Este pueblo catalán es perfecto para una escapada: tiene un restaurante en la Guía Michelin y una iglesia Patrimonio de la Humanidad
La iglesia de San Feliu en Barruera. Foto : iStock.

Este pueblo catalán es perfecto para una escapada: tiene un restaurante en la Guía Michelin y una iglesia Patrimonio de la Humanidad

Descubre Barruera, un pintoresco pueblo de la Vall de Boí, famoso por sus paisajes nevados a los pies del Pirineo catalán. Aquí, la arquitectura románica y la gastronomía de alta calidad se encuentran en un entorno natural único.

Lucía Lorenzo | Octubre 15, 2025

El otoño comienza a descender sobre estas latitudes con viento fresco y, a su llegada, las alamedas y los encinares se tiñen de dorado. En el norte de España, los habitantes de Barruera (apenas doscientos) se abrochan las ropas de abrigo. Por la ventana de sus casas, se vislumbran los picos del Parque Nacional de Aigüestortes i Estany de Sant Maurici, que ya amarillean.

Este pequeño pueblo es la cabecera de la Vall de Boí y, a su alrededor, la naturaleza se extiende en forma de paisajes, tan bonitos que podrían protagonizar una pintura impresionista. Altísimos picos, de hasta 3.000 metros, protegen este rincón de Lleida de las miradas indiscretas. Muy cerca, los ríos Noguera de Tor y San Nicolás forman un sinfín de lagos que hacen de este un lugar encantador para los amantes de lo natural.

Descubre la iglesia de Sant Feliu: Patrimonio de la Humanidad

Pero la belleza de Barruera no es solo paisajística. Bajo las cumbres de las montañas, que acarician el cielo esperando a cubrirse de nieve, nos encontramos una joya del románico catalán: la iglesia de Sant Feliu. Se trata de un templo pequeño y compacto, pero su tamaño no impidió que la UNESCO se fijase en él y lo declarase Patrimonio de la Humanidad.

Su origen se remonta al siglo XI, o tal vez sea anterior. Lo que sabemos a ciencia cierta es que hay documentos escritos en el año 1072 donde ya se mencionaba su existencia. El cuerpo, de una sola nave, descansa bajo una bóveda de cañón. Las estrechas ventanas apenas dejan que la luz del sol llegue al interior, donde aún se puede ver una figura de Cristo que data del siglo XIII, cuya silueta resalta sobre los muros de piedra.

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El campanario de la iglesia de Sant Feliu de Barruera. Foto: Piexabay.

La de Barruera, que destaca como un conjunto de piedra gris sobre el verdísimo entorno, es tan solo una pequeña parte del grupo de iglesias románicas catalanas del Valle de Bohí. Entre las más bonitas se encuentran la pequeña ermita de San Quirico de Durro y la iglesia de San Juan de Bohí, donde se puede ver una réplica de las pinturas de animales que la cubrían desde el siglo XII y que se exhiben en el Museo Nacional de Arte de Cataluña.

Quizás la más especial sea la iglesia de Sant Climent de Taüll, cuyo cuerpo austero y su altísimo campanario no consiguen preparar a los visitantes para el estallido de color que encontramos en su interior, procedente de las pinturas murales que la decoran. Destaca especialmente la del ábside: un pantocrátor que muestra a Cristo durante el Juicio Final, vestido de azul brillante y rodeado de ángeles y acompañado de sus discípulos.

Gastronomía en Barruera: un restaurante Michelin en Pirineos

Merece la pena dedicar la mañana al turismo religioso para acabar de vuelta en Barruera que es, sin duda, el pueblo de la Vall de Boí donde mejor se come. La responsable es Elisabet Farrero, que se encuentra a los mandos de El Ventador: un restaurante recomendado por la Guía Michelin que reinterpreta la gastronomía del Pirineo catalán, dándole un toque moderno.

Si por algo brillan sus platos es por utilizar productos de proximidad en elaboraciones sin artefacto, donde los sabores brillan por sí mismos. Cuando llegas aquí, atraviesas su fachada de piedra y te sientas en el pequeño comedor, comprendes que el magret de pato sabe mejor acompañado con peras de la Ribagorça y salsa de vino y naranja, y que el arroz meloso se disfruta más si va acompañado de boletus y codorniz.

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El arroz meloso de El Ventador. Foto: El Ventador.

Aunque la carta es corta y concisa, todo suena tan bien que es difícil elegir. Por eso es buena opción decantarse por el menú gastronómico, que ofrece ocho pases por sesenta y cinco euros. Para rematar, el trato del personal es amable, como si todo el que entrase fuese amigo. Aquí, marcharse con buen sabor de boca es obligado.

Senderismo en los Pirineos: descubre los lagos de la Vall de Boí

Lo bueno del otoño es que es imprevisible y, a veces, entre las mañanas de viento gélido se cuelan días cálidos, que invitan a descubrir los paisajes del Valle de Bohí. Cuando esto ocurre y el sol se planta alto en el cielo, es buena idea calzarse las botas de montaña y embarcarse en una ruta de senderismo por los Pirineos para ver los lagos de la zona.

Una de las más sencillas es la que va desde el Refugi Ventosa i Calvell hasta el Refugi de la Restanca, aunque no deja de tener cierta dificultad debido al desnivel positivo. Sin embargo, merece la pena realizarla (si se dispone del atuendo adecuado y de una buena forma física), pues nos permite ver el Estany Travessany, el Estany Clot, el Estany de Mangades y el Estany Monges.

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El Estany Negre, en la Vall de Boí. Foto: iStock

Entre las más bonitas destaca la Ruta de la Marmota, que llega hasta el Estany Negre desde Boí. Se trata de un sendero de unos 12 kilómetros, con tramos empinados y pedregosos, que, sin embargo, deja poco espacio para perderse debido a su buena señalización. Por el camino, es posible ver marmotas, especialmente en el llano de Riumalo. Al final, la senda nos regala la vista de un lago precioso, de color azul intenso, sumergido entre picos verdes que comienzan a cubrirse de nieve.

TURIUM TIPS

Para completar esta escapada de desconexión, visita el Spa de Siente Boí: un retiro wellness situado a 1600 metros de altura, con vistas privilegiadas al Pirineo catalán. Situado en el interior de un hotel de cuatro estrellas en Pla de l’Ermita, dispone de zona termal y de hidromasaje, tratamientos corporales, faciales y masajes que te ayudarán a relajarte, combatir el estrés y hasta mejorar la flexibilidad.
El Ventador no es el único restaurante que merece la pena visitar en la Vall de Boí. Si preguntas, los locales te recomendarán Ca da Xoquin, en Durro. Este restaurante sirve comida casera y reconfortante, que ayuda a reponer fuerzas para visitar este pueblo con encanto. Nuestro plato favorito fue el arroz con conejo, alcachofas y setas, que es necesario encargar con antelación (y vale la pena hacerlo).