
El verano más bonito está en Baleares y empieza en estos cuatro hoteles que tienes que conocer
Refugios junto al mar, viñedos con historia y rincones donde el lujo se confunde con la calma, estas son las direcciones secretas que nos hacen soñar con una temporada sin prisas.
Nietzsche decía que la vida es un eterno retorno, y aunque no hay constancia de que visitara las islas Baleares, tampoco tenemos duda de que ese habría sido su pensamiento de haber estado aquí. Porque si algo tiene el archipiélago del Mediterráneo es que siempre te deja con ganas de más, de volver y descubrir algo nuevo en cada ocasión. Una cala vacía, una mesa al atardecer, una cama donde el tiempo se detenga… y este destino, que siempre encuentra una manera nueva de sorprendernos.
Esta vez lo hace a través de cuatro hoteles muy distintos, en escenarios que no podrían ser más opuestos: una fortaleza silenciosa tallada en la roca, un viñedo menorquín donde todo ocurre sin prisa, un hotel que parece levitar sobre la arena y un beach house que convierte el dolce far niente en arte de vivir. No tienen nada que ver entre ellos y, sin embargo, comparten algo que se siente solo al llegar: esa calma elegante que solo existe en verano.
Dormir en una antigua fortaleza militar con vistas al mar
Mallorca es muchas cosas, pero pocas tan inesperadas como una fortaleza militar escondida frente a la bahía de Palma, reconvertida en uno de los hoteles más singulares del Mediterráneo.
Aislado, silencioso, premiado con dos Llaves Michelin, que le acredita como uno de los mejores hoteles del mundo, este refugio oculto en un Área Natural de Especial Interés cuenta con solo 30 habitaciones, todas con vistas abiertas al mar y una distribución que garantiza la privacidad absoluta. Las estancias conservan la sobriedad original del conjunto militar, reinterpretada con un refinamiento discreto y sin estridencias.

Su spa, excavado en la piedra, ofrece una experiencia sensorial en silencio y penumbra, mientras que la gastronomía se despliega en dos escenarios bien distintos: La Fortaleza, con dos Soles Repsol, a cargo del chef Víctor García, eleva el recetario mallorquín a nuevas cotas de elegancia. Mientras, el Sea Club ofrece una deliciosa cocina mediterránea junto al mar, frente a la belleza indómita de Caló de la Reina. En Cap Rocat, todos y cada uno de los detalles son una elección meditada.
Un hotel que desaparece entre las dunas
En Formentera todo se vive a otro ritmo. Pero hay un lugar en la playa de Migjorn donde ese ritmo parece ralentizarse todavía más. Dunas de Formentera no se ve desde la carretera, ni falta que hace. Está camuflado entre la vegetación, como si llevara allí toda la vida. Y, sin embargo, acaba de abrir, como quien dice.
Inaugurado en junio de 2024, este resort es el primero en Formentera bajo el concepto de Eco-Luxury. Su propuesta, basada en sostenibilidad real, arquitectura integrada y una estética que respeta el paisaje, le ha valido estar entre las listas de los hoteles más deseados.
Sus 45 suites, distribuidas en edificios independientes, se mimetizan con las dunas, y todas están pensadas para ofrecer intimidad sin artificios: maderas claras, líneas puras y materiales naturales en diálogo con el entorno. Se esconden entre edificios con terrazas privadas que se abren a la arena. No hay decoración llamativa, sino textiles suaves y silencio.

El restaurante Caliu, frente al mar, es una oda a las sobremesas y acompaña las puestas de sol más largas del mundo. La infinity pool, con vistas abiertas al horizonte, es uno de esos lugares donde se diluye el tiempo.
Vida de playa con mucho estilo
Gecko Beach House no necesita presentación. O sí: la de un clásico que no pierde fuerza. Situado también en Migjorn, pero más animado, sociable y divertido, este beach house de 30 habitaciones y estética blanca y mediterránea, sigue siendo uno de los lugares más codiciados de Formentera.
Abierto desde 2017, resume a la perfección el espíritu hedonista y relajado de la isla. Aquí la gente viene a vivir bien. A tomar el aperitivo en pareo, a improvisar una clase de yoga frente al mar, a cenar bajo guirnaldas de luces con los pies descalzos. Sus habitaciones son tranquilas y frescas y están decoradas con textiles livianos, fibras naturales y luz a raudales.
Pero Gecko es mucho más que eso. Su beach club, abierto también a visitantes externos, se ha convertido en uno de los centros neurálgicos de la temporada. Allí confluyen gastronomía mediterránea ligera, cócteles de autor, yoga frente al mar, eventos al aire libre y esa sensación de estar justo donde hay que estar.

Un viñedo con vistas al mar
Para quienes buscan otra intensidad, Menorca ofrece su versión más elegante en Torralbenc. Ubicado en el corazón rural de la isla y distribuido sobre 74 hectáreas de viñedos, jardines mediterráneos y edificaciones tradicionales, este hotel es una celebración de la tierra y sus tiempos. El campo menorquín se despliega en cada rincón a través de sus muros de piedra seca, parras, jardines autóctonos, arquitectura sobria que se mezcla con la historia.
Dormir aquí es como alojarse en una casa que alguien ha cuidado mucho antes de tu llegada. Galardonado con una Llave Michelin, sus habitaciones se reparten entre antiguos edificios agrícolas restaurados con cariño. Torralbenc combina piedra caliza, madera noble y líneas limpias para construir una atmósfera que respira autenticidad.
La cocina, asesorada por el chef con estrella Michelin Gorka Txapartegi, huele a brasa y a producto de proximidad, y propone carnes y pescados cocinados sobre carbón natural en una parrilla única en la isla. Hay piscina, claro. Pero también hay bodega propia, de la que nacen vinos exclusivos y hasta una cerveza elaborada a partir de uva, en un guiño innovador que no renuncia a la raíz agrícola del proyecto. Porque a veces el lujo no se encuentra frente al mar, sino entre las vides.