueta románica, austera como corresponde, pero labrada de maravilla, como un viejo romance, se recorta espectacular sobre el cielo. Y tal vez eso sería suficiente, verla de lejos, en eterno diálogo con el paisaje. Pero es que acercarse, tras ganársela con una acusada subida, es también sucumbir a los encantos del románico, a su ábside semicircular, a su tramo de nave bajo cúpula, a su espadaña levantada sobre el arco que da entrada al presbiterio. Para verla por dentro, aviso a navegantes, hay que reservar visita.
La figura esculpida de un atlante a modo de cariátide
El gozo estético continúa con la cuidada ornamentación del exterior, sobre todo ante la magnífica y sutil portada. A un lado, una gran figura esculpida de atlante, a modo de cariátide, haciendo de columna al tiempo que evocando un pasado mítico. Vestido con túnica corta, ceñida con cinturón y con el manto recogido al hombro. Para algunos, por su larga cabellera, Sansón. Para otros, el propio Pantaleón, médico nacido en Nicomedia, actual Turquía, a finales del siglo III, que fue perseguido por Diocleciano.

Al otro lado, un enorme zigzag, tal vez un rayo o tal vez la bíblica serpiente, que anticipa el resto de columnas con capiteles de decoración rica y variada, y arquivoltas ligeramente apuntadas. Algo que también se observa en los ventanales, muy trabajados, con arcos de medio punto sobre varios pares de columnas con motivos enigmáticos, que, según los últimos estudios, estarían también relacionados con los seis martirios del santo, finalmente decapitado.
Una lección de románico con un capítulo del gótico
Pese a ser una magistral lección del románico, también tiene mucho que decir del gótico, puesto que la nave fue ampliada hacia el norte en el siglo XVI y existen elementos como los nervios en las bóvedas. En el interior, donde hay igualmente capiteles ornamentados, reposaron durante años las reliquias de San Pantaleón. Esa sangre que se licua cada 27 de julio sin que haya explicación, por lo que fue centro de peregrinaje. Ya en el siglo XVII se trasladó, una parte, al Real Monasterio de la Encarnación de Madrid y la otra al Duomo de Ravello, en la Costa Amalfitana.

Pero es que, por si fuera poco, esta es una tierra de leyendas y romerías antiguas, con un acentuado carácter sagrado, que invita al silencio y al recogimiento, incluso de puertas afuera. Es más, en la época de la cruzadas se localizaba cerca de aquí al Santo Grial, concretamente en el Monte Salvat, donde lo custodiaban los caballeros templarios, que pudieron refugiarse en la ermita, se dice, durante el traslado del Santo Cáliz a Valencia.
Y ese monte se corresponde con la actual Sierra Salvada, que comunica Burgos con Álava. Y es curioso también que a solo cinco kilómetros exista un pueblo llamado Criales de Losa, que podría estar emparentado etimológicamente con "grial" y haberse llamado Griales. Esta aldea, por cierto, pertenecía a Lope de Mendoza, que la heredó de su madre, y ella a su vez del Señor de Vizcaya, hasta que la compró el concejo de Medina de Pomar, el pueblo que visitó Carlos V, por la suma de 25.000 maravedíes.