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Altea de lujo: playas kilométricas, restaurantes con vistas al mar y templos del bienestar donde reconectar contigo mismo
Pocas veces un pueblo pequeño logra mantenerse años en la cresta sin perder el alma. Altea lo ha conseguido con arte, moda, diseño y gastronomía que te invitan a quedarte más tiempo.
Quizás Altea no esté de moda, pero sí que está en su mejor momento. Sabe que lo bueno tarda. Por eso, mientras otros destinos del Mediterráneo se apresuran por parecer lo que no son, este pueblo alicantino ha preferido crecer desde dentro. Con calma, con criterio. Apostando por el arte que se cuece a fuego lento, por la moda hecha a mano, por la buena gastronomía sin trampa y, últimamente, por el bienestar con fondo (y forma) de lujo. El resultado: un lugar que se habita.
Y por supuesto, hay playas bonitas, hay sol, hay cuestas y flores en las fachadas. Pero lo que marca la diferencia es cómo ha ido transformándose sin traicionarse. El alma bohemia de Altea sigue viva, solo que ahora se expresa también en boutiques con discurso, en talleres de cerámica y en mesas de restaurantes que acaban en largas sobremesas.
La calle San Miguel de Altea lo tiene todo (menos cuestas)
Si hay un lugar que resume la nueva cara de Altea, es la calle San Miguel. Ancha, peatonal, y tan bonita que dan ganas de andar dos veces por ella. Aquí, cada puerta es una invitación a descubrir algo único. A veces, literalmente: Titi Borrás, ceramista y artista, abre su tienda cuando no está metida en su horno alfarero. Cada pieza que vende está hecha por ella, desde el diseño hasta el esmalte. Son objetos que no se repiten, con una esencia muy similar a la de esas vacaciones que te cambian un poco por dentro.
A dos pasos está La buena Juanita, donde cada prenda —bohemia, ética y fabricada en España— está hecha para ese momento en el que alguien te pregunta “¿de dónde es eso tan bonito que llevas?”. Te aseguramos que, en este caso, responder te llenará de satisfacción.
Unos metros más arriba, Victoria de Talhora te tienta con pashminas, pañuelos, mantas y collares de seda o cachemir, también de producción ética y nacional. Un lujo que no necesita etiquetas, solo buen gusto.
Y si te dejas llevar, seguirás descubriendo sorpresas como Aromes, donde huele siempre a algo que te hace sonreír. Velas, jabones, cosmética hecha a mano, leche de burra y frutas convertidas en cremas que parecen postres. Lo difícil es salir sin comprar nada.
Para rematar, está El desván Antik. El nombre lo dice todo: anticuario, gabinete de curiosidades, templo del objeto con historia. Su dueño, Paco Marqués, tiene ojo clínico para el arte ancestral africano y piezas que harían feliz a cualquier decorador respetado.

Comer (muy) bien y que se haga tarde
En Altea se come de maravilla. Esto no es nuevo. Pero lo interesante es cómo ha evolucionado la escena. Aquí conviven restaurantes con solera con nuevas propuestas que no vienen a hacer ruido, sino a quedarse.
Uno de los favoritos de siempre es La Capella. Está pegado a la iglesia con la cúpula azul, pero no es un lugar para turistas al uso. Es para quienes saben que Alicante es tierra de arroces serios. Y que las vistas, si vienen con enredaderas, piedra antigua y mesas con sombra, suman sin robar protagonismo al sabor.
Para algo más exótico, pero igual de memorable, Ca Mezquida sirve couscous, pastelas y tajines que te transportan a Marrakech sin salir del casco antiguo. Tiene ese punto escondido que se agradece.
Y si tu plan es carne, Ca Joan es palabra mayor. A las afueras del pueblo, frente al mar, es un homenaje al producto local y a la paciencia: carnes maduradas más de 600 días, brasa bien entendida, decoración austera con encanto. Conviene reservar con antelación.

Bienestar de verdad: lujo y salud en ZEM Wellness Clinic
Pero si de verdad quieres parar —parar bien, con intención—, lo tuyo está en ZEM Wellness Clinic Altea. Olvídate de spas con música chill y masajes suaves. Esto es otra cosa.
Situado en la exclusiva Altea Hills, este centro recién abierto ha reconvertido un antiguo hotel en un complejo médico-hotelero de altísimo nivel. Aquí, la salud no es un extra, es el eje. ZEM Wellness Altea mezcla medicina preventiva, sabiduría ancestral y tecnología de vanguardia para diseñar programas de bienestar a medida, de 7 a 21 días.

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